Hace muuuchos años que el mundo Jiménez Losantos (también conocido como Federico) ha desaparecido de mi vida. Es que ni para reír. Su acidez extrema me ha acabado provocando reflujo. Y, que caray, aunque sea para hacer befa, estar para según qué es darle a ese qué una existencia que ni merece ni es necesaria. La última vez que me interesó este ciudadano fue cuando una sentencia judicial dio como probado que el PP había financiado su chiringuito mediático con 400 mil euros provenientes de la caja B. O sea, que un partido político le montó una barraquita con dinero negro. Y lo encontré muy interesante a la hora de explicar cómo funcionan los medios de comunicación en España. Sobre todo, porque no sólo no pasó nada sino que él continúa en su púlpito dando lecciones de ética y de moral sin ningún problema, ni remordimiento. ¡SEN-SA-CI-O-NAL!

Pero esta mañana he visto que el hombrecillo era tendencia en las redes. "¿A quién habrá insultado esta vez? ¿Contra quien habrá evacuado su bilis?", me he preguntado con inusitada expectación. Y no, resulta que esta vez eran los monstruos que él ha creado los que se lo comían a él. El mismo día que el locutor le llamaba al ministro del Interior "nazi", "delincuente" y "asesino en serie" en un artículo en El Mundo, a él sus fieles oyentes también le llamaban asesino (pero sin ser en serie) y le añadian vendido, traidor, vacunazi, "rojo", lo acusaban de hacer "purgas comunistas" y lo bautizaban como "Pfizerico" Jiménez Losantos, haciendo un juego de palabras entre Pfizer y Federico. Muy mejorable, por cierto, pero el nivel es este. Y los más encendidos llamaban a hacer boicot a los productos que anuncia en su programa. ¿Qué había sucedido?, se preguntará seguramente ahora usted. Pues intento resumirle la cosa.

Todo empezó cuando dijo que los antivacunas son unos bebedores de lejía y empezó a desmontarles todas las mentiras que se inventan. La reacción han sido estos insultos y otros que ahora sería largo reproducir, amenazas y un acoso digital. Harto de la situación, hoy les ha contestado. Con su estilo: "Si alguien cree que nosotros empezaremos a abrazar la irracionalidad estúpida que mueven unos estafadores, que agitan a unos extremistas descerebrados, cuatro nazis en paro, que para amenazar de muerte, con arruinar o llamarnos asesinos cambiaremos, van de lado". Y ha enviado un aviso: "Esta gentuza que intenta hacerse con Vox, o con una parte de Vox, y que ahora tendrá una televisión para hacerse ver está tratando de chulearnos con los liberales que hemos sobrevivido desde hace más de 20 años en Libertad Digital y 13 en esRadio" (que son sus empresas). O sea, ¡cisma en la iglesia ultra! "¡Al suelo, que vienen nuestros moderados!".

Pero lo que ha hecho saltar definitivamente la banca ha sido la decisión de echar a un colaborador antivacunas que tenía por allí y que es conocido porque de cada diez frases que excreta, con una pretendida gracia e ingenio, catorce son mentira, once un insulto, seis una difamación y el resto son exabruptos próximos al vómito provocado por una indigestión de paté de rata caducado desde 1975.

Todo el mundo tiene derecho a crear sus monstruos, o cuándo durante años y años radicalizas a una minoría cada vez más desatada que nunca tiene suficiente irracionalidad y quiere más y más. Tu problema empieza el día que tus extremistas son tan extremos que a ti te consideran un blando y te devoran. Oh chico, ¿qué esperabas? Si a a la gente la acostumbras a la sangre, la gente quiere sangre y no le importa de quien sea, incluida la tuya. Y si le das mierda, igual. Pero, ¿sabe lo más terrible de todo esto? Que el día que contemplamos como los descerebrados se comen a su gurú creador delante de nuestros ojos es porque ha dicho una cosa con la cual estoy completamente de acuerdo y que creo que tiene toda la razón. ¡¡¡ME-MO-RA-BLE!!!