Julio de 1977, la humanidad descubre que EE.UU. ha estado probando en secreto una cosa denominada bomba de neutrones o "bomba limpia". ¡SEN-SA-CIO-NAL! Una bomba "limpia", en contraposición con el concepto de "bomba sucia", intentaba instalar la idea de que era una bomba buena, amable, que se duchaba cada día. Vaya, una bomba que era una bellísima persona. El nombre, posiblemente, fue uno de los primeros ejemplos de lo que después sería la moda consistente en el uso de eufemismos diversos para evitar llamar a las cosas por su nombre real.

El caso es que la bomba era limpia porque solo mataba gente y dejaba los edificios enteros. Un detalle muy bonito, por otra parte. The New York Times dijo que era una bomba capitalista porque preservaba la propiedad privada. Sus defensores (los de la bomba) decían que sería muy útil, sobre todo en Europa, porque no estropeaba "el patrimonio histórico y cultural de sus edificios". Un detalle lleno de tanta sensibilidad no me negará que merece un abrazo muy cordial para sus autores, ¿verdad?

Los eufemismos sobre las armas, usados para no decir que matan personas, han ido evolucionando hasta llegar a Josep Borrell, actual ministro de Asuntos Exteriores. Él es el autor de la simpática frase expresada el jueves: "A Arabia Saudí enviaremos armamento de precisión que no produce efectos colaterales" porque "dan en el blanco con una precisión extraordinaria". Y, la verdad, esto es un consuelo que ni se lo puede imaginar. Sabiendo eso, que hacen diana con gran precisión, es decir que matan bien, ahora ya estoy mucho más relajado.

El problema de la cosa es que Borrell ha tenido que hacer este equilibrismo para salvar un acuerdo con los saudíes que incluye construir cinco corbetas en los astilleros de San Fernando (Cádiz). O sea, los señores del reino de Saúd le dijeron a España: si queréis un contrato multimillonario para hacer unos barcos y dar trabajo a una zona con graves problemas de paro, os coméis eso de vendernos las armas. Y España solo pudo escoger si se lo comía con patatas al rescoldo o con patatas fritas.

No, no acabaremos con las guerras. Y los humanos seguiremos fabricando armas para matarnos porque 1/ son un gran negocio y, 2/ sobre todo, porque nos matamos entre nosotros desde mucho antes de Atapuerca. Pero hombre, un poquito de respeto por nuestra inteligencia sí haría falta, ¿no?

Si Borrell, o quien sea, sale a decir que venderán bombas muy bonitas porque son sencillas y tiernas, quiere decir que se cree que somos imbéciles. No, oiga, ya puede decirnos la verdad. Las armas matan, con precisión o sin ella. Y todos lo sabemos porque hace años que nos afeitamos (o nos depilamos). Y, a veces, para no arruinar una zona ya lo bastante arruinada y para evitar conflictos sociales derivados del no futuro, un estado tiene que vender armas y si hace falta tiene que venderse el alma. Y una parte de la opinión pública estará de acuerdo con hacerlo y otra no. Y vender armas a un país como Arabia Saudí es motivo de crítica. Mucha. Pero eso va con el sueldo del político. La vida es dura. Y la del político, más.

En todo caso, es mejor recibir críticas por tomar decisiones que pueden gustar más o menos que por intentar engañar (mucho) a la gente con explicaciones de nivel de clase de los Delfines.