Pasean a Jordi Pujol por sus calçotades y cuelgan fotos de las visitas que le hacen a su despacho porque es lo último que les queda por vaciar políticamente. Invitar a Pujol a la socialización convergente hoy ya no quiere decir lo que quería decir hace diez años, ni lo que quería decir hace cinco. Se atreven a vampirizarlo ahora, habiendo callado durante la caza de brujas, porque hacerlo ya no les exige ningún tipo de valentía. Ahora lo ponen de capgròs en el pasacalle porque quieren extraer el recuerdo que les ofrece sin comprometerse con él. Ya no hace falta. En el fondo hacen con Pujol lo que hicieron con el 9-N y con el 1 de Octubre: convertirlo en un gesto, folclorizarlo y exprimirle el último jugo político porque necesitan esconder que no tienen demasiado que ofrecer.

Si pasear a Pujol como un muñeco de feria no hace lucir su legado político ni indulta los diez años de ostracismo a los que lo condenaron —no se puede—, no le hacen ningún servicio

Es una técnica chapucera. Va enmascarada de generosidad y buena voluntad pero en realidad solo es fruto del egoísmo de quien está dispuesto a rebajar la figura del president para no tener que competir con él. Como si el president Pujol pudiera hoy competir con algo, como si no hubieran visto en la librería Ona que del hombre que fue no queda mucho más que el sentido del humor y los reproches contra sí mismo. Evidentemente, Pujol se deja. Lo hace, me parece, porque le ayuda a perdonarse. Precisamente por eso es egoísta, porque si hay alguien que ya no está en igualdad de condiciones para poner límites, los límites los tienes que poner tú mismo. Si pasear a Pujol como un muñeco de feria no hace lucir su legado político ni indulta los diez años de ostracismo a los que lo condenaron —no se puede—, no le hacen ningún servicio. Lo saben, pero el servicio se lo quieren hacer a ellos mismos.

No hay mucha diferencia entre el discurso vacío supuestamente rompedor con el que Junts habla todavía de la independencia y la manera como utilizan a Pujol

Todo hace tiempo que apesta a desesperación. Y tan desesperados están, que ni piensan cómo hacer bueno el retorno de Pujol por todos los feos que le hicieron y todos los silencios que guardaron. Lo folclorizan hoy porque quitarle el sentido es la única manera de aprovechar el símbolo, la corteza, la evocación del momento en el que todo les parecía seguro, luminoso y esperanzado sin tener que construir una seguridad, una luz y una esperanza que se concrete en hechos para nuestro momento. Es el gesto, siempre el gesto. No hay mucha diferencia entre el discurso vacío supuestamente rompedor con el que Junts habla todavía de la independencia y la manera cómo utilizan a Pujol de trasto para disimular los harapos.

Es rentabilizar la sed de perdón de un hombre que nunca se sentirá perdonado y así tenerlo, por fin, controlado

Si todo podía arreglarse con una calçotada, si han necesitado un ictus para tener la compasión de excusa como quien tiene un as en la manga, si se han tenido que redimir a través de ERC para coronar el fin del procés con el retorno de un pujolismo político tronado, ya me diréis, pues, dónde queda la buena voluntad. Si todavía se piensan que son ellos quienes tienen que perdonar a Pujol, todo es el cinismo de siempre. Es rentabilizar la sed de perdón de un hombre que nunca se sentirá perdonado y así tenerlo, por fin, controlado. Pronto lo invitará a la piscina de Cadaqués la misma gente que explicó en la Sagrada Familia que le había retirado la palabra por ladrón porque la degradación política y la bajeza moral siempre acaban haciendo cremallera. Si de reeditar los escritos a la prisión de un hombre que fue veintitrés años president de Catalunya han sacado unas fotos en Instagram entre papel de diario y salsa romesco es que todavía no han entendido nada.