“Cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento”

Refrán popular

Hay historias que se asoman estos días a la ventana de la actualidad que están transcurriendo como llevadas por un viento liviano cuando podrían haber desatado un vendaval. Decisiones judiciales que descienden en las escaletas y en los titulares porque hay una gran cuestión que se está dilucidando ahora ―la investidura de Sánchez o las elecciones― pero también porque la nueva sociedad de pantallas ya ha pasado la parte del game que les correspondía y, por tanto, ya no acaparan el interés de la misma forma y, fíjense en lo importante, tampoco suscitan olas de indignación o campañas para abortarlas. Eso es bueno para aquellos que se benefician de ellas. Son casos que apuntalan mi tesis de que hay cuestiones que se debaten y se manejan en el núcleo de la sociedad catalana ahora que, en ningún caso, van a obtener una respuesta inmediata. Sólo habrá alivio cuando los tiempos lo permitan.

Veamos, pues, el primer caso, que no es sino el del cuñado del Rey. Urdangarin ha obtenido un permiso ―aún recurrible― para salir ocho horas, dos días a la semana, de prisión. Lo ha conseguido contra el criterio de las dos instancias que podrían reflejar la sensibilidad del Gobierno: Instituciones Penitenciarias y fiscalía. Ambas se han mostrado en diferentes momentos contrarias a esta posibilidad. Los fiscales, muy claramente, indican en su informe que lo que se solicita para el cuñado real es “lo inverso” de lo que suele suceder con el resto de los presos, ya que a estos “una vez que disfrutan de permisos y se observa su evolución, se les contempla la posibilidad de los programas de reinserción” y no al revés como se pretende. Respecto al aislamiento, entiende el fiscal que la circunstancia en la que se cumple la condena no es una elección del interno, sino de la Administración, o sea, que lo de que Urdangarin está aislado lo podría solventar Instituciones Penitenciarias trasladándolo y que no se puede para arreglar eso pervertir el sentido de los artículos del reglamento penitenciario. Vamos, que la fiscalía no ve para nada lo que el juez sí concede. ¿Qué es lo que ha pasado? Pues nada. Unos tuits, un par de titulares y a otra cosa mariposa. Puede que la fiscalía recurra el auto, lo está estudiando, pero si no lo hiciera, el caso estaría descontado, puesto que ningún escándalo social se ha formado al respecto. El cuñado real podría empezar a salir cuando aún no ha sido ni juzgada la abogada que se empecinó en imputarle.

Cada cosa a su tiempo. ¿Podría haberse dictado este auto sin un escándalo absoluto hace un año? Probablemente, no. Es el tiempo. El tiempo entre las costuras de la ley. El tiempo en las voluntades políticas. Sólo con el tiempo algunas cosas pueden hacerse en este país sin que se levanten las olas de la ira. Los que lo saben, lo tienen muy presente. Por ese motivo resulta chocante ver como son muchos los que proponen soluciones inmediatas o exigencias para desactivar el resultado de una sentencia como la del procés que ha de ser no parca en penas con los políticos catalanes procesados. Ya hemos comentado otras veces que no va a ser así. Cualquier cosa que pudiera hacerse, llegaría con el tiempo. Y ese tiempo siempre arriba cuando la sociedad ya está a otra cosa y no se arriesgan ventoleras sino leves brisas sin consecuencias.

¿Qué creen que pasó el lunes en la Audiencia Nacional? ¿Alguien cree que hace unos años la fiscalía y la AVT habrían llegado a un acuerdo con lo que han denominado el frente de makos, los abogados de los presos de ETA a los que se les imputaba formar parte de la misma banda? Pues el lunes sucedió. Sin pena ni gloria. Los acusados aceptaron la condena por pertenencia a banda armada y en una sentencia de conformidad se les imponen penas muy leves, la mayor parte de las cuales ya cubrieron con su prisión preventiva. Todos están ya en su casa con una vida reinventada. Otra vida y otro tiempo. Algo que no hubiera sido concebible en otro momento pero que ahora apenas ha ocupado espacio en la actualidad. Otros tiempos.

Tal vez unos tengan prisa mientras que otros intentan frenarlos, pero todo llegará, a su tiempo. Un tiempo que será de nuevo de los jueces

De tiempos va también la solicitud de los abogados de Junqueras para que se suspenda el dictado de la sentencia hasta que se haya pronunciado el TJUE. Argumentan que, aunque es cierto que la cuestión prejudicial se planteó por la negativa a que saliera a jurar ―por tanto, en la pieza de situación personal del preso―, “no se puede negar la afectación de la pieza principal”. Ya advertimos desde el principio de esta circunstancia que permitía los trucos de prestidigitación, así que no va a haber mucho que hacer. El argumento del número de presos preventivos que esperan sentencia es también muy potente. No es posible tenerlos sin conocer su destino hasta que el TJUE decida decidir. Los tiempos también están aquí muy tasados. La sentencia tiene su espacio y sus tiempos y... los sentenciadores también.

Unos tiempos que a veces resultan lentos y otras demasiado rápidos, y parece que esto último es lo que le está pareciendo al MHP Torra la instrucción que el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya está llevando a cabo y por eso está intentando frenarla todo lo posible con los más diversos incidentes de recusación. El último presentado recusa al instructor del incidente de recusación de dos juzgadores. Y no es un jeroglífico. Lo que sucede es que, como les contaba el otro día, la sustancia de la decisión que tomó Torra no puede diluirse y está sobre la mesa del tribunal. No fueron los jueces los que salieron a buscar al president, sino que fue él el que se puso en sus manos. Ahora podrán ser recusados uno tras otro, y eso apuntalará a los que opinan que estos asuntos no se pueden sustanciar en el territorio y que es mucho mejor darle una patada a las normas y mandarlos para Madrid. Pudiera ser, si al final no existe juez en Catalunya al que se considere no contaminado para entender de esa desobediencia.

De hecho, la última recusación presentada contra el magistrado Ramos, al que, entre otras cosas, se le echa en cara ser el magistrado de adscripción autonómica, no deja de ser un contrasentido viniendo de un president de la Generalitat, dado que fue esta última una de las principales batalladoras para que se creara esta figura del magistrado nombrado por el Parlamento del territorio para, entre otras cosas, entender del derecho propio. Decir que como a Ramos lo propuso el PSC, en su momento, y que por ello tiene interés en quitar de en medio a Torra para convocar elecciones, es un volatín que puede cuestionar la propia existencia de este tipo de magistrado que, sin embargo, fue introducido en 1985 en la ley por petición de los territorios históricos. Yo no estoy a favor de la existencia de esa figura en los tribunales superiores, pero sobre sus consecuencias reales voy a citar a uno de los pocos magistrados españoles que se ha atrevido a cuestionar públicamente la acusación por rebelión y otras muchas cuestiones del enjuiciamiento del procés, Miguel Pasquau Liaño, un tipo cabal: “Yo soy magistrado autonómico (... en Andalucía) pero lo que quiero decir es que la intervención de un parlamento en el proceso de elección de jueces no tiene por qué ser una marca de politización de la justicia. Es mezquino el discurso de que el magistrado “autonómico” está ahí para proteger a los políticos que le han nombrado. Muy mezquino, por más que inmediatamente, sin levantar mano, se aclare que no se duda de la profesionalidad del magistrado autonómico: ¿cómo no se va a dudar de su profesionalidad si se sospecha de su parcialidad?”.

En todo caso, llevará tiempo. Porque tal vez unos tengan prisa mientras que otros intentan frenarlos, pero todo llegará, a su tiempo. Un tiempo que será de nuevo de los jueces. Ese es el que le ha llegado a Urdangarin y el que le será impuesto a Junqueras y el que le espera a Torra.  El tiempo que ya no se maneja, ese es el tiempo más peligroso. Y a cada cosa le llegará su momento. Hasta a los nabos, en adviento.