En el pleno del Congreso del miércoles ocurrió todo lo que se preveía que ocurriría: no hubo cuestión de confianza, porque al Gobierno y a quienes lo apoyan no les salen los números; ni convocatoria de elecciones, porque las ganaría el PP. Pero que todo ocurriera según lo previsto no significa que no sea absolutamente decepcionante. Ante lo que parece un caso claro de corrupción de altos dirigentes del PSOE —ni Sánchez da margen a la presunción de inocencia— todo sigue igual.
El pleno se presentó como un debate sobre medidas anticorrupción. Unas medidas que, viendo las intervenciones, eran lo de menos: no interesaban a nadie del hemiciclo ni tampoco a la gran mayoría de fuera. En España la corrupción es estructural. Por eso, enseguida nos encontramos con la enésima retahíla de reproches basada en el “y tú más”, y con un presidente diciendo que no piensa dimitir a pesar de tener a dos secretarios de organización y a miembros de su Gobierno —ADIF y Dirección General de Carreteras— imputados. Se mire como se mire, de todo esto no se puede ser cómplice. Aunque el argumento estrella de los socialistas sea decir que, si se les retira el apoyo, vendrá la derecha. Una ideología, por muy antagónica que sea, no puede servir para excusar un delito.
Si el plan para lo que queda de legislatura es repetir durante dos años que no convocan elecciones porque las ganaría el PP, mejor que se retiren ahora
Por otro lado, hay que empezar a decir que es un argumento claramente perdedor. Cada vez que dicen que no convocan elecciones porque las ganaría el PP y sería horrible —probablemente lo sería— están diciendo que en las próximas elecciones ganará el PP. Si el plan para lo que queda de legislatura es repetir durante dos años que no convocan elecciones porque las ganaría el PP, mejor que se retiren ahora. No encaja defenderse con datos macroeconómicos en principio positivos y a la vez decir que vas a perder. Mejor retirarse ya.
Del bloque de Gobierno, quien más grita es quien menos quiere que haya elecciones: Sumar. Solo por cómo han utilizado noticias inventadas por periódicos de derechas para difamar al nacionalismo catalán, a Trias o a Mas, merecerían caer ya. Pero si alguien tiene algún incentivo para mantener una aritmética parlamentaria que lo hace decisivo en Madrid, es el independentismo. Dejando claro, eso sí, que la debilidad del PSOE debe servir para implementar los compromisos adquiridos con Catalunya. El miércoles eso no quedó claro. Con un Rufián entregado al debate entre bloques de la política española, el peso de las reivindicaciones catalanas no quedó fijado como un elemento clave para salvar la legislatura del PSOE, y eso es muy arriesgado. Quedar fijado en una foto abrazado a un Gobierno acosado por la corrupción, que no está cumpliendo del todo con lo que se había comprometido y con el único argumento de que la alternativa aún sería peor, es un muy mal escenario de futuro para el independentismo.
¿Existe alguna alternativa que no sea quedarse como estamos y que no aboque a unas elecciones que ganaría el PP-VOX? ¿Y si el bloque gubernamental se centrara en salvar la agenda de la investidura y no en salvar a un presidente que lo tiene muy complicado? A veces, no tirar la toalla, como dijo Sánchez, significa dar un paso al lado, como hizo Artur Mas. Si quiere quedarse dirigiendo el PSOE para ordenar su casa, empezando por Felipe González, que avalaría una abstención para investir a Feijóo, bien. Pero es bastante evidente que no puede seguir siendo presidente si quiere que la legislatura avance. En clave catalana también es bastante evidente que no se podrá dar apoyo para mantener como presidente a quien impide que la legislatura avance; no se entendería.
Existe una tercera vía que la ley electoral española permite, y que ofrece la posibilidad de desbloquear la situación sin convocatoria de elecciones. Podría ser a propuesta del propio Sánchez y debería ser a todos los niveles. Empezando por un nuevo acuerdo de investidura —a otro candidato, evidentemente— con una agenda realmente transformadora. Forzosamente progresista, pero sobre todo plurinacional. Capaz de hacer el trabajo que toca. De sostener la legislatura. E incluso de ganar.