Los famosos enseñando su casa es un formato periodístico que siempre ha tenido mucho éxito. Los que ya tenemos una edad (o dos) crecimos viendo portadas de la revista Hola con todo tipo de gente protagonizando un reportaje que siempre tenía el mismo título "_____ nos muestra su casa" y sólo cambiaba el nombre de la (o del) protagonista, que usted puede escribir a conveniencia encima la línea de puntos.

Con los años descubrí que algunas de estas piezas se hacían alquilando una casa a una agencia especializada en viviendas de lujo, o bien contratando a un decorador para que diera vida a un hogar que tenía una personalidad comparable a la del piso muestra de la promoción de apartamentos de Marina d'Or en la 135ª línea de playa.

La gracia de la cosa era que el lector mirara su pisito de 56 metros cuadrados con muebles del Ikea de segunda mano y pensara que su vida de mierda podría ser la del famoso. Un famoso, por cierto, que tenía un comedor de 180 hectáreas en cuyo centro había un mueble hecho con metacrilato y colmillos de elefante. Ojo, pero el lector aceptaba la humillación visual, incluida la del mueble, porque quien enseñaba la casa era un famoso con glamur. ¿Qué glamur? Bien, la mayoría de veces no haber trabajado en su vida y vivir de un apellido. Por eso lo aceptábamos alegremente.

Nos encanta ver las casas de gente famosa que pertenece a una clase social que no es la nuestra, pero no soportamos las megacasas de gente que creemos que son como nosotros (o que exigimos que sean como nosotros) y que han conseguido ganar suficiente dinero como para tener una. Por eso hubo tanta polémica con el casoplón de Pablo Iglesias o ahora con el de Zapatero. La gente "de izquierdas" no puede tener una casa con más de dos inodoros. En cambio la opinión pública acepta con ilusión que la gente de derechas, los "famosos" que lo son por el solo hecho de ser famosos, o parásitos sociales diversos tengan tantos lavabos como dedos en las manos y en los pies. Porque la cifra de lavabos son lo que marca la línea.

Por lo tanto, que Albert Rivera no sufra porque no habrá ningún tipo de polémica con la nueva casa que compartirá con su nueva pareja, como no hubo cuando hace dos años ya estrenó la anterior casa con la anterior pareja.

Como dije entonces e insisto ahora, me importa muy poco que Rivera y Malú paguen 7.200€ mensuales por el alquiler de 2.700 metros cuadrados edificados en unas parcela de 14 mil, con cinco habitaciones, dos piscinas, parking para 9 coches, gimnasio, spa, sala de cine y... ¡SIETE váteres! Me importa cero, pero me inquieta mucho eso de tener más inodoros que habitaciones. Imagino que daran servicio al cine y a la piscina. Porque imagínese que en cualquiera de los dos lugares sufres una incidencia en el tráfico intestinal y los otros 5 están ocupados... Un desastre.

Y todavía me inquieta más la cantidad de papel de váter que tienen que gastar mensualmente y, sobre todo, las veces que tienen que llamar al fontanero porque se estropea el mecanismo de la cisterna. Con 7 váteres y con la facilidad que se estropean las cisternas, pobre hombre (o pobre mujer) ya debe vivir allí. Y seguramente por eso necesitan tantos inodoros. O sea, es el pez que se muerde la cola. O dicho de otra manera: inodoro llama inodoro.