Para distinguir a buenos y malos en estos días de confusión, merece la pena repasar los No-Dos de la época de Franco que corren por YouTube. Madrid y La Vanguardia querrían que la visita del Rey se desarrollara con la tranquilidad bucólica que rezumen los pesebres que los servicios de propaganda franquista preparaban al dictador cuando venía a exhibirse a las provincias rebeldes. 

Ahora que las urnas están más de moda que los fusiles, muchos demócratas estarían de acuerdo con hacer desaparecer de internet las imágenes donde el rey Juan Carlos afirma en castellano: “Formado en la España surgida el 18 de julio he conocido paso a paso las importantes realizaciones que se han conseguido bajo el mando del Generalísimo Franco. (...) Recibo de su excelencia la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936.”

Como que el Estado no está en condiciones de controlar YouTube, intenta hacer de la necesidad virtud y presenta la visita del Rey como un acto heroico, en una Catalunya trastornada por una minoría radical y violenta. Las bajadas de pantalones de los presos políticos no han devaluado lo suficiente el recuerdo del 1 de octubre y el Estado necesita encontrar maneras de hacer creer a los catalanes que no podrán repetir nunca una gesta como aquella, ni mucho menos darle continuidad.  

En este sentido, las próximas elecciones podrían ofrecer una ocasión de oro para mirar de redimir el Rey y los policías que vapulearon a los catalanes que querían votar sobre la independencia. Si un grupo de alocados bloqueara el acceso a los colegios, los consultores que aconsejaron la exhumación del Caudillo, tendrían la ocasión de intentar rehabilitar la imagen de la monarquía y tapar el ridículo que la policía española hizo en el 1 de octubre. 

Con la ayuda de Tsunami Democràtic, pues, La Vanguardia intenta vincular el operativo policial que Madrid ha montado para endulzar la visita del Rey con el supuesto peligro que el independentismo bloquee los colegios electorales. El hecho de que La Vanguardia insista a hacerse eco de esta idea de bombero me recuerda la comedia que se montó con aquel misterioso estado mayor que tenía que hacer ver que sacaba adelante el referéndum, mientras lo boicoteaba.

El día que El País anunció la existencia de este sanedrín de estrategas procesistas, ya sugerí cuál sería su función. Inmediatamente, Mònica Terribas llamó a un de sus miembros para que desmintiera su existencia en directo. Al final, como pasa siempre con los frankensteins del puente aéreo, los planes se descontrolaron y el referéndum se celebró contra la voluntad de todos los genios políticos de la colonia.

El problema del Estado y de sus sicarios es que siempre acaban olvidando que Catalunya es una nación y que, por lo tanto, tiene vida propia más allá de la propaganda. Intentar presentar al independentismo como antidemocrático para equipararlo a las porras de la policía española es una táctica absurda, típica de un Estado que ha hecho de la igualdad un valor tóxico. Aun así, mientras los políticos se vuelvan criaturas estúpidas ante los micrófonos, no haremos nada. 

Necesitamos líderes que sepan explicar a los españoles que Catalunya es una nación ocupada y que su segunda ciudad es València. Mientras nuestros dirigentes tengan miedo de luchar por Catalunya, los intentos de domesticar a los catalanes radicalizarán los partidos de Madrid y la casta que vive de la colonia. Solo hay que leer los tuits de Sala Martín para ver como se ha degradado la inteligencia en los últimos años, en ambos bandos. 

Como decía cínicamente un periodista de La Vanguardia, “Errejón, en otros tiempos firme defensor del referéndum y de una relación confederal entre Cataluña y España, reivindicó el federalismo que, según él, ha olvidado el PSOE.” Leer el diario del señor Godó se ha vuelto un festival. Ayer mismo, Jordi Juan relacionaba las protestas en la calle con el atentado del 11-M, y el dandy del periódico casi comparaba a los jóvenes independentistas con el Irán de Khomeini.

El mal lo quema todo cuando nadie encuentra suficientes motivos para intentar pararlo. Incluso las sonrisas de conejo y las excusas de mal pagador.