Mientras no se mezclaron "oficialmente" con la plebe, todo fue bien. (Inciso, escribo "oficialmente" así entre comillas porque las monarquías sí que se mezclaron a menudo con la plebe de manera extraoficial. Y muchas veces los resultados eran tan reales -de realidad y de realeza- que les llamaban hijos bastardos). Pero un buen día decidieron empezar a airear la sangre en público y entramos en la era de las bodas con PENPAM (Personas no Pertenecientes A Monarquías). Y aquí fue cuando la cosa empezó a ir por la cornisa. ¿Por qué?

Pues porque una cosa antigua y anacrónica quiso ser moderna y tener sentimientos y opiniones. Y las monarquías no pueden tener sentimientos ni opiniones porque entonces pasan a ser como usted y como yo. Y si son tan vulgares como nosotros, la institución pierde el púrpura y deja de tener sentido. Pero después vino el efecto PENPAM 2.0, consistente en que "no somos de ese mundo", nos beneficiamos de pertenecer a él, pero no mucho|. Aquello que decimos estar en misa y repicando.

El último caso es el de Harry y Meghan Markle, padres de Archie. Harry es el artista antes llamado "príncipe" y que ya no lo es porque la pareja decidió llevar una vida independiente fuera de Gran Bretaña y eso le obligó a dejar de utilizar sus títulos. Meghan es su PENPAM. Y Archie es la criatura de los dos y la causante de la declaración más polémica de la entrevista que les hizo Oprah Winfrey, la presentadora más famosa de los EE.UU., y que fue emitida ayer. Meghan afirma en la conversación que la monarquía británica sufría por el color que acabara teniendo Archie. Sobre todo si salía más oscurito de lo que el pantone real admite. Por lo tanto la chica descubrió que, VAYA POR DIOS, ¡la monarquía británica es racista! Oh, Meghan... ¡¡¡pero, qué me estás container!!! ¡Qué sorpresa! ¿Sí, de verdad? Pues cuando alguien descubra que la monarquía española es tan machista que el actual rey no es Helena de Borbón, primogénita de Emérito I y Sofia la Gran Profesional, sino el tercer hijo que tuvieron y porque era niño, ya verán qué disgustito tendrá la humanidad.

Tú no eliges donde naces y tienes todo el derecho a renunciar a pertenecer a la familia donde un óvulo fecundado permitió tu existencia. El gesto de dar un portazo y marcharse dignamente está muy bien, sobre todo si lo haces en un palacio y eres príncipe. Ahora bien, la definición de renunciar es: "Abandonar por voluntad propia una cosa que te pertenece o a la cual tienes derecho". A-BAN-DO-NAR. Si te vas, pierdes el título, pero también el resto. Si Harry y Meghan no hubieran sido miembros de la monarquía británica, hubieran nacido en Birmingham, una de las ciudades del país más castigadas por la crisis, y se hubieran ido al Canadá a buscarse un futuro, ahora no vivirían en una casa de 15 millones y como mucho los entrevistarían en las oficinas de bienestar social para tramitar una ayuda para Archie.

Si tú perteneces a una familia real, decides casarte por amor y después dices que renuncias a todo, estarás faltando a la verdad. Porque nunca serás como el resto. Y si no que lo pregunten a la parte de la Familia Real española que ya no lo es y en la cual no hay ni uno que trabaje.