El Español es un equipo "pequeño". Y pobre. Y la gran ironía es que para sobrevivir tuvo que venderse el alma, como antes se había vendido las raíces.

Total, que de ser un equipo que jugaba en el barrio de Sarrià de BCN y con presidentes de aquí que iban haciendo lo que podían (unos más que otros), pasó a ser un club que para no ser no es ni Cornellà ni de El Prat y gobernado por un señor que no tiene ni idea de fútbol, que desconoce el país y la gente y por lo tanto desconoce quién le puede gestionar el club con garantías (tanto profesionales como económicas) y que vive a miles de kilómetros de aquí.

Los equipos "pequeños" como el Español sólo sobreviven (y sobrevivirán) si tienen alma, si están arraigados a una ciudad, si tienen un proyecto que pertenece a un lugar. El fútbol es un negocio, sí. Un gran negocio. Pero lo es sólo para unos cuantos clubs europeos que son marcas mundiales. Dos o tres por país. El resto tienen que aspirar a ir sobreviviendo gracias a que son un sentimiento de la gente y tienen una masa social arraigada que le da sentido al proyecto. Sin eso, bajar a segunda es sólo un primer paso, que si no se corrige, conduce al abismo.

A los pericos, sobre todo a los que a pesar de serlo son amigos míos, una pregunta: ¿qué sucedería si el actual propietario decidiera irse por culpa de la crisis económica mundial o porque el juguete ya no lo entretiene? ¿Hay futuro?

Y con respecto al Barça, ahora hemos descubierto cuál es el actual criterio a la hora de comprar y vender jugadores. Hasta ahora habíamos visto fichajes muy estraños de jugadores muy extraños por los cuales se pagaban unos precios muy extraños. ¿Recordemos, por ejemplo, el caso de Geovanni Deiberson? Un personaje que Chus Pereda consiguió fichar por 12 millones de euros y por el cual el Barça acabó pagando 18. Pereda explicó que cuando se interesó por esta considerable diferencia de precio, el entonces director deportivo, Anton Parera, le dijo: "Chusin, el precio lo pongo yo".

Pues bien, ahora se compran y se venden jugadores no porque interese lo que puedan aportar sino... ¡¡¡para poder cuadrar las cuentas!!! ¡SEN-SA-CI-O-NAL! Es lo que ha sucedido con Arthur, que ha pasado de ser "el nuevo Xavi" a formar parte de un canje comercial con otro jugador de la Juve, un tal Pjanic, que no viene para jugar a fútbol sino para poder hacer economía creativa. Los clubs tienen que tener alma, efectivamente, y el Barça la tiene. Y es uno de los clubs más potentes del mundo, ciertamente. Y tiene una marca tan global que cuándo ves las terribles imágenes de un desprendimiento en una mina de Birmania, observas cómo una de las personas que consigue salvar la vida lleva una camiseta azulgrana. Pero los grandes clubs también necesitan tener criterio. Porque quizás una día la gallina de los huevos de oro tiene un dolor de barriga y empieza a hacer los huevos de madera y aquí nadie es imprescindible.

No sé si es muy buena idea hacer venir jugadores que no quieres pero que tienen que venir para no tener que presentar un balance con pérdidas, tener que vender jugadores de la cantera para hacer caja cuando podrían jugar en el primer equipo, fichar jugadores que no tienen espacio en un equipo que juega diferente a sus cualidades y que además te han troleado (Griezmann, por quien en julio del año pasado pagaron 120 millones de euros), fichar cromos que amarillean en dos días (Coutinho, 160 millones en enero el 18) o traer gente que tiene muy mala suerte con unas lesiones tan misteriosas como su vida privada (Dembele, 140 millones en agosto del 17).

Gastarse 420 millones de euros en tres años con tres jugadores que no han ofrecido ningún rendimiento no hacen bajar a segunda ni afectan al alma de un club grande, pero des-animan.