Minuto y resultado: No hemos salido todavía de la segunda oleada de la COVID y ya estamos hablando de cómo será la tercera. Vivimos en una sociedad que cada día es más como somos los catalanes con la comida. De la misma manera que cuando un grupo de compatriotas se sienta a la mesa acaba hablando de lo que se zamparán en la siguiente comida y recuerdan algunas del pasado, la ciudadanía y los expertos que estamos en una oleada disfrutamos especulando sobre como y cuando será la siguiente. Espectacular.

Cada día desayunamos con los datos de contagiados, el rebrote, la curva y el bla, bla, bla. Y al final de todo, la cifra de muertos. Como de paso. Hacía días que íbamos muy bien, dentro de la gravedad. Y bajaban unos índice que, como somos gente de buena fe, nos los creemos. O lo hacemos ver. Yo ya le digo que la de contagiados, no, no me la creo. Ni desde el primer día. Porque es imposible saberla, a no ser que cada dos días toda población se haga la prueba. Y la cosa no va por aquí. Y sobre la cifra de muertos... pues mire, tengo días de todo. Y lo repito por enésima vez, no porque haya voluntad de esconder nada, sino porque será imposible saber nunca la gente que ha muerto directa o indirectamente por la COVID.

Lo que si sabemos a ciencia cierta es que ya no vamos tan bien como hace dos días. Hemos pasado del "váyanse, váyanse de puente, pero si acaban saliendo el martes o el miércoles para evitar las restricciones perimetrales del viernes por la mañana, recuerden que hasta el lunes no cambiaremos de tramo y hasta aquel día no se podrán mover del término municipal donde vayan. ¡Aaay, malotes!". A un "¡QUIEEEEETOS! Por favor, tengan la amabilidad de no salir o salir, pero poco".

Hemos pasado de "en Navidad quizás los niños cuenten como animal o cosa" a "el día de Navidad, hagan el favor de ir a la cocina de uno en uno a comerse los galets, con la ventana de la galería bien abierta, expeliendo los aerosoles para sus adentros y cuando vuelva al lado de los de su burbuja, empaquétese con papel film". Y hemos pasado del "si la R -la famosa R- llega al 0,90, no pasaremos de tramo ni nada" a "estamos en 0,89 y subiendo los peldaños de cinco en cinco, pero adelante con los cambios de tramo".

Ya teníamos claro que enero sería complicado porque pagaríamos las consecuencias de abrir por Navidad. Ahora ya nos olemos que lo tendremos claro desde mitad de diciembre. Y quizás también en febrero. ¿Febrero? ¿He escrito febrero? Siiií, este fantástico mes con sus fantásticas elecciones. Bien, o no... O no las elecciones, que el febrero no ha sido suspendido. De momento.

Y ahora apelan, nuevamente, a nuestra responsabilidad. Y nosotros volvemos a decir que nosotros no somos. Porque nosotros lo hacemos todo bien -en casa y fuera de casa. Y todos los bares y todos los restaurantes también lo hacen todos muy bien todo, y todos los teatros y cines, y los gimnasios, y las peluquerías, y las estéticas, y las escuelas y universidades, y los transportes públicos... Todo el mundo lo hace todo de maravilla, pero a la que abren un poquito el grifo aumentan los contagios. Y eso quiere decir que alguien no lo hace bien. ¡Y este alguien siempre son los otros, que ya está bien hoooombre!

Aumentan todas las cifras y a mucho peor, pero nosotros queremos ir de puente. Y celebrar las comidas de Navidad exactamente igual que cada año. Y queremos decidir ahora qué haremos, donde, como y con quien. Y ya queremos saber el menú. Porque a nosotros no nos sucederá nada. Porque las cosas siempre les suceden a los otros, que no controlan. No como nosotros, que lo hacemos todo muy bien. Y eso es exactamente lo mismo que pensaban las 15.967 personas, que, oficialmente, han muerto a fecha de hoy en Catalunya. Y, fíjese, ahora ya no lo piensan. Ni se tienen que preocupar por lo que comerán el día de Navidad, ni donde, ni con quien.