Mtoto significa "niño" en suajili. Es el nombre que han puesto a los restos de un niño que vivió hace unos 78.000 años que han encontrado enterrado en Kenia, en la excavación de Panga ya Saidi. Mtoto murió cuando tenía unos 3 años, y la gente que lo rodeaba lo debió querer mucho. Todos nos podemos imaginar la gran pérdida que tenía que ser perder a un hijo, todavía tan pequeño, ya no sólo desde el punto de vista de la madre y del padre, sino de la pequeña comunidad, en la Edad de Piedra, en que había nacido. Muchas mujeres morían en el parto, muchos niños no superaban los primeros meses de vida. La muerte de un niño no era un hecho extraño, pero debió de ser tan doloroso como lo es ahora. ¿Cómo sabemos que la gente que lo enterró lo quería? Al fin y al cabo, el hecho de que se conserve un cuerpo enterrado no quiere decir que tuviera una muerte plácida, ni tampoco que lo acompañara un sentimiento especial, pero el pequeño cuerpo del Mtoto fue cuidado con ternura. Cuando fue enterrado, fue depositado sobre el lado derecho, dulcemente doblado en posición casi fetal. La posición de su cráneo muestra que descansaba sobre alguna cosa blanda que le hacía de almohada. La posición de las clavículas demuestra que iba amortajado o cubierto en la parte superior del cuerpo. No sabemos de qué murió, pero sí que sabemos que lo querían, porque nadie se toma tantas molestias para enterrar el cuerpo de un humano o de un niño tan cuidadosamente.

Los investigadores encontraron estos restos el año 2013, en una pequeña tumba ovalada, en las excavaciones arqueológicas realizadas en Panga ya Saidi, en capas donde hay numerosas herramientas de piedra y restos de mamífero de la época. Mientras analizaban la capa donde había estos restos, encontraron un hueso pequeño que se desintegró fácilmente, no antes de que sospecharan que podía ser un resto humano fósil, ya que también se distinguía lo que podían ser los restos de un cráneo humano. Con mucho cuidado durante años fueron preparando el bloque del suelo con el fósil que enviaron a analizar en el CNIEH (Centro Nacional de Investigación de La Evolución Humana) en Burgos, uno de los centros del mundo donde hay investigadores con metodología para analizar este tipo de restos antiguos. Mediante tomografía computerizada penetraron dentro del bloque para observar los restos del niño y su disposición natural tal como había quedado después de decenas de miles de años. Este estudio in situ da mucha información de qué sucedió, y estos restos humanos ocupan la portada de la revista Nature.

Mtoto

Los restos de Mtoto, imagen de Jorge González/Elena Santos, dos de los autores del artículo científico, extraída del comentario de Price, Science, 5 mayo 2021

Estos restos son los primeros encuentros en África que demuestran un entierro de humanos modernos, y que este entierro fue hecho expresamente y únicamente para este niño. Hay otros restos de humanos y homininos, pero o no son tan antiguas, o no tenemos claro que fueran entierros similares a los que efectuamos nosotros. Las costumbres mortuorias de los humanos antiguos son sujeto de mucho debate. Los humanos pasamos de separar a los muertos de los vivos, dejándoles en sitios concretos, a enterrarlos de forma individual e intencionada. La tumba de este niño no se encuentra en una cueva donde almacenaban a los muertos, como en la Sima de los Huesos, en Burgos (en inglés, funerary caching). Tampoco tiene señales de canibalización, ni de haber sido tratado de forma ritual, ni que la carne se le haya extraído (en inglés, body processing). (En la imagen podéis ver la localización de los restos de humanos y homininos antiguos que se han identificado hasta el momento, y la forma en que fueron enterrados).

mapa àfrica

Localización y edad aproximada de los restos antiguos de humanos y homininos que se han encontrado enterradas (imagen extraída de Louise Humphrey, Nature 593:39-40, 2021)

Se trata de un niño que fue enterrado de forma formal, intencionada y cuidadosa, como demuestra que se hubiera depositado el cuerpo en una pequeña fosa donde descansaba, excavado y cubierto por el mismo tipo de tierra y arena de los alrededores. Además, los estudios demuestran que el niño fue enterrado poco después de la muerte, ya que los restos demuestran que se descompuso dentro del espacio donde estaba enterrado. Las zonas blandas del cuerpo, las primeras en descomponerse fueron ocupadas por la arena y la tierra, que llenaba al niño, manteniendo la forma, ya que los restos del niño todavía mantenían la forma del cuerpo; por ejemplo, la columna vertebral todavía está casi intacta, sin colapso del cuerpo ni desplazamiento de los huesos. El cuerpo está anatómicamente completo y sin señales de procesamiento ulterior. El análisis de los dientes muestra características un poco primitivas, a pesar de ser de Homo sapiens. Al lado del cráneo encontraron unos caparazones grandes de caracol, del género Achatina, similares a otros que había en la misma capa de la excavación, pero de tamaño mayor. No lo sabemos, y eso es pura especulación, pero quizás las pusieron porque le gustaban y lo pudieran acompañar en su descanso eterno.

En torno al 50% de todos los restos enterrados que hemos encontrado de las épocas humanas antiguas son de niños. Estos restos de Panga ya Saidi y las de otro niño en Border Cave en Sur-África, de unos 74.000 años de antigüedad, demuestran que los humanos hace miles de años que enterramos a nuestros muertos con ternura y luto, y que la muerte de los niños era particularmente dolorosa.

Después de desvelarnos sus secretos, Mtoto ha vuelto al África y descansa en los Museos Nacionales de Kenia, en Nairobi.