Pasó rozando el palo. El cómputo de votos a las candidaturas partidarias del sí en el 27S se quedó en un 47,74%, con una participación récord del 77,44% del censo electoral. Pero Catalunya jamás ha tenido en su historia un Parlament u órgano legislativo equivalente con la mayoría absoluta independentista que sustentan los 72 diputados de Junts pel Sí y la CUP. Una mayoría que no existiría sin la CUP, pero muchos menos sin ERC, y, desde luego, si el grueso de los electores de Convergència, el gran trozo del pastel por el que suspiraban Duran, Rivera y Albiol al unísono –Iceta sabe muy bien el suelo que pisa cuando baila- hubiesen dado la espalda a JxSí.

Ninguna otra “rebelión de los catalanes”, como tituló el hispanista británico John Elliott su obra de referencia sobre la revuelta catalana del XVII, se asemeja a lo acontecido el 27-S. Ni la de 1640, cuando, la Junta General de Braços, liderada por Pau Claris, y tras proclamar la República Catalana, aceptó a Luis XIII de Francia como conde de Barcelona. Ni  la de 1714, cuando el Principat defendió hasta el aniquilamiento la causa de Carlos de Austria como pretendiente a la corona de los reinos hispánicos frente a Felipe V.

Tampoco a la insurrección republicana de 1931, cuando Francesc Macià proclamó la “República catalana com a estat integrant de la Federació Ibèrica” ni als “Fets d’Octubre”, en 1934, cuando Lluís Companys declaró “l’Estat català de la República Federal Espanyola”. Y, en fin, poco se parece el Parlament surgido del 27-S a su predecesor del 2012 (sí, anteayer), que contaba con sólo 24 diputados explícitamente independentistas, aunque eran abrumadora mayoría los partidarios del “dret a decidir”, CDC, UDC, ICV y hasta los del PSC incluídos (y Rajoy no les dio ni agua).

Ninguna otra “rebelión de los catalanes”, ni la del siglo XVII, ni las de 1931 o 1934, se asemeja a lo acontecido el 27S

Esa es la realidad que, descontando a la Faes de José María Aznar, y algunos –muy escasos demócratas progresistas españoles– el Madrid realmente gobernante se ha obstinado en negar esta semana blandiendo como un clavo ardiente los dos puntos y cuarto por debajo del 50% en que se ha quedado el sí. Con el 2,51% cosechado por la doliente Unió se hubiese roto el techo de cristal, aunque ya advirtió Rajoy que no habría independencia ni por goleada ni de penalti (votos y/o escaños).

Ese mismo Madrid gobernante que se aprieta la venda de hierro sobre los ojos ha puesto una vela a la CUP para que remate a Artur Mas bloqueando su investidura. A eso se le llama buscar la victoria póstuma aunque el (deseado) caballo de troya sea esa CUP, 330 mil votos largos y 10 diputados, que defiende los Països Catalans socialistas y revolucionarios y el adiós a Europa, al euro, la OTAN, y al capitalismo “asesino” todo. Esa CUP supuestamente postestructuralista en la que los albaneses de Endavant-OSAN marcan el paso con voz de hierro –“No investiremos a Mas. Y punto”–  a los simpáticos anarcoindepes que se ganan los votos, hoy Antonio Baños, ayer David Fernàndez. Radicales elevados al CUBO –el programa de Pablo Iglesias, como él mismo admite es el del PSOE de hace un cuarto de siglo– y, sin embargo vitoreados por la caverna españolista más cavernaria.

Ese mismo Madrid gobernante que se aprieta la venda de hierro sobre los ojos ha puesto una vela a la CUP para que remate a Artur Mas bloqueando su investidura

Un día me dijo Oriol Junqueras que a la CUP la votan los hijos de los convergentes. Los resultados que obtuvola formación anticapitalista ya en mayo, en municipios de alto nivel de renta, como Sant Cugat del Vallès (aunque el 27S Ciutadans la desplazó del segundo al tercer puesto en el municipio, donde por cierto reside Raül Romeva), avalan sin duda esa percepción del líder de ERC. Y, sin embargo, me he topado con gentes de izquierda a fuer de unionistas que han votado a Baños hasta por razones generacionales, e incluso a algún conservador que le reconoce los méritos. Gentes que creyeron en el viejo maragallismo también han dado apoyo a la CUP y, dicen, incluso algún destacado concejal del equipo de Ada Colau.

Y, sin embargo, la inquietud de la noche electoral –Mas no alcanzó la mayoría absoluta en diputados, pero tampoco Junqueras o Romeva– va dando paso a una cierta tranquilidad en los cuarteles generales de JxSí. ¿Acaso tiene la CUP alternativa al actual president una vez Junqueras y Romeva han ratificado que no optarán a la presidencia? ¿No habíamos quedado que lo importante no son las personas sino el procés, como dijo este mismo sábado el líder de ERC ante el consell nacional de su partido? ¿Se ve la CUP forzando unas nuevas elecciones con las bases del “procés” de nuevo frustradas ante el regreso de las (supuestamente) superadas y denostadas lógicas partidarias?

Unas simples elecciones autonómicas casi envían al baúl de la historia esos “miles de años juntos” que invoca el españolismo más pleistocénico

Este 27S Mariano Rajoy ha estado a punto de entrar en la historia. Unas simples elecciones autonómicas –que no un plebiscito de hecho y de derecho, aunque la CUP diga lo contrario para capear sus particulares contradicciones– casi envían al baúl de la historia esos “miles de años juntos” que invoca el españolismo más pleistocénico para que los catalanes no se vayan, confundiendo, torticeramente lo que la geografía impone con la libre voluntad de los hombres. Las elecciones catalanas de hoy hace ocho días no fueron el 98 de Rajoy, pero estas sí, se parecen muy mucho. Para postre, Arrimadas le ha robado la cartera y la banderita al partido del presidente en Catalunya con un Albiol sin margen para frenar la marea naranja.

Así que ante todo mucha calma, como predicaban a guitarrazos los de Siniestro Total, aquellos geniales punks de Vigo que dudo que escuchara su paisano Rajoy. Después del susto del lindo corralito anunciado por la máxima autoridad monetaria local, el señor gobernador del Banco de España, al servicio del argumentario de campaña del PP, los mercados están tranquilísimos: no habrá DUI porque, según la CUP, el independentismo ha perdido el referéndum del 27-S. Puede ser, aunque el balón del sí pasó cerca, muy cerca, Mariano, y, como en una versión patria de Rebelde sin causa, algunos pollos corren ya sin cabeza al borde del abismo y a todo gas.