“Todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía”

José Ortega y Gasset

Es casi seguro que el verano produce estados de ánimos sólo comprensibles por la relación de la canícula, el relajo y la sensación de tranquilidad que nos aparta de cualquier fuente de preocupación. Quizá por eso, nos anega de una cierta y gozosa melancolía. No es un estado único y homologable. Francia ardió un 14 de julio. Tal vez por su paralelo más al norte o tal vez porque ese mismo calor canicular es capaz de inflamar todas las injusticias, todos los deseos y todos los delirios. A saber. El esfuerzo si bien casi nunca es estéril, parece proporcionalmente más absurdo al implacable termómetro.

Melancolía agosteña de la que, no obstante, nos rescatan a veces mañanas transparentes y energéticas. Voy a suponer que hoy les levantó una de ellas. Sucede que ha llegado a mis manos una carta remitida a la JEC por Markus Winkler, a la sazón secretario general del Parlamento Europeo, el pasado mes de mayo. Son cosas de esas de la  transparencia. Al final, existen lugares en los que solicitas un documento y lo acabas obteniendo. No son muchos. No todos están cerca. Si no están demasiado melancólicos, les cuento que el escrito dirigido al presidente de la Junta Electoral Central, Segundo Menéndez, contenía una serie de instrucciones sobre la comunicación oficial que debía realizar sobre los eurodiputados electos de cada país y resulta que, no se sofoquen, lo que se les pide no coincide con lo que se envió. No sé si tal es el motivo de que la remisión de juramentados al Europarlamento no la firmara el presidente de la JEC sino el vicepresidente (se lo conté en Duelo en el Gran Ducado). A saber.

El escrito dirigido al presidente de la Junta Electoral Central, Segundo Menéndez, contenía una serie de instrucciones sobre la comunicación oficial que debía realizar sobre los eurodiputados electos de cada país y resulta que lo que se les pide no coincide con lo que se envió

Lo que es inapelable es que la carta le informaba de que “la notificación de cada estado miembro, basada en los resultados completos de las elecciones europeas celebradas en ese país, debe especificar los nombres de los candidatos electos, junto con su clasificación de arreglo a la votación”. A mí esto me suena directamente al primer listado publicado en el Boletín Oficial del Estado el viernes 14 de junio en el que se procedía a la proclamación de los 54 electos y que incluía a Puigdemont, Junqueras y Comín. En lugar de eso, como queda dicho, la Junta Electoral Central remitió una carta que afirmaba que trasladaba a los diputados elegidos “comunicando que por los mismos se ha cumplido con el requisito de juramento o promesa de acatamiento de la Constitución”. Son 50. Faltan los catalanes más Borrell, que luego no tomó posesión nunca.

En la carta remitida por Winkler no puede haber error, el Parlamento la ha entregado en perfecto español. Así que el día 24 de mayo, a la JEC le pidieron el listado de todos los electos y el día 17 de junio esta remitió un listado en el que quedaban excluidos los que no acudieron a jurar. ¿Qué pasa con esos eurodiputados? ¿Están en un limbo? ¿El Europarlamento debe continuar con un número inferior al previsto legalmente?

No dejen que les invada la melancolía. ¿Qué importa esto si podemos dar imágenes de una paella y una guitarra en los programas nacionales?

Y aún pueden ir más allá las cosas porque el Brexit es otra amenaza que tiene fecha de implosión. El Parlamento Europeo debe mantener el número de miembros tras la salida de los británicos y los escaños se repartirán entre el resto de los países. Sólo recuerdo que Clara Ponsatí se quedó en la línea de corte para entrar. España tendría en el reparto 5 escaños más y el primero sería para la catalana.

¿Y qué importa ya esto?, me dirán los más melancólicos de entre los melancólicos estivales.

A algún sitio irá. De momento en las demandas de vulneración de derechos y en las demandas ante el TJUE porque, la verdad, que te pidan expresamente una cosa y envíes lo que tu estimas conveniente es, cuanto menos, raro. Ya lo fue que ese escrito no lo firmara el presidente de la Junta Electoral Central al que me gustaría preguntar algún día por qué.

Pero agosto no es tiempo de preguntas y mucho menos de respuestas. Es tiempo de espera y de maduración. La siega siempre llega en otoño. Y los esfuerzos que no siempre son inútiles.