Imagine que usted decide marcharse de vacaciones con sus hijos a medio curso escolar y que el ayuntamiento de su ciudad le impone una multa "por el desprecio flagrante de las reglas de la escuela". E imagine que la cosa acaba en el Tribunal Supremo. Pues eso ha pasado en el Reino Unido, concretamente en la isla de Wight. Y la batalla continúa en los tribunales entre padres y administración. Un caso para reflexionar y debatir, ¿no cree?

Todo empezó en abril del 2015, cuando el matrimonio formado por John y Sally Platt cogió a sus hijos, incluida la niña de seis años, y se fueron una semana al parque Disney de Orlando. El padre lo justificó diciendo que era la única época del año en que les era posible hacer el viaje con todos los niños, pero la escuela le negó el permiso porque esos siete días "perjudicaban el desarrollo de la niña y el del resto de alumnos". Lo cierto es que viajar cuando lo hicieron es un 50% más económico que en los periodos oficiales de vacaciones escolares. Total, que a la vuelta la familia se encontró con una multa del Consejo de la isla por valor de 70 euros (60 libras). ¿Motivo? Desobediencia.

Los padres presentaron una demanda y el mayo pasado el Tribunal de Primera Instancia les dio la razón. Pero la municipalidad recurrió al Supremo, que ha acabado dando la razón a la escuela. Ahora la multa sube a 150 euros, a los que hay que añadir los 14 mil del proceso.

La familia seguirá litigando porque considera que la sentencia les impide "ser el árbitro final de lo que consideramos que es correcto para nuestros hijos" y que "a partir de ahora resulta que cada ausencia no autorizada, incluido llegar un minuto tarde, es un delito criminal".

La vicepresidenta del Supremo británico dice que si unos padres deciden llevarse a los niños cuando les apetezca, otros también podrían hacerlo y que "los sistemas educativos esperan que la gente respete las reglas, pero cuando eso no sucede, se comete una injusticia con los padres obedientes que sí cumplen el reglamento, a pesar de los inconvenientes".

Entiendo, por lo tanto, que el Estado plantea el debate exclusivamente desde el punto de vista del cumplimiento de las normas: "si yo digo que los chiquillos no pueden faltar a clase, los chiquillos no faltan a clase y quien falte, multa por saltarse la ley". Porque a estas edades, por ejemplo, a menudo hay ausencias por enfermedad y eso no perjudica el desarrollo educativo del resto de niños, como argumentaba la escuela y esta situación, evidentemente, no se sanciona.

Y entiendo que el padre lo plantea desde su libertad de decidir cuándo quiere hacer vacaciones con sus hijos, que es justo cuando puede o cuando le sale más económico el viaje al lugar que todos los niños sueñan con visitar. Pero, para la niña y para su educación, ¿qué es más beneficioso: una semana de escuela o una semana con sus padres y hermanos viendo al señor Mickey y a su encantadora esposa, la senyora Minnie?

Porque, por encima de las normas de obligado cumplimiento de los unos y de la vulneración de las normas establecidas de los otros, ¿alguien ha pensado en la niña? ¿Qué es lo mejor para ella? Y cuando digo esto también pienso en los 14 mil euros que la broma le ha costado de momento a sus padres, un dinero que podría haber sido usado cuando la niña tenga edad para ir a la universidad o, directamente, para haber contratado al señor Mousse en persona para darle clases particulares. Y unas cuantas...