“Vivir hoy día, Postumus, es ya vivir demasiado tarde”

Marcial. Epigramas

 

Cuando lean estas líneas yo estaré mirando al mar. No hay otra cosa que haya deseado más durante estos meses de confinamiento y zozobra. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! Así que para no faltar a mi cita, escribo con la incertidumbre de no saber si el promiscuo fluir de los acontecimientos habrá desplazado el centro de atención a alguna otra cosa que soy incapaz de atisbar. Pero la incertidumbre forma parte de la vida y del oficio de periodista, hasta cuando a alguien se le ocurre escribir la crítica elogiosa de un artista renombrado antes de que acabe el concierto. La incertidumbre es la urdimbre que soporta la trama de la vida humana y la forma de soportarla nos marca como individuos y como sociedad. No en vano dejó dicho Kant que uno puede medir la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar.

La incertidumbre es la única seguridad para los próximos meses de nuestra vida. No sólo en los aspectos epidémicos sino en tantos otros que nos ocupan o nos preocupan. Tomemos en consideración, por ejemplo, la situación judicial de los flecos del procés, tanto en los comportamientos futuros del Tribunal Supremo como de las restantes instancias que se van a ver implicadas. En el panorama asoma el enjuiciamiento de Torra en septiembre, con una rápida sentencia, el suplicatorio solicitado al Parlamento Europeo por Llarena respecto a los eurodiputados, o los avatares de una ejecución de sentencia que depende de una sala que va a ver alterada su composición.

No podré darles certezas de nada. Incluso los tiempos que les ofrezco están dispensados del deber de seguridad, puesto que ninguno sabemos si en poco tiempo volveremos a estar todos desactivados y en casa. Supongamos que no será así, porque es un último cartucho que no queremos ver detonado.

Lo cierto es que la decisión de la justicia belga de no conceder la extradición de Puig es un elemento que añade novedades a la ecuación y que viene a confirmar lo que muchos dijimos: que cuando un asunto judicial deviene un asunto de Estado, o un asunto de Estado uno judicial o político, comienzan los movimientos para sacarlo de su jurisdicción natural y arrastrarlo a los órganos centrales. Ya lo dijimos en su momento. Maza presentó la querella en el Supremo contra Forcadell y los otros aforados y en la Audiencia Nacional contra el president y el Govern ya destituido. Para eso tuvo que sacarse de la manga que la rebelión y la sedición eran competencia de la Audiencia Nacional, a pesar de que esta en Pleno ya había dicho años antes que no, y la Sala de lo Penal cambió esa interpretación para quedarse con el caso. Después, la Sala Segunda, a pesar de su histórica renuencia a quedarse con macrocausas por haber algún aforado, consideró que el delito de rebelión sólo podía cometerse en grupo y, por eso, tenía que ocuparse de todos. Pero con Forcadell juzgada y sin rebelión, se les viene abajo todo el montaje que no es sólo un montaje sino la vulneración del derecho al juez predeterminado por la ley. Esto es lo que el juez belga ha visto claramente cuando ha impedido la entrega de Puig.

Es obvio que no tenemos certeza de cómo afectará todo eso al procedimiento de suplicatorio enviado por Llarena al Europarlamento, pero sí podemos afirmar que Sassoli tiene ahí un nuevo elemento que valorar si no está muy por la labor de meterse en el berenjenal de someter a la Cámara esa petición. ¿No podría, una vez que se le entregue tal sentencia, alegar que es preciso esperar a los recursos dado que la norma europea habla de reclamación presentada por el organismo “competente”?

Otra de las cuestiones que está en el alero es la nueva composición de la Sala Segunda que saldrá tras la renovación del Consejo General del Poder Judicial. En todos los mentideros jurídicos se da por descontado que Juan Carlos Campo y Enrique López ya han culminado una negociación sobre los nombres de los vocales —que debe incluir, digan lo que digan, la del próximo presidente de ese Consejo y del propio Tribunal Supremo— y que sólo están a expensas de que Sánchez y Casado consideren que es el momento preciso para ponerlo en marcha. ¿Qué pasará finalmente con Marchena, el sempiterno candidato a presidente, digno de la puerta de atrás? Yo creo que este tren le pasa ya tarde porque resulta bastante inverosímil que, ante la negociación de los presupuestos, el PSOE pretenda servírselo de aperitivo a ERC. Da la impresión, según se rumorea, de que el candidato de consenso no pertenecería a la jurisdicción penal esta vez sino que sería un administrativista. A saber. También se habla del factor mujer, que ya va siendo hora y ahí se citan nombres como el de Ana Ferrer, que creo que no será, y también de Encarnación Roca, la actual vicepresidenta del Tribunal Constitucional. La situación de este órgano, también pendiente de renovación, no puede hacernos dudar de que en el juego de cromos esta vertiente también juega porque unos pueden salir de un sitio y aparecer en otro. Tras esa renovación se reactivaría la designación de los magistrados que faltan en la Sala Segunda del Tribunal Supremo y esto podría deshacer el nudo gordiano y juramentado que se había formado entre los miembros de esta de cara al procés. ¿Saldrá Marchena hacia un sitio u otro? ¿Entrarán otros que nunca vieron ese procedimiento como algo sostenible?

Son ustedes muy inteligentes, no dudo de que podrán vivir con esa incertidumbre… al menos hasta que yo deje de tener la vista clavada en el horizonte. ¡Feliz descanso!