"Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver."
Proverbio judío

Sánchez no ganó el debate.

Arranco por ahí porque en estos días el peaje de dar tu opinión sobre el cara a cara de los presidenciables es insoslayable. Pues bien, así lo digo, no estuvo nada bien el candidato socialista.

Uno de sus grandes argumentos fue el de afirmar reiteradamente que Feijóo mentía y una de las ocasiones en las que así lo hizo tenía que ver con el momento en el que el candidato del PP le afirmó que no se sabía quién tenía los datos extraídos de su teléfono con Pegasus por culpa del Gobierno. Gran escándalo. Titulares recogiendo la parte del auto de la Audiencia Nacional en el que el caso se sobresee provisionalmente por falta de respuesta de Israel a las comisiones rogatorias. Israel no sabe no contesta, vaya, como era de esperar y como ha hecho siempre. ¿Significa eso que Feijóo mentía? La verdad es que no. El recurso a la literalidad y el desgaje de información es un vicio del presente. Sí, el juez archiva porque ya asume que Israel no va a colaborar, como todos sabíamos, incluido el Gobierno cuando presentó la denuncia en la AN. Lo hace pero también deja claro que sólo con la participación activa del Gobierno puede llevarse a cabo esta investigación: "Solo resta una eventual vía diplomática que sea capaz de impulsar el cumplimiento de los tratados internacionales y cuyo ejercicio corresponde al Gobierno que, además, es la víctima del delito" y, con cierto recochineo añade: "Sin duda la Abogacía del Estado impulsará el ejercicio de esta vía a través de los recursos con los que cuenta el Gobierno de España".

¿Miente Feijóo cuando dice que no se ha averiguado quién extrajo la información de los teléfonos del presidente del Gobierno de España y de sus ministros más sensibles por inacción del Gobierno? Pues yo diría que no, que no mintió. Y es que es obvio que todo ha sido desde el principio una cortina de humo, lanzada por el propio Gobierno, y pertinentemente saboteada para que nunca llegáramos a conocer la magnitud ni el contenido ni el riesgo ni las consecuencias inherentes a unos graves hechos "que afectan a la propia seguridad del Estado", como dice el juez en su auto de archivo. Este procedimiento era tan trampantojo como la investigación de la Fiscalía al emérito, que sólo podía tener por objetivo impedir la judicialización del tema y hacerlo desaparecer como por arte de birlibirloque, con la apariencia de que la justicia lo ha exculpado, cuando la justicia nunca ha visto el asunto, recordemos que en España la Fiscalía no instruye.

Han tenido a un juez central durante más de un año perdiendo el tiempo para hacernos creer que buscaban una verdad que ya tienen pero que no van a compartir o, poniéndome en lo inaudito, que no tienen pero que es mejor no remover

El modus operandi gubernamental se repite. Hacer como que se hace e impedir que se haga. Porque ¿cómo supimos que se había producido un gravísimo fallo de seguridad que suponía el robo de información de los teléfonos, nada más y nada menos, que del presidente del Gobierno, la ministra de Defensa, el ministro del Interior y el ministro de Agricultura y Pesca usando el software espía Pegasus? Nos lo dijeron ellos. Pasmoso desde el principio. ¿Por qué reconocer semejante desaguisado? Lo hicieron, se lo recuerdo, para acallar el escándalo y los gritos de ERC, de los que precisaban los votos, y del resto de partidos independentistas por el espionaje espurio detectado a políticos y otros personajes entre sus filas. ¿Cómo vamos a ser nosotros si a nosotros también? Ese fue el glorioso argumento. Miren qué lleno de indignación el Gobierno lo denuncia públicamente y, además, en plan rotundo se lo lleva a la Audiencia Nacional para que investigue.

De todo eso ya me reí con ganas en varios artículos de este mismo medio. No cabía la menor duda de que pretender que un juez investigara un ataque de espionaje de ese calado era reírse de nosotros a la jeta. En primer lugar porque es imposible que los métodos judiciales lo logren; en segundo, porque debemos tener la certeza de que el Gobierno a través del CNI tiene que saber fehacientemente dónde están sus datos y cuáles en concreto fueron robados. De no ser así, la inutilidad gubernamental sería de tal calibre que los propios socios europeos estarían temblando de la poca fiabilidad española. No, lo saben, nuestros servicios lo saben y ellos también. ¿A qué ir pues a la Audiencia Nacional? Humo, distracción. No les salió del todo bien, porque ni en Europa han pasado del escándalo de Pegasus ni la oposición ha dejado un solo día de recordar que hay información sensible indeterminada que está en manos no debidas sin que podamos saber qué consecuencias se derivan de ello. Ni lo sabremos. De ahí la ironía del juez Calama al recordar que si el Gobierno de verdad quisiera que la investigación avanzara, habría forzado a Israel a proporcionar información y hubiera dado todos los datos posibles al instructor para poder trabajar algo. ¿O cómo aceptamos que el juez les pregunte si saben a quién corresponde el usuario linakeller2023@gmail.com y que contesten que no tienen ni idea? Sobre todo cuando los periodistas de varios países saben que con ese correo se infectaron con Pegasus varios teléfonos de activistas saharauis. Pero nada, que los espías españoles no pueden ni resolver ese pequeño enigma. ¿Y que le pida al Consejo de Ministros que se desclasifiquen las informaciones objeto de exfiltración y el contenido "completo" de los informes y que le contesten que "en relación con la documentación e información identificada en dicho suplicatorio, el Ministro de la Presidencia únicamente tiene conocimiento de los informes CCN-CERT IT-30/22 'Análisis dispositivo móvil del Presidente del Gobierno' y CCNCERT IT-31/22 'Análisis dispositivo móvil Ministra de Defensa', ya remitidos junto con la denuncia". O sea, que todo lo que tienen es lo que llevaron a la AN cuando denunciaron.

Hay que ser muy believer para tragar semejante rueda de molino. Han tenido a un juez central durante más de un año perdiendo el tiempo para hacernos creer que buscaban una verdad que ya tienen pero que no van a compartir o, poniéndome en lo inaudito, que no tienen pero que es mejor no remover. Es evidente que las especulaciones sobre quién sustrajo esa información, qué información concreta era y a qué manos ha llegado, se tenían que suceder y se sucederán. No queda otro remedio. Y Feijóo lo aprovechó, aunque sin llegar a relacionarlo con el cambio de posición a favor de Marruecos en el conflicto del Sahara. Si no nos hubieran dicho nada, si no hubieran intentado salir del lío del espionaje catalán de esa forma tan estrambótica, el líder de la oposición no hubiera podido atacarle con eso en el debate.

Es uno más de los misterios de este Gobierno que ha sacado ampollas a muchos de sus votantes. Hubiera estado bien que el candidato lo aclarara, pero no puede hacerlo, así que Feijóo lo aprovechó. Al menos en eso no mintió. Pegasus se queda y actúa impunemente, aunque no volvamos a saber de él. Una vergüenza democrática que a Sánchez no parece preocuparle.