Segunda Guerra Mundial. Para derrotar a los nazis, los aliados necesitan llenar la parte oeste del continente europeo con miles de soldados y toneladas y toneladas de material. Los alemanes lo saben y refuerzan las defensas en la costa francesa.

Y llega el día. En el bando aliado todo el mundo sabe que los que viajan en las primeras lanchas que llegarán a la costa van a una muerte segura. Pero todo el mundo sabe también que su sacrificio es fundamental para que detrás de ellos desembarque el grueso de las fuerzas que tienen que dar la victoria final. La cruda realidad de la guerra resumida en un rincón de playa: hace falta sacrificar miles de vidas para salvar millones de vidas y conseguir la paz.

Y llegó la primera lancha. Y la segunda. Y la tercera... Y, cuantas más lanchas llegaban, más fácil era sobrevivir a una lluvia de muerte en campo abierto. Y paradójicamente cuantos más cuerpos abatidos habían, más posibilidades tenían los que llegaban detrás de tener una trinchera que les permitiera salvar la vida. Es imposible saber a partir de qué lancha empezó a haber supervivientes de entre los soldados aliados, pero el sacrificio de los primeros y la insistencia de los siguientes permitió girar la situación y que, en un momento dado, para los nazis fuera imposible detener la ofensiva. Y aquí empezó la victoria final aliada.

La metáfora sirve para explicar las renuncias que estos días hay en las primeras filas indepes. Mundó, Mas, Forcadell, Lloveras... Y las que vendrán. Iban en las primeras lanchas, como iban los miembros del Govern que están o han estado a prisión o los que están en el exilio, los Jordis, los condenados por el 9-N o todos los que van en la última serie de imputaciones.

De todos ellos y ellas, seguramente se podrá salvar alguno. Entendiendo "salvar" como poder seguir en primera línea política. Pero la mayoría caerán. ¿Es una putada? Sí. Habrá gente que tendrá que dejar la política definitivamente, otros además quizás perderán su casa y, finalmente, veremos cuántos acaban definitivamente en prisión. Pero hacía falta que alguien fuera en las primeras lanchas. Y fueron ellos. Y ellas.

De los indepes depende ahora que continúe el desembarco. Porque la única manera de ganar la guerra es que sigan llegando lanchas a la costa. Y, seguramente, seguirá habiendo bajas, pero llegará un momento en que la situación girará. Es cuestión de tiempo, paciencia y perseverancia. De hecho, seguir desembarcando es la única opción. Porque si no, 1/ la invasión será del continente hacia la playa y 2/ las bajas de las primeras lanchas no habrán servido de nada.

(Aviso MUY importante: este artículo es una metáfora. Metáfora: "Uso de la imagen de una realidad determinada con el significado de otra parecida". Por lo tanto, no estamos ante una incitación a empezar ninguna guerra mundial. Ni local. Ni de almohadas. Ni de ningún otro tipo. En caso de duda, consideren que lo que acaban de leer es como una chirigota. Vaya, que yo no soy ningún rapero, ni ninguna revista de humor, ni ningún tuitero indeseable, sino alguien que tiene un sentido del humor sanote. Piensen en que si me situaran ante de una chirigota que me preguntara si le perdonamos la vida a un Puigdemont que está a punto de ser decapitado, yo sería de los que, entre risas desencajadas, gritaría ¡NOOOOO

Ha, ha, ha, es que tengo un sentido del humor tan políticamente incorrecto, pero tan noble, que no me lo acabo...)