La primera vez que leí la frase "el siglo XX fue el de curar, el siglo XXI será el de cuidar" fue hace años en la transcripción de un discurso de Ernest Lluch, cuando era ministro de Sanidad del Gobierno de Felipe González. Me sorprendió oír prácticamente las mismas palabras en boca de una joven médica en uno de los primeros episodios de Històries de la primària, una serie de programas que está emitiendo TV3 y que ha intentado retratar el interior de las salas de consulta y cuidados de diversos CAP de Catalunya. Como lo son las personas protagonistas, los relatos son desiguales, tanto como las lecturas que se pueden hacer.

Extraña, de manera singular, que desde los tiempos de Ernest Lluch hasta ahora, no se vean en el siglo XXI, más posibilidades de acción en salud que la de cuidar o acompañar, sobre todo cuando la cronicidad está en primer término, y no solamente por el crecimiento de la esperanza de vida. El siglo XXI tendría que ser también el de la prevención, el del empoderamiento en salud, el de la mejora de los determinantes sociales y el de saber conectar de forma lúcida y lógica, las políticas, las desigualdades y los grados de violencia y los valores éticos y culturales como "causa de las causas de las causas" del estado de salud de la sociedad.

El enfoque de la atención primaria que presta el programa se abre, de forma desigual, a los diferentes niveles de complejidad de este primer dintel a la sanidad. Pero los problemas son tantos —y tan fundamentales para conseguir una vida amable— que a veces desespera cómo un tema nada trivial, que podría ni siquiera haber existido con más equidad en salud, pasa por delante la cámara sin que se acaben de captar las tensiones y las angustias. O quizás si visualmente, traicionadas por unas manos nerviosas que no paran quietas, una sonrisa en los labios sobre unos ojos demasiado entristecidos, y una carencia social que se esconde por debajo de la visibilidad —bien merecida pero poco reconocida— de la atención primaria. Pero hace falta verbalizar un análisis menos miedoso y más diverso, en el que la población tenga la palabra, y la haga valer.

Claro que hacen falta más medios para la primaria —es palabrería con décadas de repetición inútil—, pero hace falta sobre todo un reenfoque que vaya mucho más allá de la sala de consultas. Hay que prestigiar más el trabajo que se hace, a todos niveles, en los CAP, pero hace falta también no esconder, enunciar y reformular los intereses que han conducido al hecho de que la atención primaria sobreviva entre una competencia institucional desleal de las mutuas privadas y una mercantilización de la salud que nos hace más pobres e infelices.

El exceso de medicación en el tratamiento del malestar emocional de los jóvenes y el uso y el abuso que hacen de las redes sociales es un cóctel que muchos médicos avisan que, tarde o temprano, les pasará factura

Los CAP no ganarán "glamour" (va para usted, conseller Balcells) creando listas de espera desesperantes, ni poniendo contestadores automáticos a las llamadas que quizás pueden contestarse sin prisas (o quizás no). Ni dando por hecho que "los profesionales sanitarios se están encontrando un serio problema de salud mental entre la población joven y adolescente. Son jóvenes con poca tolerancia al malestar, que a menudo acaban muy medicados." ¿Qué se entiende por poca tolerancia en jóvenes sin perspectivas de vida propia? ¿Quién les abre el grifo de la hipermedicalización?

El exceso de medicación en el tratamiento del malestar emocional de los jóvenes y el uso y el abuso que hacen de las redes sociales es un cóctel que muchos médicos avisan que, tarde o temprano, les pasará factura. Y lo que ya empieza a llegar a las consultas de los CAP son pacientes a los cuales, para tratar determinadas patologías crónicas, les han prescrito fármacos muy potentes y han acabado peor de lo que estaban. Es el caso de Olga, a quien recetaron fentanilo para combatir la fibromialgia y ahora, además de una enfermedad, arrastra una adicción que, según ella, la ha convertido en un zombi.

Con respecto al director de Històries de la primària, Pol Izquierdo, "el principal valor de la serie es haber tenido acceso a esta relación especial que se establece entre los profesionales de la primaria y sus usuarios. Es la primera vez que se revela un contenido de esta naturaleza, que el gran público suele desconocer" y admite que le ha sorprendido "el nivel de intimidad" que él y su equipo han podido grabar.

Buen trabajo, Pol Izquierdo. Seguiré la serie con tanto interés como hasta ahora. Pero le pido que no dé el trabajo —muy y muy necesario— por acabado en una temporada. Hay momentos y frases perdidas en las cuales tendría mucho sentido profundizar. Al fin y al cabo, mire si se nos viene trabajo, si consideramos, ni que sea por un momento, que Jiddu Krischnamurti pensaba que "no es señal de buena salud estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma."