Todo vuelve. Y estamos allí mismo. Como con el caso Ramón Sampedro. ¿Lo recuerda? Amenábar convirtió su historia en "Mar adentro", una película donde Javier Bardem era la cara del personaje.

Por cierto, hablando de Ramón Sampedro, ponga su nombre en google y vaya a imágenes. En todas las fotos está riendo.

Ahora el caso es el de José Antonio Arrabal. En agosto del 2015 le diagnosticaron una esclerosis lateral amiotrófica (ELA). En este poco tiempo, su salud se ha deteriorado hasta niveles que él ha considerado insoportables. Tanto, que el domingo pasado llevó a cabo su decisión: tomar unos medicamentos comprados por internet (y por lo tanto, sin ninguna garantía) y, en la soledad más absoluta, dejar de respirar. Grabó el momento y lo envió al diario El País, que lo ha colgado hoy.

Y vuelve el debate sobre el derecho a morir dignamente asistido por alguien. ¿Qué dice ahora mismo la ley? Pues mirémonos el artículo 143 del Código Penal:

  1. A quien induzca al suicidio de otros será castigado con la pena de prisión de 4 a 8 años.
  2. Se impondrá la pena de prisión de 2 a 5 años a quien coopere con actos necesarios para el suicidio de una persona.
  3. Será castigado con la pena de prisión de 6 a 10 años si la cooperación llegara al punto de ejecutar la muerte.
  4. Quien causara o cooperara activamente con actos necesarios y directos en la muerte de otro, por petición expresa, seria e inequívoca de este, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas en los puntos 2 y 3 de este artículo.

Por lo tanto, y para resumir, si decides morir dignamente antes de que una enfermedad te quite la condición de persona, la ley dice que tienes que hacerlo en total soledad. Bien a no ser que quieras que la gente que te quiere, además de perderte, te tenga que recordar desde la cárcel.

José Antonio decidió grabarse para llamar la atención sobre la falta de una ley de suicidio asistido y eutanasia. Y para hacer un reconocimiento a su mujer y a sus dos hijos. En el vídeo lo dice: "No me voy por cobarde, ni porque esté solo y piense que me cuidarán mal. Al contrario. Tengo una mujer y unos hijos que sé que se desvivirían por mí".

Ahora sólo falta que los legisladores se pongan a ello. Y de una vez. Porque no se trata sólo de poder mantener la dignidad humana hasta el último momento de tu vida sino de poder compartirla. Entre morir solo y poder hacerlo rodeado de los tuyos, la diferencia es total. Sobre todo cuando estamos ante el acto de amor más bestia que puedes hacer cuando alguien a quien quieres ha tomado la decisión y quiere compartirla contigo.