El sujeto ideal del régimen totalitario (…) son las personas para quienes la distinción entre los hechos y la ficción y la distinción entre lo verdadero y lo falso ya no existe

Hannah Arendt

A los fascistas de Vox no les han gustado las caricaturas que el semanario El Jueves ha publicado de todos ellos. Les han escocido, y para eso está el humor satírico, para escocer, los cromos de “La asquerosa Pandilla Voxura”, que ni siquiera voxera. Significa eso que la revista ha conseguido su objetivo con unas caricaturas si se quiere hasta un poco infantiles en su diseño y en las que han recogido a Espinosa Venenosa, Macarena Gangrena, Buxadé al Bidé o Ndongo Hediondo. En realidad, se han inspirado en algo tan común como las tarjetas de “La pandilla basura” que se comercializaban en los años ochenta y de las que se vendieron más de cien millones de unidades.

La cuestión no es el estilo o el sarcasmo o la denuncia que contengan las categorías, sino la reacción de la cuenta oficial del partido señalando con nombre, apellido, foto y lugar de trabajo al presidente del grupo RBA en Barcelona, que es la empresa editora de la revista. “Su revista difunde odio contra millones de españoles a diario. Es posible que muchos de ellos le empiecen a exigir responsabilidades cuando le vean salir de su despacho en la Diagonal de Barcelona”. En el texto se demuestra que la fórmula elegida por la revista para caricaturizarlos ha sido hasta amable, porque admitirían dibujos de trazos más duros y motes aún más cáusticos.

Y ahí tenemos a un partido político señalando públicamente a un empresario del mundo editorial catalán porque no aceptan la crítica ni el humor de una publicación que desde su celebrado Martínez, el Facha siempre ha mantenido una línea homogénea en la denuncia de las ideologías de ultraderecha. El señalamiento es claro, pero hay que decir que los voxeros se han quedado en el filo y no encuentro jueces o juristas que consideren que hayan cometido delitos. Fíjense que en el tuit llaman a protestar contra una persona concreta en un lugar en el que acude a diario, pero, ¿qué otra cosa es un escrache?, ¿por qué sentimos un escalofrío cuando es un partido como Vox el que lo hace? Porque son ellos y, en el fondo, todos sabemos que no son un partido normal y todos tememos que algún energúmeno les tome la palabra. Ese mismo llamamiento a concentrarse para protestar por un artículo publicado o por una anteproyecto de ley presentado o por una sentencia dictada nos parecería, en la mayor parte de los casos, una muestra más o menos agradable de la libertad de reunión o de manifestación o de protesta o de expresión.

No estamos ante un problema penal y si alguien lo llevara a los tribunales, veríamos, con seguridad, como las confusiones que les han acaecido en casos célebres de tuiteros, raperos y otros no se les producían con el mensaje de Vox

Haces algo y a otros no les gusta. Todo los días estamos viendo cosas así, pero en este caso la cuestión cobra un cariz distinto y no es precisamente penal. Para los que defendemos la libertad de expresión en toda su extensión, este tuit no puede ser delictivo como no lo eran los de Cassandra. Los que vieron peligro en los tuits de Cassandra ―todos en las derechas y en la Audiencia Nacional― deberían estar viendo un delito de amenazas en el texto de Vox. Yo no vi tal delito porque en una amenaza no condicional debe haber el anuncio de un mal ilícito que va a sucederle al amenazado y no hay tal cosa ni en aquellos textos ni en el texto de los ultraderechistas. La provocación del artículo 18.1 exige una incitación directa a perpetrar un delito, y aquí tampoco se da. No estamos ante un problema penal y si alguien lo llevara a los tribunales, veríamos, con seguridad, como las confusiones que les han acaecido en casos célebres de tuiteros, raperos y otros no se les producían con el mensaje de Vox. Eso es seguro.

Estamos ante una evidencia política. Un partido que sustenta gobiernos y que podría entrar en ellos, está señalando a un empresario editorial porque no soporta las críticas. Así como Trump y otros señalan a periodistas. La doctrina constitucional que obliga a los políticos a soportar una crítica más acerada, más agria, incluso más faltona, que al resto de los ciudadanos, se les queda corta. Ellos no creen que los periodistas estén para controlar y señalar al poder o para criticarlo, como sucede en las democracias, ellos ven una afrenta en los normales modos democráticos. No toleran la libertad de expresión cuando les ofende porque la ofensa, ejercida sobre ellos, es el límite de todas las cosas y también de los derechos y libertades democráticas. Propongo por eso un Streisand, que rulen las caricaturas, que se muevan, que las vea todo dios.

No recuerdo que ninguno de los grandes partidos haya jugado con la peligrosa mecha de la censura vicaria, que es lo que en el fondo está haciendo Vox, censurar las críticas derivando a terceros la llamada para incomodar, escrachar o intimidar a los que ejercen su libertad o pretendiendo que estos ante la fijación pública del sujeto de su disgusto, éste opte por recular o replegarse o autocensurarse para evitar la ocasión y, tal vez, el peligro. En ocasiones también ha sido incómodo ver cómo Podemos delegaba en personas próximas, pero ajenas a la propia organización, para mostrarse inaceptablemente hostil con los periodistas que no les aplauden. Vox ha dado un paso más allá y lo ha hecho desde su cuenta oficial. El PP tiene un problema porque el PP sabe que no es tolerable que quien tiene el poder ponga el dedo sobre los ciudadanos, aunque estos sean empresarios catalanes, categoría a la que parecen haber bajado un escalón por debajo de otras. Los ciudadanos sí pueden poner el dedo sobre los políticos. Los periodistas deben señalarlos y los humoristas criticarlos ácidamente.

Vox patinará algún día. Es cuestión de tiempo que ese equilibrio nada inocente en el filo de la legalidad les haga caer en algún tipo penal. Lo hicieron también con esos carteles electorales, de los que por cierto no sabemos aún si son delito de odio, sólo que no era adecuado quitarlos por vía cautelarísima. Los tuits, los discursos de arenga y de provocación. Algún día caerán sin ambages en el otro lado de las normas. Tendrán, eso sí, la posibilidad de ser rescatados por esa parte de la judicatura que respira tan poca democracia como ellos. Esos que escriben que los niños inmigrantes constituyen "un evidente problema social y político" en los autos sin que nadie les haya preguntado su opinión.

Vox es un problema y es un problema que crece y que algunos alimentan. Cuando asoman la patita y nos muestran tan a las claras en qué tipo de sociedad quieren mandar, todos los demás deberíamos hacer un esfuerzo por apretar las filas para cerrarles el paso. En esto, como en tantas cosas, gran parte de este país está resultando un fiasco. A muchos todavía las libertades les hacen llagas. La falta de costumbre.