El traspaso de Rodalies a la Generalitat es uno de aquellos temas que, de vez en cuando, sale a la palestra de las reivindicaciones catalanas ante las incidencias continuadas tanto en las infraestructuras ferroviarias (responsabilidad de Adif) como en el servicio del operador (Renfe). Sin embargo, la reivindicación sigue establemente atascada ante la resistencia del Estado.
Para situarnos un poco en la importancia del ferrocarril en nuestra casa, en un año normal como fue en 2019, Renfe contabilizó a 143 millones de viajeros, de los cuales 119 (83% del total) correspondieron a Rodalies; los llamados trenes regionales sumaron cerca de 10 millones de viajeros y los trenes de largo recorrido cerca de 12. Con la pandemia, el uso de Rodalies bajó drásticamente hasta 62 millones de viajeros en el 2020 y a 76 millones en el 2021. El equipamiento estrella del servicio ferroviario español, el AVE, transportaba entre Barcelona y Madrid en 2019 la cifra de 4,3 millones de viajeros, que pasaron a 1,2 millones en 2019 y 2,4 en 2021.
Es evidente que el de Rodalies es, de lejos, el servicio que afecta a más personas y que lo hace de manera cotidiana. Se concentra sobre todo en la región metropolitana de Barcelona, que es donde vive más gente. Es también en este entorno metropolitano donde, precisamente, tiene concentradas las infraestructuras y opera la empresa pública FGC, la cual en 2019 (en una red menos extensa y menos compleja que la de Renfe) sumó la negligible cifra de 93 millones de viajeros.
Centrados en Renfe, el operador español arrastra un historial negativo de récord Guinness en múltiples ámbitos: falta de puntualidad, imprevisibilidad del servicio, averías en trenes y en las vías, sistema de atención al cliente, vagas frecuentes de personal, por no citar los accidentes, el último de los cuales anteayer, un choque en la estación de Montcada i Reixac con más de 150 viajeros afectados. Con perspectiva histórica, Renfe se ha ganado a pulso un prestigio, una imagen, bajo mínimos. Pero el prestigio tiene poca importancia cuando quien lo genera se sabe fuerte y no tiene amenazada su continuidad. Sin alternativas donde poder escoger y con el Estado detrás, sin otro recurso que la queja estéril, el usuario no tiene más remedio que tragarse disciplinadamente el mal servicio. En este sentido, lo que personalmente siempre me ha extrañado de la escasa respuesta ciudadana en Renfe es el silencio de los sindicatos, teniendo presente que una buena parte de los usuarios diarios de Renfe son personas que van a trabajar y que cargan sobre su espalda los costes de los retrasos y del mal servicio.
Renfe y Adif son siempre temas de actualidad por la importancia de la infraestructura y del servicio, pero sobre todo por su serial de incidencias en el ámbito de Rodalies. En este contexto, uno se pregunta si hay que seguir pidiendo el traspaso. Por diferentes motivos que listo sin orden de importancia específica:
- El Estado no tiene ninguna voluntad de transferir la infraestructura, entre otras cosas por el hecho que en buena parte es la misma por donde circulan trenes que no son de Rodalies (servicios regionales, de larga distancia, de transporte de mercancías...) y también por el hecho de que las vías y las catenarias son una auténtica estructura de Estado. Una estructura que ata los territorios y que ningún partido político de obediencia españolista, y menos todavía la tecnocracia de Adif, están dispuestos a ceder.
- La infraestructura está tan envejecida y requiere tantas inversiones que no se han hecho cuando tocaba, que asumir la gestión sería tan arriesgado como emprender la conducción de un Ferrari por una pista de montaña.
- Los sindicatos de Renfe no quieren el traspaso. Los trabajadores de esta empresa vienen de tener una relación histórica muy arraigada con su amo (el Estado), están bien pagados y, como los funcionarios, tienen el puesto de trabajo asegurado; con la singularidad negociadora de tener el poder de paralizar el servicio sin ningún riesgo personal, como a veces hacen. Pasar a depender de otro amo cuando con el actual te va bien, es demasiado riesgo.
La experiencia demuestra que la voluntad de transferir el servicio de Rodalies no va más allá de dejar intervenir en los horarios de los trenes y en los servicios mínimos en caso de huelgas. Poca cosa. Sin control sobre la infraestructura y en manos de un personal que te puede poner las cosas difíciles, asumir completamente Rodalies sería enredarse en una operación de alto riesgo.
Otra cosa sería que te transfirieran la competencia y el dinero sobre la infraestructura, y que tuvieras la posibilidad real de cambiar de operador... Pero eso, a estas alturas, es vivir en las nubes.