Hoy, niños y niñas, la rabiosa actualidad permite construir una bonita fábula para explicar un argumento no menos bonito que se repite desde hace tiempo en forma del cuento de nunca acabar. Lleva por título (la fábula): "La Generalitat que sólo gobierna para el 50% de los catalanes y margina el otro 50%". Y dice así:

Había una vez un país denominado Catalunya donde diversos partidos políticos de una determinada ideología intentaban demostrar que allí se discriminaba, se marginaba, se segregaba y se excluía a una parte de la sociedad. La que decían representar ellos. Para sostener esta versión no cierta de la realidad fueron inventadas varias excusas, una de las cuales era que el Gobierno indepe sólo gobernaba para los indepes y tenía olvidados a los unionistas.

O sea, según este argumento, si aumentaba el presupuesto de sanidad, por ejemplo, eso sólo afectaba a la parte de la sociedad afín a la ideología del Gobierno. De manera tal que cuando iban al médico, los indepes sacaban su carné de indepe y rápidamente pasaban a una sala especial, con servicio de catering y todo, donde eran atendidos con todos los lujos y atenciones. En cambio, los unionistas eran enviados a un asqueroso sótano con moho en las paredes y con un médico en prácticas por cada 150 mil ciudadanos.

Pasaba igual con las carreteras. Si se construía una nueva, los indepes tenían unos carriles especiales para poder circular, asfaltados con los mejores materiales, iluminados con la tecnología más moderna, bien pintados, con wifi, con gasolineras gratuitas y con de todo. En cambio, los unionistas eran desviados a caminos de carro llenos de agujeros, sin de nada y con bandas de malhechores que tendían trampas en medio del recorrido para que los pobres votantes unionistas tuvieran que detenerse y así poder atracarlos.

Pero, vaya por donde, resultó que un día apareció una cosa denominada Brexit que, sin saberlo destruyó este pobre y tan nuestro argumento. Pobre porque daba pena como argumento, pobre porque era poco sólido y nuestro porque sólo se usaba aquí. El Brexit consistía en una confederación de países cobijados bajo una unión denominada Gran Bretaña donde hicieron un referéndum para decidir si continuaban o no en la Unión Europea (UE). Ganó la opción de marcharse por un 51,9% contra un 48,1% que querían quedarse. El resultado rompió la sociedad en dos, sí, pero también sirvió para que Boris Johnson, declarado enemigo de la UE, llegara a ser Primer Ministro y aprovechara el cargo para despreciar e ignorar a los ciudadanos británicos que estaban a favor de seguir en Europa.

Pero, niñas y niños, a pesar de este posicionamiento tan partidista y tan sectario, a nadie (pero a nadie de nadie) le acudió decir que Johnson sólo gobernaba para una parte de los británicos. De la misma manera que nadie ha dicho nunca que el gobierno de Murcia o el de la Comunidad de Madrid, por poner un par de ejemplos, sólo gobiernan para la parte de la sociedad que votó PP, Ciudadanos y VOX.

Como tampoco ha dicho nadie nunca que en una sociedad tan fracturada como la española, donde cada mañana desayunan lanzándose la guerra civil por la cabeza, Pedro Sánchez sólo gobierna para los que son de izquierdas y margina a los votantes trifachitos. Es que no lo han dicho ni los mismos partidos que allí están en la oposición y que, casualmente, aquí también lo están y que son autores y aspersores del argumento del gobierno catalán marginador del disidente.

Y es así como gracias al Brexit esta trampa dialéctica queda totalmente desnuda, pero no sólo. Tac, tac y tac, carambola de fantasía que también desmonta aquel otro argumento según el cual en un hipotético referéndum celebrado en Catalunya tendrían que votar todos los españoles. ¿Usted ha votado el Brexit? ¿Usted ha votado si Gran Bretaña puede o no marcharse de la UE? ¿No, verdad? ¿Y los franceses? ¿Y los italianos? ¿Y los belgas? ¿Y los alemanes? ¿Y el resto de europeos? ¿Tampoco, verdad? Pues eso.

Y colorín colorado, esta fábula se ha acabado... y el argumento también.