¿Es lícito ser egoísta? Bueno, la humanidad -toda ella- es egoísmo puro. ¿Es habitual la actitud de pensar exclusivamente en uno mismo y que a los demás les den mucho? ¡Ojo, pero mucho muuucho! Sólo hay que observar a nuestro alrededor para comprobarlo. Y, ¿acostumbra a suceder que los egoístas que sólo piensan en ellos (y ellas y ellis) en la vida las cosas les vayan mejor que los que no actúan así? Pues mire, en general, sí. Y, además, duermen muy tranquilos. Va con el paquete. Quién está muy encantado de haberse conocido, no tiene ningún remordimiento en pasar por encima de quien sea.

Eso, aplicado al jugador del Barça Démbélé, se resumiría de la siguiente manera: mis intereses particulares están muy por encima de los del club que me fichó, que me ha pagado un sueldo a pesar que mi rendimiento no lo ha justificado en ningún momento y que no siempre he sido tan profesional como para merecerlo, y que yo he hecho lo que me ha dado la gana porque me lo han permitido. Y ahora que me piden un gesto para liberar carga salarial y, de esta manera, poder reforzar el club con jugadores de calidad que permitan mejorar el nivel general, yo sólo pienso en mí e hipoteco el futuro de este club a corto plazo y perjudicando a mis compañeros. Y una vez he hecho todo eso, el "castigo" que recibo es que aquí no ha pasado nada y vuelvo a jugar.

Todo el mundo vela por sus intereses, por lo tanto no lo critico, simplemente constato. Y para insistir en la idea que la mayoría de veces se premian y salen beneficiadas las actitudes egoístas e insolidarias y, en cambio, quienes intentan contemporizar -o si quiere llamarle quién va para la vida con el lirio a la mano- es quien acaba mordiendo el polvo. Vaya, que el dembelismo como concepto es quien acostumbra a salirse con la suya. Pero aparte de esta constatación, una cosa que me interesa mucho de este caso es la parte laboral.

Un futbolista que cobra diecisiete millones trescientos once mil ochocientos cuarenta euros anuales por hacer lo que ha hecho Démbélé los últimos cuatro años y medio y que, por lo tanto, cuando a final de temporada se marche libre le habrán supuesto unos ingresos totales de ochenta y seis millones quinientos cincuenta y nueve mil doscientos euros no tiene que tener menos derechos que cualquier otro trabajador. Pero tampoco más. ¿Por qué Démbélé no puede ser despedido por no hacer correctamente su trabajo, ni por haber tenido una actitud poco profesional cosa que le ha impedido ocupar durante mucho tiempo su puesto de trabajo, ni por privar a su empresa de poder contratar trabajadores que mejoren los resultados, ni tampoco se le puede bajar el sueldo y, en cambio, cualquier asalariado sí? Con las indemnizaciones correspondientes, a no ser que sea autónomo, pero cualquier trabajador puede ir a la calle en cualquier momento sin muchas explicaciones. Y Démbélé no. Y su empresa se lo tiene que comer con patatas. Reconozcámoslo, la comparativa cuesta de entender. Sobre todo en un mundo donde el pan de cada día son los ERE, los ERTE, centenares de negocios cerrados y la precariedad laboral como constante. Un panorama de beneficio de unos pocos sobre la mayoría, el egoísmo de los privilegiados, y que, al final, es la gran metáfora de este caso.