¿Y ahora qué? Hemos visto como, ante nuestras narices, el llamado caso de los "Nueve de Lledoners" se deshacía como un azucarillo y se permitía que eso sucediera. El mismo día del juicio, la fiscalía retiraba las acusaciones de desórdenes públicos contra seis de los nueve encausados, pero mantenía las de atentado contra la autoridad y desórdenes públicos contra los otros tres. Y eso a pesar que ni uno de los Mossos denunciantes que fueron a declarar pudo identificar a ninguno de los acusados como las personas que ellos decían que les habían agredido durante el traslado de los presos políticos de Lledoners en Madrid. Como tampoco pudieron aclarar quien había colocado las barricadas. De hecho no habían visto a nadie, ni presentaron ninguna prueba de nada. Y hoy ha salido la sentencia. Absolución de todo el mundo.

Y vuelvo a preguntar, ¿y ahora qué? Ya son demasiadas las veces que vemos personas juzgadas en base a una acusación que no se sostiene por ninguna parte y que ante el tribunal queda en nada al cabo de 30 segundos de empezar la vista. Oiga, instantes después de que los Mossos afirmaran haber sido agredidos por una serie de personas, ¿no era posible comprobar la consistencia y veracidad de las acusaciones y resolver la cuestión? ¿Hay que tener, en este caso a nueve ciudadanos, pendientes de si son condenados o no por unos hechos sobre los cuales no existe ninguna prueba que demuestre su participación? ¿Tenemos que perder tiempo y dinero de todos en una cosa que sólo sirve para que nueve personas tengan que pagarse de su bolsillo abogados y procuradores y, sobre todo, pasar un largo mal rato sin tener ninguna garantía de recibir una sentencia ajustada al derecho normal sino en aplicación del derecho penal al enemigo? Ah, y sobre todo que su cara y sus nombres aparezcan en todos los informativos. Y señalados como peligrosos malhechores.

Bien, pues parece que sí, que la estrategia -demasiado repetida- es acusar aleatoriamente ciudadanos y juzgarlos sin ninguna prueba. Para escarmentarlos. A ellos y al resto. Aquella frase tan franquista de "Niño, no te metas en problemas. Tú no te signifiques" ahora se ha convertido en un "Niño, no te manifiestes, que acabarás juzgado y, según cómo, en chirona". Porque, se dice muy poco pero en este momento en Catalunya y en España, y por la vía de las acusaciones inventadas, se está vulnerando de una manera flagrante el derecho de manifestación de las personas. Empezando por Tamara Carrasco y acabando por los Nueve de Lledoners.

Pero lo más complicado de gestionar de toda esta historia es la credibilidad de dos instituciones que aquí han resbalado y que, si no se actúa con ejemplaridad, caerán globalmente en el descrédito de la mayoría de la ciudadanía. Ya habían conseguido que no nos creamos ni confiemos en la justicia, ni en el CNP, ni en la Guardia Civil. ¿Y ahora, qué? ¿Tampoco en los Mossos ni en la Generalitat? La actitud de los policías que acusaron a los Nueve de Lledoners mancha a todo el cuerpo. También la de los millares de Mossos que hacen bien su trabajo. Si sus responsables hacen ver que no ha sucedido nada, los efectos serán demoledores y nunca más nos creeremos ninguna denuncia. Y eso no sería muy recomendable porque, recuerdo, en una sociedad democrática la policía son los buenos y su trabajo es protegernos de los malos.

Y con respecto a la Generalitat, ya entiendo que la ley dice que tienen que deben defender a sus trabajadores y bla, bla, bla, pero reitero una frase ya escrita más arriba: Oiga, al cabo de un momento que estos Mossos afirmaron haber sido agredidos, ¿no podrían haber comprobado la veracidad de las acusaciones? Y aquí también hace falta una explicación. Y unas excusas. Públicas. Por el bien de la institución. Porque la credibilidad se gana siendo creíble y asumiendo los errores.