Increíble. Esta mañana estaba tranquilamente en mi humilde domicilio elaborando unas croquetas de camello cuando, de repente, han llamado a la puerta. Era Josep Borrell, que había notado el olorcito y no ha podido resistirse a probarlas.

Cuando lo he visto allí plantado en el quicio y, consciente de sus grandes habilidades en el campo de la desinfección, he pensado conmigo mismo: "Vaya, pues con él aquí seguro que me quedan unas croquetas sanitariamente impolutas". Y le he dicho:

―Hombre, Josep, pasa, pasa.

Él ha pasado y hemos entrado en la cocina. Le he hecho sentarse en uno de los sofás que tengo para las visitas. Concretamente, el sofá pequeño, el de cinco plazas con piscina olímpica. Lo he puesto entre la sauna y la pista de pádel. ¿Sabe qué pasa? Cocinar me relaja mucho, pero mientras elaboro los sofritos me gusta hacer deporte. Por eso me instalé esto del pádel. Tuve que sacar el lavaplatos, pero ha valido la pena. Además, en casa no necesitábamos un lavaplatos tan grande.

Total, que con Josep hemos empezado a hablar de la cosa propia de sí misma. Así en general. Le he comentado que me gustó mucho la frase que excretó ayer: "Me preocupa más la unidad del Reino Unido que la de España, creo que el Reino Unido se dividirá antes". Le he dicho que cuando la oí me imaginé la cara de Theresa May. Bien, la cara y la reacción: "¡Ministros!... bien, los que todavía me quedan en el cargo... ¡Detengamos esto de la factura del Brexit, que aquí el tema de verdad es la fractura británica! ¡Que lo ha dicho Josep Borrell!".

O sea, según Borrell, la sociedad británica está dividida, las familias no se hablan y han decidido ya no compartir nunca más comidas elaboradas a base de los platos de la famosa cocina británica, los niños son obligados a hablar en británico en los patios de las escuelas y todo el país está lleno de golpismo, en general.

Y entonces le he dicho:

―Hombre, Josep, quizás ha llegado el momento de montar Sociedad Civil Británica, ¿no?

Y, ¿sabe cuál ha sido entonces su reacción? Me ha escupido. Bien, no a mí sino a la pasta de las croquetas. Sí, ya lo sé, quizás eso de incluir un gargajo de Josep Borrell en unas croquetas sería abrir la puerta a un nuevo concepto gastronómico. Quizás sería la oportunidad de mi vida, también lo sé. Después de la esferificación de Ferran Adrià, las croquetas de camello en el gargajo-escupitajo-esputo-expectoración-sipi-pollo de Josep Borrell. ¡IN-SU-PE-RA-BLE!

Pero en aquel momento me he bloqueado. Me ha pasado por delante de las narices mi gran oportunidad y no he sabido reaccionar. Una pena.

¿Ah, que no se cree que eso haya sucedido? ¿No se cree que Josep Borrell ha escupido en mi famosa masa de mis no menos famosas croquetas de camello? Pues allá usted, porque eso es totalmente cierto. Y a partir de ahora me dedicaré a ir diciendo que Borrell me ha escupido en las croquetas.

Perdón, ¿qué dice ahora usted? ¿Que no hay imágenes del momento? ¿Que no hay ninguna prueba? ¿Y qué? Eso da igual. A punto de acabar el primer cuarto del siglo XXI la verdad es lo que yo digo que es la verdad, no lo que es realmente la verdad. Por lo tanto, ya lo sabe, si quiere unas croquetitas, las mías tienen un sabor inimitable.