Aunque esta ha sido la semana de la XIII Legislatura a Catalunya y de la Mesa del Parlament, sin muchos obstáculos, la significación política de quién y cómo se ha alcanzado no debe ser objeto de análisis prematuros. Apuntan nuevas realidades que hay que esperar que maduren, como mínimo, hasta el discurso de investidura y la composición del Govern y el sottogoverno. El retrato, todavía, no está acabado.

En cambio, quien se ha retratado esta semana ha sido la política española y, sea cual sea el resultado del esperpento de Murcia, Madrid y el conato de Castilla y León, ya tenemos una víctima que tenía demasiada prisa por autoliquidarse: Ciudadanos.

A este partido, un partido del "no", un partido de "en contra de" cuando se le ha acabado el "en contra de" del soberanismo, no lo han querido ni en Catalunya. Desde diciembre de 2019, Ciudadanos es políticamente irrelevante.

A este partido, un partido del "no", un partido de "en contra de", cuando se le ha acabado el "en contra de", del soberanismo, no lo han querido ni en Catalunya. A C's, de la mano de Rivera, (fielmente seguido por Arrimadas, que ni siquiera sabe mandar) le ha pasado como a los presuntos deportistas hipermusculosos a base de hormonas, mayoritariamente ilegales. Mucha bola, pero el hígado hecho polvo. Nadie avisó al primigenio candidato desnudo, que, antes de comprarse el traje de gigante y forzar unas elecciones -acción que todo el mundo veía errónea-, había que esperar. Ni las polainas de bebé le van bien ahora. C's, desde diciembre de 2019, es un harapo, políticamente irrelevante, por muchos cantos de sirena -falsos y con muy mala intención- que le enviara Sánchez. Como en la mitología, las sirenas son engañosas y no hay ningún Ulises naranja a la vista.

Frenéticos por asomar cabeza, hacen caso de todo tipo de sirenas, de las afónicas también. Estas son las voces peperas y de la extrema derecha que, sin ningún tipo de vergüenza, hacen campañas para incentivar el transfuguismo, mil veces censurado, mil veces practicado, con todo el morro del mundo. Este era el panorama.

Así, en una de estas, se ofrecen unos naranjas murcianos a otros murcianos, rosados en este caso, para presentar sendas mociones de censura simultáneas: en la comunidad y en el ayuntamiento. Casi al mismo tiempo (“casi” es la palabra clave), el PSOE de Madrid -que parece irremediablemente maldito- presenta una moción de censura (también Más Madrid por separado), pero Díaz Ayuso, que tiene muy buen oído como quedó demostrado, se adelanta y finiquita la legislatura. Cosa que acaba en manos de alguna brigadilla Aranzadi, poniendo un pleito -que perderá- contra la presidenta. Se consolida algo que empieza a ser un tumor en la política española: si no salgo adelante en las instituciones, me voy a los tribunales. Disparate mayúsculo -por antidemocrático-. Sería como volver a arbitrar el partido en los despachos y el Comité de Competición decidiera el campeón de la liga, añadiendo y eliminando faltas, dando y quitando goles. Pero no demos ideas.

Decía que Díaz Ayuso tenía -y tiene- muy buenas antenas, pues sabía de primera mano lo que sucedía en la negociación de los chaqueteros naranjas en Murcia. Mientras tanto, Arrimadas y el PSOE en la más algodonosa inopia.

Sin embargo, la encargada de los naranjas -no se le puede llamar líder- ha perdido en la gatera de la ingenuidad los pocos pelos que le quedaban al partido, que iba de león y ha quedado en gatito. C's sigue los pasos de otra estrella fugaz: UPyD.

Podría parecer que el otro perdedor de la partida es el PSOE. No tanto y cada vez menos. Sánchez es un experimentado equilibrista que sabe cómo caer de pie. Esta vez lo ha vuelto a conseguir. Gana la alcaldía de Murcia, séptima ciudad de España, con una muleta que no lo pondrá en dificultades, ocupada como se encuentra en la supervivencia personal.

Esta maniobra plantea al PP el dilema de hacia dónde ir, hacia el centro o si, siguiendo el dictado de Aznar, se funde con la extrema derecha que, al fin y al cabo, sale del PP

El PSOE da Madrid por perdido: repetir candidatura es una muestra patente. En Castilla y León, donde domina algunos ayuntamientos importantes -decisivos, incluso- no le corre prisa iniciar la batalla por tierras de la antigua Castilla. Lo que Sánchez ha conseguido con sus cantos de sirena a los naranjas es destrozarlos. Ahora los restos de C's no valen nada, pues nada tienen a ofrecer.

Esta maniobra, que presuntamente es la segunda jugada que viene persiguiendo el presidente del gobierno desde hace tiempo, plantea al PP de Casado -mientras dure- el dilema de hacia dónde ir, hacia el centro (en un eterno viaje que no termina nunca) o si, siguiendo el diktat de Aznar, se funde con la extrema derecha que, al fin y al cabo, sale del PP.

Quien tiene ahora la bola negra es el partido que se muda de la calle Génova. Y quien se le ha tirado es Sánchez.