Tal día como hoy de 1990, el político soviético Mijaíl Gorbachov fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Gorbachov fue lo que los adolescentes denominan un esforzado, y lo que los estadistas definen como un enigma del poder. Lo intentó. Cuando murió, el agosto pasado, a 91 años, fue entronizado mediáticamente como "el último líder de la Unión Soviética". Fue él quien se encontró con la reestructuración de un sistema que estaba cambiando (se estaba desintegrando, básicamente). Tuvo que enseñar a una Rusia que ya venía del imperio, de guerras, de totalitarismos, de comunismo estructurado, de sistemas de control diversos, qué era eso de la democracia.

El comunismo soviético de Gorbachov no iba de la mano de la religión. Gorbachov no era Putin, que se pasea con una cruz en el pectoral y apela a motivos religiosos en su praxis política. Putin presume de haber tenido un padre ateo, pero ser hijo de una mujer muy devota.

Gorbachov no era así. Mikhaïl había sido bautizado en la fe ortodoxa de pequeño, pero fue y defendió siempre su ateísmo. Al final de su vida, también mostraba interés y respeto por la religión. Incluso corrían rumores que se había convertido al catolicismo, hecho que desmintió.

Le otorgaron el Nobel no porque consiguiera la paz, sino por los intentos

El exlíder soviético no veía con buenos ojos la nueva Rusia que se había creado después del derrumbe de la URSS. Al final de su vida se mostró muy preocupado por Ucrania. Discrepaba de las acciones de Putin y de hecho quedó claro: murió y Putin no asistió a su funeral porque estaba muy ocupado trabajando. Alegó motivos de trabajo. Naturalmente, la razón no era laboral.

Quien envió un mensaje de pésame a la hija Irina Gorbachova fue el papa Francisco, evocando que fue "un valioso estadista que trabajó por la concordia y la fraternidad entre los pueblos". Los expertos en este enigmático hombre de poder consideran que ni era tan bondadoso y fraternal, ni tan desleal como se le ha pintado por parte del actual aparato ruso. Tenía un pasado que le pesaba, pero esperaba un mundo más libre. Lo vio solo en parte.

Era un hombre que quería abrirse al mundo. Con Juan Pablo II se habían visto solo tres semanas después de que cayera el muro. Pero lo cierto es que el papa nunca pudo ir a Moscú. Todavía hoy existe esta resistencia y ningún papa ha podido pisar Moscú.

De hecho, el exmandatario soviético fue coherente con el marxismo (la religión es el opio del pueblo) y veía cómo pensar que el mundo es fruto de una voluntad divina era "acientífico". Eso sí: con él no había persecución, como en momentos estalinistas pasados, sino que entendía que los creyentes estaban y había que potenciar la libertad religiosa. El año 1988 entra una legislación que permite a miles de confesiones religiosos obrar con libertad. La mayoría eran ortodoxas, pero también había de judías, de musulmanas, de católicas y de protestantes.

En 1990 el Soviet Supremo de la URSS expone el derecho de profesar sin impedimentos la religión y celebrar ritos religiosos. Porque la religión no son solo creencias, sino prácticas, y no solo privadas, sino también públicas. La URSS era un estado ateo, que de 1922 a 1991 prohibió la religión y la persiguió, aunque los creyentes seguían allí (cristianismo e Islam, sobre todo). Le otorgaron el Nobel no porque consiguiera la paz, sino por los intentos. La paz se tiene que intentar, pero tiene que disfrutar de condiciones, complicidades y apoyos.