¿Quién no conoce esta película? Seguramente es la más conocida de Audrey Hepburn y de la que todos tenemos alguna imagen icónica. Sólo con el título, seguro que habéis recordado la sugerente imagen de una soñadora Holly Golightly parada comiendo un cruasán delante del escaparate de Tiffany's. Diamantes que quizás no tendrá nunca pero que desea. ¿Qué tienen las joyas que nos atraen y fascinan?

Seguramente, el afán de gustar a los otros y gustarnos a nosotros mismos ha sido un incentivo importante para buscar objetos para engalanarnos. De bien pequeños aprendemos a ponernos flores en el pelo o a hacemos guirnaldas de flores. Yo recuerdo que, de pequeña, jugaba a ponerme pares de cerezas colgadas de la oreja como si fueran pendientes, y giraba la cabeza para notar cómo las cerezas rítmicamente me daban golpecitos en las mejillas y el cuello. Todos hemos aprendido a hacer pulseras con hilos o gomas de colores, y muchos jóvenes llevan una pulsera en el tobillo o en la muñeca que les ha regalado alguien que los ama... porque hay joyas de las que se compran y de las que se hacen, y tienen el valor que les queremos dar. ¿Quién no guarda alguna pulsera o colgante hecho por nuestros hijos, que nos regalaron cuando eran pequeños?

Las joyas son un símbolo, un símbolo de amor, y un símbolo de poder. Cuando nos ponemos alguna joya, nos sentimos más atractivos e, inconscientemente, le damos el valor de un talismán. ¿Tenemos alguna joya, algún reloj que nos regalaron nuestros abuelos o nuestros padres? ¿Aquel recuerdo de un viaje diferente, de una pareja o de una amistad? No tendríamos que menospreciar el valor sentimental y de remembranza de los objetos que nos ponemos para adornarnos. Sólo hay que abrir el "joyero" de una persona mayor, y si estáis con ella, veréis cómo se le empañan los ojos y os puede decir el valor emocional de cada pieza, sea grande o pequeña.

Las joyas forman parte inherente de nuestra cultura, y nos hacen muy humanos. Muchas manifestaciones de arte antiguo son joyas. Encontramos collares de conchas de mar, colgantes hechos de dientes de tiburón, de hueso de ciervo o de oso, brazaletes de piedras de colores diferentes, pequeños objetos de cerámica y madera pintada, diademas y collares de oro y de plata, o perlas y piedras preciosas, en todos los ajuares mortuorios, cosa que indica el gran valor que a aquellas piezas le daba a la persona a quien acompañan al más allá. Sabemos que se han forjado imperios gracias a los materiales preciosos que sirven para hacer joyas, imperios basados en el monopolio o la explotación de materiales preciosos. Los españoles expoliaron el oro y la plata de las minas sudamericanas para poder pagar sus deudas y expandieron como imperio. Las minas de diamantes en Sudáfrica dejan un camino regado de sudor y sangre.

Tengo que admitir que cuando voy a algún museo de arte o de historia antigua, me fascinan las vitrinas con los pequeños objetos del día a día de estas culturas que ya se han extinguido. Podemos encontrar pequeños objetos con las imágenes de dioses o de animales, agujas, collares y pendientes de hace miles de años. Y también os tengo que decir que cuando veo las formas sencillas y geométricas, con piedras de colores que el tiempo no ha podido gastar, de tumbas del neolítico, de egipcios, etruscos, sumerios, griegos o aztecas, pienso que no me importaría nada ponerme cualquiera de aquellas piezas y, así, rendiría homenaje a aquellos humanos para los cuales tenía una significación especial.

Pues bien, esta semana la portada de la revista Nature está dedicada al descubrimiento de las que, muy probablemente, son los restos de humanos modernos (Homo sapiens, como nosotros) más antiguos en Europa. Se han encontrado en una cueva (Bacho Kiro, Bulgaria), que varias poblaciones de humanos ocuparon de forma no permanente durante un periodo de milenios, tanto Neandertales (hace más de 50.000 años) como humanos modernos (en tiempos más recientes). Los restos de huesos humanos a las que me refiero están en una capa de sedimentos que ha sido fechada con carbono 14 con mucha precisión (usando tecnología muy nueva y modelos matemáticos), se encuentran muy deterioradas y se han podido identificar gracias a análisis muy precisos de proteínas, por espectrometría de masas, que muestran que son, sin duda, restos humanos.

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De la a ) hasta la j), colgantes hechos de huesos y dientes de ungulados y oso. El resto son punzones y otras herramientas utilizadas por los humanos en la cueva de Bacho Kiro. (Figura extraída de Hublin, et al. Nature 581:499-302)

El análisis de DNA mitocondrial de estos restos (en otro artículo expliqué por qué el DNA mitocondrial es el tipo de DNA que se usa en los análisis de muestras muy antiguas y degradadas), claramente emparienta estos restos óseos con los humanos actuales. Estamos hablando de restos de hace unos 46.000 años, cuando se dio la transición, muy discutida y polémica, entre el Paleolítico Medio (Neandertales) y el Paleolítico Superior (dónde encontraríamos humanos modernos), que según esta datación se habría dado antes de lo que se creía. ¿Y qué han encontrado los investigadores acompañando estos restos? Herramientas de sílex, restos de animales (más de 23 especies diferentes, bisontes, civetas, caballos, cabras) que sirvieron de alimento pero, también, pequeños objetos hechos de huesos de ciervo y dientes de hueso, cortados y perforados para poder colgarlos en el cuello, muy similares a los que se encuentran en yacimientos de neandertales (lo cual ha levantado también polémica). ¿Símbolos o talismanes? ¿Una ayuda para la caza o una señal de valor y bastante? No lo sabemos. Pero, sin duda, son adornos humanos del paleolítico, elementos simbólicos de embellecimiento, joyas.