“Un fantasma recorre el mundo y no es el comunismo sino la secesión de las élites”

A. Ariño y J. Romero

Los jueces de derechas quieren independizarse. No es que quieran ser independientes, que sería lo suyo, y una característica y virtud que debe cultivar cada uno de ellos en su trabajo, no, lo que quieren es ser el poder independiente de su casa. El poder que se lame solo. El poder que controla a todos pero que no es controlado por nadie ni acepta normas de nadie, ni siquiera las que emanan del Parlamento. Los mismos jueces conservadores que se rasgan la camisa afirmando que ellos sólo están sometidos al imperio de la ley. Ojo, de la ley que hacen los suyos y de la que les gusta, según nos demuestran ahora.

Son un puñado de ellos, las ejecutivas de las asociaciones conservadoras, que ven peligrar sus futuros nombramientos si se renueva el CGPJ con la actual conformación parlamentaria. Es muy importante para ellos: les recuerdo que casi el cien por cien de los presidentes de la asociación conservadora mayoritaria llegan a sentarse en el Tribunal Supremo. Son un puñado de ellos y se arrogan la representación de 2.500 ―el conjunto de sus asociados― pero no lo han sometido a su consideración en ningún momento. Yo he recibido varias quejas de asociados por esta usurpación. Están aprendiendo pronto de la posverdad, que nada te estropee un buen titular.

Ese puñado de magistrados, asentados en el sistema de hacer carrera propia, la mayor parte de ellos, han escrito una carta a la vicepresidenta de la UE para Valores y Transparencia y al comisario de Justicia. Han escrito una carta, no han presentado una denuncia ni han puesto en marcha ningún procedimiento reglado. Han decidido que ellos se van a Europa a armar lío para ver si consiguen imponer alguna otra voluntad por encima de la del Parlamento de su nación, sede de la soberanía popular. ¡Qué les importará eso a ellos! Tampoco les ha importado llegar a plantear que España es equiparable a Hungría o Polonia ―países iliberales con gobiernos populistas de extrema derecha― y pedir que se aplique la misma amenaza del artículo 7 para impedir que lleguen los fondos de la UE para levantar la economía tras la pandemia. Ahí los tienen, los señores que tienen el sueldo fijo de por vida y a los que es tan difícil levantar de su asiento, hagan lo que hagan, ponen negro sobre blanco que se la bufa la necesidad que millones de personas y empresas tienen de esos fondos porque lo que importa es lo suyo, es decir, que las cosas sean como ellos quieren aunque los votos del Parlamento digan otra cosa.

Son los jueces que hacen política los que están echando un pulso ni más ni menos que a la soberanía nacional que reside en las cámaras. Los que quieren controlar a todos los poderes y a todos los ciudadanos, pero sólo ser controlados por sus pares

Es indigno. No pensaba que se pudiera caer más bajo. Los jueces haciendo política partidista y corporativa contra los intereses del propio estado al que dicen servir. Es oportunista. Es electoralista. La peor reforma del CGPJ, la que aún sufrimos, la que le ha llevado a sus más viles niveles constitucionales la hizo Gallardón en un gobierno del PP y ellos protestaron un poquito y se aquietaron después, a ver si seguían cayendo los cargos y las designaciones que es lo único que les importa. Mienten cuando dicen que el CGPJ queda inoperante con la reforma llevada a cabo en la cámara para que no pueda nombrar en funciones. En esa reforma se le han mantenido el resto de sus competencias y los puestos que no se puedan nombrar seguirán ocupados por los actuales designados. ¿Dónde está la parálisis?, ¿dónde la inmisión en su sacrosanta independencia? El Consejo no es jurisdicción ni es Poder Judicial. El nivel de conocimiento constitucional que esgrimen da pena. Nada se ha tocado que afecte al Poder Judicial, lo que se ha aprobado afecta a los que quieren medrar y tienen prisa por medrar y creen que medrarán menos con un nuevo CGPJ emanado de un parlamento progresista. A Casado no le escriben para exigirle esa renovación, no vaya a ser que se les moleste. Por contra, le hacen el caldo gordo mandando cartas que el PP ya va a utilizar políticamente.

Son los jueces que hacen política los que están echando un pulso ni más ni menos que a la soberanía nacional que reside en las cámaras. Los que quieren controlar a todos los poderes y a todos los ciudadanos, pero sólo ser controlados por sus pares. Los que quieren plena libertad de expresión y poder hacer crítica política del gobierno, de los ministros o de los parlamentarios, pero exigen que no se les perturbe con crítica alguna. Tampoco de la prensa, que según ellos está en una conspiración para desprestigiarlos. Los que quieren ser poder del Estado y sindicalistas con derecho a huelga, pero sin que les descuenten el sueldo. Los que quieren ser lobby de presión y tener derecho de veto de las leyes. Los que quieren ser actores políticos y lobby de presión, pero acusan de “politización” a los representantes del pueblo cuando legislan.

¿Y de dónde han llegado estos gloriosos seres, que se niegan a someterse a nada, que quieren gobernarse y elegirse y sancionarse y premiarse entre ellos y además decidir cuándo se convocan las elecciones o tantas otras cosas que nos afectan? Esos seres angélicos y todopoderosos son señores y señoras que aprobaron un durísimo examen memorístico. Paren de contar. María Cristina me quiere gobernar y yo le sigo le sigo la corriente.

No son todos, ni tantos como dicen, ni tan fuertes como quisieran y pretenden, pero son suficientes para que la cuestión sea grave. Alguien va a tener que poner a los jueces en su sitio. Y su sitio es juzgar y ejecutar lo juzgado. Su sitio es estar sometidos al imperio de la ley que se hace en el Parlamento a impulsos de la soberanía nacional. Es impensable que unos funcionarios de carrera crean que pueden socavar y luchar contra un Parlamento cuando su composición no resulta de su agrado.

Unos señores con toga no se le pueden subir a las barbas a los poderes emanados del pueblo por intereses particulares y corporativos. La separación de poderes no significa que unos opositores, sin legitimación de la soberanía popular, pueden independizarse del resto.

Hay que pararles los pies.