Yo diría que a los humanos nos gustan los números, tanto si somos de ciencias como si somos de letras. Por ejemplo, desde bien pequeños aprendemos a decir qué edad tenemos. Admitid que os enternecéis pensando en aquella sonrisa luminosa que se dibuja en el rostro de nuestros hijos o hermanos cuando todavía no levantan cuatro palmos del suelo y con mucho cuidado intentan poner bien los dedos de la mano para decir que tienen tres añitos y lo consiguen (por cierto, intentadlo y veréis que la posición de los dedos no es tan trivial). Desde bien pequeños también aprendemos a repartir bien los caramelos entre los amiguitos, y raramente nos engañan. Aunque a veces las despreciamos, las cifras ejercen una extraña fascinación sobre nosotros, y todos sabemos que existe el libro Guinness de los Récords, una publicación anual de hitos casi increíbles que se miden en cifras. Los números impregnan e invaden nuestra vida cotidiana porque nos dan un marco de referencia, un tamaño de la magnitud de la tragedia. Todavía recuerdo a un primo mío cuando vino a Barcelona y, por primera vez, lo llevamos a ver el mar. Preguntaba: "¿Pero cómo de grande es el mar? ¿Como 50 piscinas? ¿Como 100 piscinas?" y cuando le dijimos que el mar era enorme, mucho más grande que mil, mucho más grande que un millón de piscinas, sencillamente era incapaz de creérselo, hasta que la realidad superó con creces su incredulidad inicial.

Los números son una herramienta que nos permite describir la realidad, que la ciencia necesita para interpretar y avanzar, y la imaginación, para meterse dentro de nuestra mente. Tenemos evidencias físicas de que hace 5.000 años en Mesopotamia, entre el Tigris y el Éufrates, ya conocían y utilizaban los números, pero yo creo que contar —con los dedos de la mano, y del pie, si es necesario— ha sido siempre una característica inherente al humano, tanto como lo es el lenguaje y la representación artística.

Los números son una herramienta que nos permite describir la realidad, que la ciencia necesita para interpretar y avanzar

Por eso no es de extrañar que recurramos a los números, y a ejemplos que conocemos bien, para ejemplarizar ciertos datos. Cuando yo explico a mis alumnos lo grande y complejo que es el genoma humano, empiezo por dar tamaños y datos cotidianos, y así todos nos situamos. El ADN tiene cuatro tipos de moléculas diferentes que denominamos nucleótidos. Los nucleótidos tienen una parte común (un azúcar y un fosfato) y una parte que los diferencia, que denominamos bases nitrogenadas, o bases (simplificando). Tenemos cuatro bases diferentes. Como la información genética está codificada en la secuencia de estas bases, muchas veces hacemos un símil con el lenguaje, y decimos que la información genética está codificada en cuatro letras (o bases). Y tenemos que tener en cuenta que nuestro ADN tiene dos cadenas enfrentadas, una delante de la otra, por eso hablamos de pares de letras o bases. Pues bien, ¿cuántas de estas letras tenemos en nuestro genoma? O si lo preguntamos de otra manera, ¿cuántas letras nos definen como seres humanos? Pues resulta que el genoma humano dentro de una célula tiene 6.600 millones de pares de letras (o bases), contenidos en 23 parejas de cromosomas (cuando se hace referencia a 3.300 millones de bases, sólo cuentan un cromosoma de cada pareja). Una cantidad que sale claramente de escala y se nos hace muy difícil de imaginar.

¿Cómo lo podemos ver de una manera más próxima y fácil? Démosle un contexto que conozcamos bien. Imaginemos que el ADN esté como un texto escrito en un libro de los que leemos en papel. En una línea podemos tener unas 50 letras (letras y espacios). Y por página podemos exactamente tener unas 40 líneas; por lo tanto, podríamos decir sin equivocarnos mucho que en una página hay unas 2.000 letras. Si tenemos un libro de 500 páginas (de un grosor ya considerable), tenemos en total un millón de letras (letras y espacios). Pues resulta que nuestro padre nos ha dado 3.300 libros como este, y nuestra madre 3.300 libros más; en total, 6.600 libros gruesos. Si consideramos que cada libro tiene un grosor de lomo de unos 6 centímetros, quiere decir que necesitamos 396 metros de estanterías para colocar todos los libros que contienen la información genética que nos hace humanos (¡ey!, y que está en cada célula de nuestro cuerpo, poca broma). Por cierto, otro día os explicaré que cuando buscamos la mutación causativa de una enfermedad genética quiere decir encontrar una letra cambiada, errónea, dentro de estos 6.600 libros... como dicen los angloparlantes, no comment, ¡sin comentarios!

¿Sabíais que cuando bebéis un vaso de agua, estáis bebiendo al menos 1.000 moléculas de agua del vaso que bebió Colón cuando descubrió América?

Pues bien, además de los números relacionados con el tamaño de ADN, también os quería comentar muchos otros números que adornan y ordenan nuestra vida... y nos llenan de curiosidad y de querer saber más.

¿Sabíais que el porcentaje de agua de un feto humano es el mismo que el de una medusa, el 96% de su cuerpo? ¿Sabíais que si Leo Messi tuviera que chutar una pelota maciza de oro, muy probablemente se rompería el pie porque la pelota pesaría 110 kilos? ¿Sabíais que un espermatozoide se mueve a una velocidad de 5 micrómetros (micras) por segundo y, por lo tanto, recorre 42 cm en un día, que sería el equivalente de unos 13 kilómetros al día para un humano? ¿Sabíais que cuando bebéis un vaso de agua, estáis bebiendo al menos 1.000 moléculas de agua del vaso que bebió Colón cuando descubrió América? ¿Sabíais que el 98% del agua que sale del grifo se tira por el fregadero sin utilizar? Todo eso y más lo encontraréis en una magnífica exposición, "Los números y la humanidad", que hay en la entrada principal del edificio histórico de la Universitat de Barcelona. Está abierta de lunes a viernes, es gratuita y será itinerante, así que sólo se puede ir a ver hasta la primera semana de febrero. El comisario de la exposición y el grupo de académicos, científicos y estudiantes (GISME) que han colaborado, han diseñado una incursión en el mundo de los números desde una perspectiva viva, social y muy cotidiana. Números que se extienden a todas las disciplinas, muchos de ellos relacionados con la sostenibilidad del planeta, la pobreza, el hambre, la alfabetización, la igualdad entre los géneros y los recursos energéticos... que ahora están a vuestro alcance. Creo que os sentiréis atraídos y seducidos por los datos y contadores que salen en los paneles, que no intentan emocionar sino transmitir, hacer pensar.

Os recomiendo que hagáis una cata, una recopilación de aquellos números que os parezcan más interesantes, como si fuera un ramo de flores, y os sentéis a "oler" los datos y reflexionar un rato. Os sorprenderéis.