Àlex Garrido era hasta este fin de semana el alcalde de Manlleu. Ha dimitido después de que haya aparecido un vídeo donde se lo ve en un local público en estado de embriaguez. Por lo que explicaba Crónica Global, que es quien hizo públicas las imágenes, los hechos sucedieron "hace unas semanas" en un restaurante "lounge" de Port d'Aro. Garrido fue invitado a abandonar el local por haber bebido demasiado, cosa que hizo sin problemas. Es decir, no hubo ningún tipo de incidente, ni ninguna pelea, ni lo pillaron conduciendo. Estaba en un bar sin meterse con nadie.

No, este pieza no va de criticar o de no criticar al alcalde desde el punto de vista humano y personal, porque nadie es nadie para criticar nada de los comportamientos privados de la gente. Va de los comportamientos públicos. Sobre todo del debate abierto en la red entre los que criticaban que un alcalde estuviera borracho en un restaurante y los que consideraban desproporcionada una dimisión por eso. Entre los primeros, los que decían que un cargo público no puede ofrecer este ejemplo y esta imagen, y menos en plena pandemia. Y entre los segundos, el profesor y exdiputado Germà Bel que tuiteaba "Es un despropósito que el alcalde de Manlleu tenga que renunciar por actitudes de su vida privada que no infringen norma legal ni hacen daño a terceros. Le 'han exhibido' un pequeño vicio, sí. Pero la perfección no existe; y quien no tiene vicios pequeños visibles, lo tiene grandes escondidos. Ojo". U otros que iban más allá y calificaban las consecuencias de los hechos como un efecto de la oleada de puritanismo en un mundo donde cada vez se recortan más libertades.

Y ahora usted me dirá: "¿Y el señor juntaletras, qué piensa de esta historia"?. Pues mire, de la misma manera que a veces un alcalde no tiene más remedio que tomar decisiones que quizás acaban perjudicando a algunos de sus ciudadanos, cuando un alcalde tiene la mala suerte de que lo pillan como pillaron al de Manlleu y lo graban, tiene que asumir las consecuencias. ¿Hasta dimitir? Donde hemos puesto actualmente el listón entre todos, sí. ¿Tiene derecho un alcalde a emborracharse, en su casa o fuera, siempre que esta circunstancia no provoque ningún incidente de orden público? Allá él (o ella), pero en una sociedad en la cual los políticos están permanentemente observados con un microscopio, el debate, creo, es si les estamos exigiendo lo que no le exigimos al resto de los ciudadanos.

La profesión de político es la más expuesta al chismorreo, a la crítica y a la censura. Cuando entran, su vida privada pasa a ser totalmente pública, con exigencias como la de tener que declarar todo lo que tienen, una absurdidad muy fácil de vulnerar por quien sí que ha entrado en política para enriquecerse. Un político tiene que estar siempre vigilando qué dice y a quién lo dice, por si las moscas. Por culpa de la minoría que roba para él y roba para financiar su partido, todo el resto han pasado a ser sospechosos. Pero, permítame que le haga una pregunta: ¿Recuerda escenas de jugadores de fútbol y de baloncesto borrachos en desfiles de celebración de títulos y haciendo ostentación de un consumo excesivo de alcohol? ¿Sí, verdad? ¿Por qué tiene que dimitir el alcalde de Manlleu y no tiene que hacerlo (o al menos pedir perdón) un deportista, que es un ídolo para millones de niños de todo el mundo y que el ejemplo que les da es el de ir totalmente embriagado en público? ¿Qué le hace más daño a esta sociedad de doble moral, un alcalde bebiendo en un local o un deportista bebiéndose incluso el agua de los jarrones en la parte superior de un bus de dos pisos ante centenares de miles de personas?

Y finalmente, lo que me da vueltas por la cabeza: ¿quien grabó las imágenes reconoció al alcalde inmediatamente o las grabó porque vio a alguien bebido? Sea como sea, ¿han ido corriendo de grupo de whatsapp en grupo de whatsapp hasta que han llegado a alguien que ha creído que eso era noticia? Y aquí llegamos a la gran pregunta de todas las preguntas: ¿realmente era noticia?