Este pasado 12 mayo, con motivo de Iom Haatsmaut, el Día de la Independencia de Israel, la comisión de Afers Exteriors del Parlament invitó al representante de la comunidad judía catalana, Uriel Benguigui. Quería que expusiera su visión de Israel el día del 68º aniversario de su independencia. Antes de esta intervención, el Parlament también había acogido la declaración del señor Raji Sourani, palestino que explicó la idea que tiene de la independencia de Israel —o Naqba (catástrofe), que dicen los árabes.

¿Por qué acabó participando en la comisión, el señor Benguigui? Porque se vetaron otras propuestas de conferenciantes que habíamos hecho. Algunos miembros de la comisión no aceptaron la presencia de académicos que podían contextualizar históricamente el aniversario del Estado de Israel con el conflicto con los palestinos —y provocaban de esta manera la extravagante contradicción de que ninguna voz a favor de Israel se pudiera escuchar en el Parlament el día que se celebraba su aniversario. Uriel Benguigui consideró que si la única posibilidad de que se escuchara una voz defendiendo al único país judío del mundo era compareciendo él, pues que así lo haría. Pero no fue suficiente con la oposición previa de los candidatos propuestos, que posteriormente la CUP también votó en contra de la participación del señor Benguigui en la comisión. 

¿Qué modelo político defiende el diputado Salellas que niega la palabra a quien considera el adversario? ¿Cómo cree la CUP que se resuelven los conflictos si no se escucha al otro? ¿Así se llega a un acuerdo para la paz? ¿Tildando de "verdugo", "agente exterior", "miembro del lobby sionista" al señor Benguigui, como hizo Salellas? En un artículo en este diario dice Salellas que "imaginó que el papel de Benguigui no era otro que justificar lo injustificable desde la mirada de Israel" y suponemos que por eso insultó y despreció al representante judío, marchándose del Parlament y negándose a escuchar lo que tenía que decir. Está muy bien que Salellas reconozca sus prejuicios tan abiertamente. Eso explica por qué en todo su artículo, donde supuestamente quería aclarar lo que pasó en el Parlament, no hay ningún propósito de enmienda, ni mucho menos una disculpa.

Hay que ser valiente para pedir perdón, para asumir un error que ha hecho daño a todo un colectivo. Hace falta ser valiente para coger el teléfono y llamar a la persona afectada. Hay que ser valiente para reconocer que no te has ni leído los papeles de la comisión para saber a quién estabas llamando "verdugo"

Hay que ser valiente para pedir perdón, para asumir un error que ha hecho daño a todo un colectivo. Hace falta ser valiente para coger el teléfono y llamar a la persona afectada. Hay que ser valiente para reconocer que no te has ni leído los papeles de la comisión para saber a quién estabas llamando "verdugo". Hay que ser valiente para insultar a la cara y permitir la réplica a quien has insultado primero. Hay que ser valiente para escuchar a tu supuesto adversario. De hecho, si el diputado Salellas hubiera sido valiente, habría podido escuchar cómo el señor Benguigui decía que él quería una solución buena para las dos partes en conflicto. También habría podido debatir algunas de las cosas que Salellas explica en su artículo, donde acentúa el maniqueísmo de un conflicto ya de por si lo bastante complicado. Salellas es incapaz de ver ninguna pizca de razón en la parte del otro. Incapaz de mencionar el dolor provocado por Hamás a israelíes, pero también y sobre todo, a palestinos. En ojos del diputado Salellas el sujeto israelí es vacío de toda humanidad. Él no concibe que alguien que pretenda hablar en defensa de Israel pueda ser más que un verdugo.

El totalitarismo siempre ha sospechado y perseguido el pueblo judío en cualquiera de sus formatos. No importaba si eran asimilados o vivían en comunidades separadas, no importaba si eran religiosos, laicos o ateos

El totalitarismo siempre ha sospechado y perseguido el pueblo judío en cualquiera de sus formatos. No importaba si eran asimilados o vivían en comunidades separadas, no importaba si eran religiosos, laicos o ateos. Los judíos les molestaban porque no encajaban ni encajan tampoco ahora en sus mundos de identidades únicas y uniformizadoras. La paranoia que ve en todas partes conspiraciones judías es históricamente el espacio común de la extrema derecha y la extrema izquierda. Por eso no nos extraña que el diputado Salellas sea incapaz de respetar la comunidad judía catalana, y que sea del todo incapaz de disculparse. Para pedir perdón lo primero que hace falta es querer hacerlo.

Tenías la oportunidad para discutir abiertamente, Salellas. Con toda la dureza que hubieras querido. Pero en lugar de eso vetáis propuestas, te alzas de la silla cuando tiene que hablar alguien de quien sólo sabes eso, que es judío, y lo acusas de verdugo. Niegas la palabra al adversario y todavía escribes un artículo perdonavidas para justificarte. Eran comparecencias donde podían ponerse sobre la mesa dos visiones de un conflicto. Pero de momento sólo sabemos que has insultado al representante de la comunidad judía catalana en sede parlamentaria y que quedará impune.

Toni Florido, presidente de la Associació Catalana d'Amics d'Israel (ACAI)