Pues sí, el PP ha ganado en Madrid. Como siempre. Bueno, al menos el siempre que es así desde hace 26 años. Y cuando no gana, pacta con sus marcas blancas o tienen un Tamayo a mano. Un Tamayo y una Sáez. Dos diputados socialistas que fueron sobornados porque detrás había un proyecto que no se podía detener. Aquel taloncito era la calderilla que los ricos lanzan a los pobres con el máximo desdén posible y una propina necesaria para alcanzar aquel Madrid DF que entonces se empezaba a construir. Que, al final, va de eso. Una megaciudad que chupa todo lo que tiene a trescientos kilómetros alrededor y que necesita empoderarse. Por eso el PP de Madrid se ha convertido en un partido nacionalista-regionalista. Ojo, pero juicioso. Una mezcla entre Miguel Ángel Revilla y Josep Antoni Duran i Lleida.

Total, que ahora todos somos expertos en Madrid y analizamos qué ha pasado en un martes primaveral que nació hace unos meses en Murcia. Allí, uno de estos que saben tanto de política y que idean maniobras geniales abrió un melón que resultó ser una mina. Y no de agua, no. De las que explotan. Como dicen en este Madrid tan ayusista "en toa la boca". Un intento socialista de situar Ciudadanos en el mapa para conseguir cambiar la geometría variable existente en aquel momento en el Congreso de los Diputados, ha acabado en la eclosión del fenómeno Díaz Ayuso. Veremos hasta dónde llega, pero de momento no le falta ni discurso, ni estrategia. Pero eso ya lo intenté explicar ayer...

Ha sido una campaña a saco. De los unos contra los otros y de los otros contra los unos. Como dicen los futbolistas clásicos, "llevando el cuchillo entre los dientes". ¿Resultado? Ha ido a votar al 80,73% del censo. Eso puede querer decir dos cosas sobre el electorado: 1/ Le va la marcha o 2/ Va a votar más cuando se trata de hacerlo con la víscera. En cambio el escrutinio ha sido más sosegado. En algunos momentos me recordaba aquellos problemas de la clase de matemáticas del tren que sale de un punto A a una velocidad de 100 por hora y uno que sale de un punto B a 80 por hora y había que saber dónde se cruzarían. Bien, aquí se trataba de saber la hora de los resultados y del toque de queda de las 23 horas. Y en algunos momentos parecía que estos dos trenes se encontrarían de cara.

Mañana será día de analizar detenidamente las cifras de los derrotados, uno de los cuales es un gran ganador. Sí, hablo de Mas Madrid. Pierde porque no suma con las izquierdas, pero triunfa porque consigue un empate técnico con el PSOE que a la hora de publicar esta pieza lo convierte en la segunda fuerza política de la Comunidad. Ellos son realmente la nueva política y un fenómeno para analizar. Su reto, y quizás su error, serán intentar traspasar este modelo de éxito ―de momento madrileño― a la política española.

La hostia del PSOE es brutal. Con un aumento de 12 puntos en la participación, ellos bajan 10 y medio. Con ciento setenta mil votos más en las urnas que en las últimas elecciones, Gabilondo pierde más de trescientos mil sufragios. Eso dará gasolina al PP durante días y servirá a Casado para intentar erosionar a Sánchez. Falta saber si será gaseosa o tendrá más recorrido. Eso sí, este fracaso evita elecciones en España durante un tiempo.

Hablar de Ciudanos incluso da penita. De veintiséis diputados a ninguno. Son el nuevo UCyD. Aquella UPyD que se deshizo como un azucarillo pero poniéndole su C en vez de la P y rememorando aquella UCD que el vientecillo se llevó. El partido que siempre estuvo a punto de todo, ahora tiene un futuro que pasa para reconvertir sus sedes en supermercados.

¿Y Vox? Ah, la ultraderecha... Los resultados hacen que Ayuso no los necesite y se saca de encima el monigote. Seguirán allí, pero sin tocar moqueta. Y finalmente, Podemos. Pablo Iglesias ha conseguido 10 diputados, tres más que ahora hace dos años y cuando las encuestas le daban cero, pero ha tenido la excusa perfecta para hacer lo que se veía venir que haría. Al menos de momento: irse. Con permiso de las vacunas, tenemos mucho trabajo para analizar y muchos días para hacerlo.