Ahora, aquí, desde esta ventana de la Vía Della Conziliacione y mirando de este a oeste, observe la majestuosa serenidad. ¿Qué, impresionando, verdad? La majestuosa serenidad de mi fe, claro. Bueno, y también observe la majestuosidad de la plaza de San Pedro y la de la Basílica, pero muy menor a la mía. Y respire fondo. Tres o cuatro veces. Sintiendo como el aire entra en todos los rincones de sus pulmones. Ahora expulse el aire. Lentamente. Y desde la paz espiritual adquirida, conteste: ¿No encuentra que eso de ser inmensamente creyente es sensacional?

O sea, tú dices que crees mucho y muy fuerte. Vaya, procuras que todo el mundo sepa que tienes unas convicciones religiosas muy potentes. Y después, con tus acciones diarias, predicas y haces justo lo contrario. Y cuando acaba el día, con aquella alegría (tralará, tralará), vas, te confiesas y al día siguiente, empezamos de cero. ¿No lo encuentra ES-PEC-TA-CU-LAR? Yo, desde que descubrí el invento, estoy fantástico conmigo mismo.

 

 

Observe que sencillo es el sistema: la cosa no va de ir extendiendo la bondad como quien tira piropos al paso de un angelito rubito que toca el arpa y que va acompañado del osito de Mimosín y del corderito de Norit, no. Justamente se trata de hacer lo contrario. Y con mucha afición e interés.

Ahora convocas una reunión con un señor importante de la judicatura y te pones de acuerdo para hacer cositas no muy legales contra otras personas. Ahora filtras a unos periodistas amigos unos papelitos no muy ciertos para hundir la imagen pública de gente que te molesta. Ahora mueves información fabricada artificialmente en un despacho para desacreditar un gobierno enemigo. Ahora inventas acusaciones y tramas relacionadas con la sanidad pública para intentar hundir políticos y, de paso, si puedes, hundir la propia sanidad que da servicio a quien tú dices defender y, atención, esa gente ¡¡¡TE SIGUEN VOTANDO!!! ¡¡¡Ha, ha, ha!!! Y, para acabar, haces todo lo que todo el mundo sospecha que haces pero que no pueden probar y haces lo que ni sospechan. Y cuando has hecho todo eso, te vas a ver a una persona que dice que tiene poder para perdonar pecados, te pregunta si estás arrepentido, tú le dices que sí, que mucho, él te perdona y... ¡¡¡TEMA RESUELTO!!! Y, ya libre de culpa, a soñar con los angelitos. ¿No es muy bonito?

Mire, ve allí en la esquina, en la tienda donde venden las medallitas del Papa. Ayer me compré cuatro. Y no de las que venden a los turistas a peso. No, no, de las buenas. Me las sacaron de dentro. Seguro que este gesto me perdona el trato dado a una periodista en una entrevista donde la muy desgraciada se atrevió a preguntarme cosas que no me apetecían responder. A mí sólo se me preguntan cosas amables y quien quiera tocarme las narices lo mando a la mierda rápido y me quedo con su cara. Y ojo, que conozco gente que tiene mucha información. Y ojo que conozco gente que sabe como fabricar información. Y ojo, en general.

Y ahora, si me disculpa, lo tengo que dejar. Tengo hora para confesarme y que me perdonen por haber dicho "mierda", haber amenazado a unas cuantas personas, haber dicho desgraciada a una desgraciada y haber tenido un ataque de ira. Que pasen un gran día. Vaya, cómo pienso hacer yo sin ningún tipo de remordimiento.