Muchas personas se sorprenden cuando comprueban que en todas las encuestas –en eso sí coinciden–  el Partido Popular aparece sistemáticamente como el partido más rechazado por el conjunto de la población, y Mariano Rajoy como el líder más detestado. Sin embargo, y de ahí la sorpresa, el PP sigue siendo el primero en intención de voto, con diferencias que oscilan según la coyuntura, el tino de los estimadores y el medio que publica, pero primero al fin y al cabo.

¿Cómo es esto posible?, me han preguntado muchas veces. Cómo un partido puede concentrar a la vez los mayores índices de rechazo social y la mayor intención de voto, y así durante años? ¿Cómo un dirigente puede recibir las valoraciones más contundentemente negativas y ganar todas las elecciones a las que se presenta? ¿Mienten las encuestas o mienten los encuestados?

En realidad, no miente nadie. La combinación de ambos factores, un fuerte rechazo social y una elevada intención de voto, es inusual, pero puede producirse en ciertas circunstancias. Sin querer establecer un paralelismo que sería erróneo, algo de eso sucedió también con Trump.

En las elecciones de 2016, el PP tuvo 7,9 millones de votos. Lo apoyaron el 21% de los ciudadanos mayores de edad, una de cada cinco personas con derecho a voto. Con eso le bastó para ser la primera fuerza política del país y formar un gobierno minoritario pero razonablemente estable.

Si dividimos a la población española en dos grupos: a un lado el 21% que votaron al PP y al otro todos los demás, lo primero que nos salta a los ojos es la abrupta diferencia entre ambos universos, tanto en lo que se refiere a su composición social como a sus opiniones políticas. Es como si se tratara de dos países distintos que no tienen casi nada que ver entre sí. Veamos algunos indicadores del último barómetro del CIS:

Requeridos para que evalúen de 0 a 10 la probabilidad de que voten a cada partido, el 81% de quienes no apoyaron al PP en la última elección dan una probabilidad de hacerlo en el futuro inferior a 4. Y el 69% dicen directamente que la probabilidad es cero, lo que implica el máximo nivel de rechazo. Es un drama para un partido que pretenda ser socialmente mayoritario.

El 40% de los votantes del PP creen que la gestión del Gobierno es buena, para el 52% es regular y solo el 8% la considera mala

El 40% de los votantes del PP creen que la gestión del Gobierno es buena, para el 52% es regular y sólo el 8% la considera mala. ¿Qué dicen el resto de los españoles? Para el 3% la gestión es buena, para el 27% es regular y es mala para el 70%. Una diferencia abismal en la percepción.

De 0 a 10, los votantes del PP puntúan a Mariano Rajoy con un 6,4; un resultado mejor que el que obtienen los demás líderes entre sus respectivos votantes. Sin embargo, el resto de los ciudadanos le propinan un escandaloso suspenso, con un 1,8 de valoración (¿Saben la cantidad de ceros que hay que recibir para obtener un 1,8 de media?).

Eso mismo se reproduce en términos de confianza. El 67% de los votantes del PP dicen confiar en Rajoy, frente a un 32% que desconfían de él. Quizá les parezca poco tratándose de la propia base, pero las cifras de Pedro Sánchez, que en este barómetro aparece como la figura emergente, son peores: confían en él el 54% de los votantes socialistas y desconfían el 44%.

Todo esto indica que el PP y Rajoy, efectivamente, suscitan un altísimo grado de rechazo en la parte muy mayoritaria de la población que vota a otros partidos o que no vota, pero mantienen un apoyo muy consistente en su espacio electoral; un apoyo que se va reduciendo pero lo hace a ritmos geológicos, no compatibles con la impaciencia de quienes quieren nada menos que sacarlos de las instituciones mañana por la mañana.

De esta forma, se da la curiosa circunstancia de que el partido más votado de España es a la vez el que menos se parece a España, y mantiene la primacía haciéndose fuerte en el nicho del 20% que lo respalda. Un 20% que, además, está fuertemente escorado y lejos de reproducir un retrato fiel de la sociedad. Tomemos solo dos muestras:

El 45% de los votantes del PP tienen más de 65 años y es el cuarto partido en intención de voto en todos los tramos de edad por debajo de 45 años

El 45% de los votantes del PP tienen más de 65 años. Es más, el PP es el cuarto partido en intención de voto en todos los tramos de edad por debajo de 45 años. Si únicamente votaran los menores de esa edad, el PP estaría por detrás del PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos tanto en votos como en escaños. Eso sí, si solo votaran los mayores tendría una mayoría absoluta holgada. Es sabido que actualmente la brecha de edad es el factor que más impacto tiene en el comportamiento electoral de los españoles, pero en el caso del PP esto llega hasta el extremo.

La posición ideológica media de los españoles, en una escala en la que el punto 1 fuera la extrema izquierda y el punto 10 la extrema derecha, es 4,58, ligeramente escorada hacia el centro-izquierda. Pero los votantes del PP se sitúan en el 6,9, y sitúan al propio PP en el 7,5, muy cerca ya de posiciones próximas a la extrema derecha. El tópico dice que en España las elecciones se ganan en el espacio del centro (sea esto lo que sea), pero lo cierto es que aquí hay un partido que lleva unas cuantas ganadas desde una esquina del campo.

En resumen: sí, es posible que un partido y su líder generen el mayor rechazo social y a la vez la mayor intención de voto. Todo depende de cuán fiel sea su parroquia y cuán casquivana la de los demás.