Circula estos días por las redes un vídeo que recoge el discurso de Nayib Bukele sobre la excelencia de lo público frente a las iniciativas privadas. El discurso es de junio de 2024, pero la importancia de su reflexión me ha empujado a hacerme eco de lo que hierve ahora mismo en las redes. El presidente de El Salvador se dirigía a su pueblo, después del inicio de su segundo mandato consecutivo como mandatario. Desde el balcón del Palacio Nacional, Bukele dijo que el país “ya se había curado de las pandillas” y que ahora “tocaba arreglar la economía”. El señor Bukele se despachó a gusto, sin tapujos, sobre la importancia de que lo que es de todos, como en las civilizaciones más avanzadas en lo político, como la Antigua Grecia, sea excelente.

Frente a él, ese junio de 2024, se encontraban físicamente gentes provenientes del Mundo. Y entre ellas, Felipe VI. Supongo que a él esto no puede parecerle mal, porque en realidad, la Casa Real vive del erario público, así que bien. La cuestión está en que el Rey, tanto el activo como el emérito, tiende a rodearse de personas que poco o nada tienen que ver con el público, es decir, el pueblo. Es curiosa esa manera de relacionarnos con nuestro jefe de Estado y su familia, a quienes sostenemos para que vivan, precisamente, a cuerpo de rey. Y lo hacemos cuando cada vez nos cuesta más pagar impuestos que deberían devolvernos servicios públicos de excelencia. Entre otras cosas porque nos suben los impuestos, los precios de los bienes esenciales, y no conseguimos ganar más por nuestros trabajos. En fin, que me pierdo. Retomo el momentum: ese rey Felipe VI escuchando lo importante que tiene invertir en lo que es de todos, y quedará como un legado de nuestro tiempo a los que han de venir detrás.

Lo decía un tipo que acababa de ser reelegido con un 84.6% de los votos. Vuelvo a recordar al Rey, qué le vamos a hacer. Bukele fue cocinero antes que fraile. Y durante sus años como alcalde de San Salvador, entre 2015 y 2018, se puso como objetivo ejecutar proyectos públicos de manera eficaz. Llegó a ejecutar más de 200 proyectos con una inversión de 9 millones de dólares. Redujo drásticamente la violencia urbana al tiempo que revitalizó el centro histórico de la capital. Hablando en datos: pasó de haber 12 homicidios al año en Nuevo Cuscatlán a solamente uno durante todo el mandato del alcalde. Tiene legitimidad para hablar como habla.

Y en España sabemos que eso es cierto. Nuestro modelo público de salud es referencia a nivel mundial: según la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, en 2023 encabezamos la lista de países europeos con mayor esperanza de vida y vida saludable. Somos, junto a Portugal y Grecia, los países europeos donde la defensa de lo público tiene un mayor respaldo ciudadano. Yo añadiría aquí que también lo cree así nuestra corona, qué duda cabe. Si nos fijamos en la mejor educación de Europa, nos encontramos a Finlandia, que es reconocida mundialmente por tener el mejor modelo educativo. Y opera, precisamente, con un sistema totalmente público. Portugal se ha puesto en marcha y ha apostado por eliminar las subvenciones para la educación concertada e invertir en la pública. Los resultados están siendo excelentes, incidiendo en la calidad educativa del alumnado.

Lo público debe ser mejor que lo privado. No por ideología, sino por imperativo de eficiencia democrática

¿Hay alguien que no quiera que la educación pública sea de una excelentísima calidad? A pesar de comprobar que nuestros dirigentes políticos, que dicen defender lo público, apuesten por educación privada para sus hijos, los que sí somos de lo público, queremos una mayor y mejor inversión. Y somos muy conscientes de que no solamente es un beneficio para nuestros hijos, sino que lo es para el país en su conjunto. Apostemos por generaciones más y mejor formadas. De verdad. En España ya sabemos qué ocurre con las privatizaciones. A pesar de que todos sabemos que la gestión pública es más eficaz y más barata si se hace como es debido, nuestros dirigentes van cediendo terreno para una gestión que nos cuesta más a los consumidores y nos ofrece un peor servicio. Pero las puertas giratorias se encargan de hacer que todo esto fluya sin fricciones. 

La gestión de lo público es esencial para una sociedad próspera. Y nosotros, por lo que se ve, andamos bastante disgustados en términos generales con los servicios que se nos están dando a cambio de nuestros impuestos.

La gestión es, lo que precisamente se ha acordado con Catalunya: el 24 de julio, el gobierno del Estado y el de la Generalitat acordaron que la Agencia Tributaria Catalana asumiera progresivamente la gestión del IRPF. Las proyecciones apuntan a ingresos de unos 52.000 millones de euros anuales, más del doble de los 25.600 actuales. El cupo vasco-navarro tiene algunas similitudes, pero alguna gran diferencia. Mientras estos pagan al Estado según servicios prestados estimados, Catalunya aportará un porcentaje de impuestos recaudados. Esto significa, fundamentalmente, que la aportación catalana dependerá directamente de la eficiencia recaudatoria. Tres años se calcula que la agencia tributaria autonómica más desarrollada tardará en asumir las nuevas competencias. Tendremos una buena oportunidad para observar con el microscopio lo que sucede.

De momento, está clara la tendencia a nivel europeo en lo que a privatizar todo lo que se pueda se refiere. A veces, como en pandemia, ni siquiera hicieron falta procesos especiales, ya que directamente se compraron millones de productos a la industria farmacéutica privada, incluso cuando algunos países han tratado de revocar sus contratos, el pago con nuestro dinero se ha realizado igualmente.

¿Demostrará Catalunya una mayor eficacia en la gestión de lo público que ahora le competerá?

Bukele dio en el centro de la diana. A ver si por aquí se le tiene más presente: lo público debe ser mejor que lo privado. No por ideología, sino por imperativo de eficiencia democrática. La suerte está echada.