Hoy podría ser un buen día por muchas razones y todavía espero que lo sea, pero lo cierto es que el contexto, tanto local como mundial, no ayuda a la tranquilidad. En el mundo, ahora un nuevo frente, no un nuevo conflicto; pero sí una escalada lo bastante importante, cuando menos en el número de muertos en los dos bandos, como porque hablamos de guerra en mayúsculas entre Israel y Palestina en Gaza. Todo eso sin que la de Rusia y Ucrania se haya resuelto. Estos no son, sin embargo, los únicos. Son los conflictos que ocupan portadas y grandes titulares en los medios con cierta intensidad y persistencia; porque muertos, desplazados y refugiados hay a muchos más puntos de este planeta, que solo está caliente por culpa del calentamiento global.

De hecho, aunque hemos escuchado durante bastantes años, por lo menos en Europa, que la inversión en ejércitos sirve para poder mantener la paz, lo cierto es que los ejércitos, tarde o temprano, actúan y no solo para defenderse. Aparte que parece que no en pocas ocasiones, un ataque se considera la mejor de las defensas. Su mera existencia anuncia que la solución armada —que no puede ser nunca solución y acostumbra a ser ahogo de una de las partes— es una vía factible. Una más, quizás sí, pero en todo caso una vía para la resolución de conflictos.

Pueden parecer hechos aislados, pero en realidad son muy significativos los pasos que se están dando para poner a los militares y, en general, a los cuerpos armados, en nuestras vidas

Y la normalización de este hecho se produce de muchas maneras diferentes para diluir la focalización y la vigilancia que la ciudadanía civil debería tener, cuando menos en democracia, sobre los cuerpos armados, su poder, la inversión/gasto que suponen y su papel en los estados democráticos. En el caso español, claramente este es uno de los caballos de Troya del sistema.

Pueden parecer hechos aislados, pero en realidad son muy significativos los pasos que se están dando para poner a los militares y, en general, a los cuerpos armados, en nuestras vidas. No hablaré del cine ni de la televisión, hablaré de otras acciones de gobierno lo bastante significativas; más allá del gasto que se reserva a en los presupuestos del Estado para este capítulo. Solo dos ejemplos: uno ahora ya del pasado, si bien pasado reciente, y otro justo de la semana pasada.

Asistimos, en mi caso horrorizada y perpleja, al papel que un gobierno de izquierdas, cómo el mismo se ha proclamado, dio durante la pandemia de la Covid a los militares. Para siempre quedarán las comparecencias informativas del Gobierno compartidas con autoridades uniformadas. Y el más reciente, justo de la semana pasada, aunque es un serial por capítulos que dura desde el inicio de curso, gracias a la familia real española. La hija mayor de Felipe VI ha entrado en la academia militar y el viernes pasado era muy difícil no toparse con ninguna imagen sobre el tema. Quisieras o no saber nada.

De hecho, la foto vuelve a ser icónica, y no por la presencia de mujeres en el ejército en un sentido genérico, sino porque lo que caracteriza España es que una princesa forma parte de él. Todo un hito histórico, anacrónico, sin ningún tipo de duda, por más de una razón, de hecho, por todas. ¡Pero ahora ve e intenta explicarle a España que estaría bien llegar, o por lo menos asomarse al siglo XXI!