Este domingo, Italia vuelve a las urnas, en este caso para dilucidar acerca de una reforma constitucional, de la continuidad del primer ministro, Matteo Renzi, e incluso del futuro del euro. Últimamente, los grandes movimientos de la historia, e incluso las insurrecciones, se hacen a través del voto. ¿Superará Roma la profecía que circula en el entorno de Donald Trump de que estamos ante "una revuelta mundial", algo que va más allá de Washington y del Brexit?  

Los italianos votarán por rebajar el poder del Senado para evitar los continuos roces con la Cámara (lo que da lugar a una parálisis institucional, que todo el mundo reconoce), así como otorgar mayores poderes al gobierno central.

Se trataría, según Renzi, de hacer de Italia un país más fácil de gobernar. Esto no gusta a los italianos porque por esa vía se llegó a Mussolini y porque, además, existe una tremenda resistencia al cambio y a las reformas, al igual que se da en Francia, donde los ciudadanos aman más seguir sus predisposiciones que guiarse por un consenso de bien general.

Las encuestas de opinión indican una ventaja de entre 5 y 6 puntos para el no, con un 20% de votantes indecisos.

De ganar el frente del rechazo se celebraran unas elecciones generales (otra opción sería la formación de un nuevo Gobierno). Beppe Grillo, líder del movimiento Cinco Estrellas, junto con la Liga del Norte, trataría de promover "soluciones nacionales" a los problemas de Italia, comenzando con el regreso a la lira. La deuda italiana asciende al 132% del PIB y las dudas sobre su devolución podrían devolver al euro a una gran crisis, como la que llevó a Mario Draghi a salir a la palestra del BCE en 2012 y asegurar que "haría todo lo necesario" para evitar lo peor.

Una revolución política que se extenderá de Europa a Asia, de América Latina a la India

En este difícil momento para Europa, Steve Banson, un personaje de afilada inteligencia, ex Goldman Sachs y asistente en su juventud del jefe de las operaciones navales del Pentágono, que estará "a cargo de la visión y el relato de la política" de la Casa Blanca con Donald Trump, profetiza una revolución política que se extenderá de "Europa a Asia, de América Latina a la India". En su credo, del que dio cuenta en el Vaticano en 2014 en una conferencia de católicos conservadores, prima "el empleo para todos, del retorno de las fábricas, la soberanía económica, el control de las fronteras, la lucha contra el islamismo radical, la ley y el orden". En breve, una vuelta a la edad de oro en la que el capitalismo aseguraba ya la seguridad de la mayoría.

Coincidiendo con este pronóstico global, un informe sobre el Desarrollo sobre Oriente Medio de la ONU publicado el 29 de noviembre advierte de que "otro despertar árabe se avecina".

El informe señala que los poderes públicos de la zona tienen dificultades para percibir la situación de la calle, especialmente la de los jóvenes. A medida que los estados fracasan, dice, los jóvenes se identifican más con su religión, secta o tribu que con su país. En 2002, cinco estados árabes estaban sumidos en un conflicto. Hoy son once. Para 2020, según el informe, casi tres de cada cuatro árabes podrían "vivir en países vulnerables al conflicto".

La población de jóvenes árabes (de 15 a 29 años) alcanza los 105 millones y está creciendo rápidamente, pero el desempleo, la pobreza y la marginación están creciendo más rápido. La tasa de desempleo de los jóvenes, del 30%, representa más del doble de la media mundial del 14%. Casi la mitad de los jóvenes árabes que buscan empleo no lo encuentra (contra un promedio mundial del 16%).

Estamos en una situación mucho peor que antes de la primavera árabe

Sin embargo, el control de la política sigue siendo el dominio de una élite a menudo hereditaria. "Los jóvenes están atrapados por un sentimiento inherente de discriminación y exclusión", dice el informe, destacando un "debilitamiento de su compromiso con la preservación de las instituciones gubernamentales". "Estamos en una situación mucho peor que antes de la primavera árabe", dice Ahmed al-Hendawi, un jordano enviado de la ONU para la juventud.

Por falta de movilidad social y física en el hogar, los jóvenes árabes tradicionalmente viajaban al extranjero. Pero estas válvulas de seguridad se cierran rápidamente. A pesar de las pretensiones de fraternidad de la Liga Árabe, los viajes sin visados ​​entre sus 22 países son inusuales. "En el momento en que se prohíbe a una persona desplazada o marginada viajar al trabajo, lo estoy dejando implícitamente víctima de una ideología extremista", dice Jad Chaaban, autor principal del informe. Muchos de los más educados se rinden y se marchan en botes, abandonando la región.

Aunque son menos propensos a votar que el promedio mundial, los jóvenes árabes están mucho más inclinados a protestar. El informe de la ONU señala que los movimientos de protesta árabes tienden a presentarse en ciclos de cinco años. Los disturbios del norte de África aumentaron en 2001, 2006 y 2011, cada vez más turbulentos que los últimos. Otra pelea parece que debería tocar. Los jóvenes árabes, dice el informe, "pueden preferir medios más directos".

La nueva generación, dice, es "la más grande, la más educada y la más urbanizada de la historia de la región árabe". Gracias a las redes sociales, están más en sintonía con el mundo que nunca. 

En Seúl, la revuelta política de la juventud de Corea del Sur contra la presidenta Park Geun-Hye reunió el pasado sábado a 500.000 personas en una manifestación en la capital. Acusada de corrupción y de la quiebra del conglomerado de transporte mundial Hanjin, la dirigente está bajo el fuego cruzado de los estudiantes. "No la soporto, tengo la impresión de volver a los años setenta. Parece que estamos en Corea del Norte", afirmaba un participante de 26 años. "Park ha roto el pacto democrático de los años 80. Es como si hubiera desviado el poder lejos del pueblo", señala Michael Benn, autor de "The Koreans", una obra de referencia.

Parecería que, bajo una criticada globalización, a la postre, la gente se siente más cercana una con otra por muy lejos que se encuentre. Un país como Italia, que albergó el primer imperio del mundo, Roma, debería recordarlo.