El artículo 7 del código de conducta de los miembros del Parlament de Catalunya (2016), bajo la rúbrica "Actitud ejemplar", establece, en el apartado 2: "Los diputados del Parlament tienen que mantener en todo momento una conducta respetuosa con los otros diputados y con los ciudadanos, y una actitud escrupulosa y ejemplar de acuerdo con el principio de igualdad sin discriminación en razón de género, orientación sexual, creencias, ideología, origen o condición social, etnia, lengua o cualquier otra. Este comportamiento tiene que implicar siempre la utilización de un lenguaje adecuado, y también un sistema de relación fundamentado en la interacción constructiva, cordial y dialogante con todas las personas y todos los colectivos sin exclusión." (el resaltado es mío).

Por su parte, el artículo 8, titulado "Relaciones con los medios de comunicación", es bastante ilustrativo en su propia literalidad. Así:

"1. La colaboración entre los diputados del Parlament y los medios de comunicación se tiene que orientar a favor del derecho a la información y del derecho de los ciudadanos a poder tener una opinión informada. Esta colaboración no incluye las informaciones confidenciales o sobre las cuales el Reglamento del Parlament o las leyes establecen una restricción en interés de otros derechos o bienes jurídicos.

2. En las comparecencias públicas ante los medios de comunicación, los diputados del Parlament tienen que cuidar su actitud, el lenguaje utilizado y el trato hacia los profesionales de la información y también hacia las otras personas que están presentes, con la finalidad de preservar la dignidad de la institución parlamentaria." (el resaltado también es mío).

Estamos una vez más, dada la cantidad de testigos que presenciaron los hechos, ante un ataque como defensa. Por una parte, rebatir, y por la otra, presentarse como la víctima

Los dos textos transcritos son de pura ética política, ya con cierta antigüedad y no impuestos por ninguna autoridad ajena a Catalunya, sino pioneros. Vienen a propósito de los incidentes que tuvieron lugar en los camerinos del FAQS, en TV3, el pasado 9 de julio. Después de la entrevista que le hicieron a la presidenta del Parlament, Laura Borràs, el diputado Francesc de Dalmases, que la acompañaba como en otras ocasiones, se dirigió con malas maneras, a grito pelado y con contacto físico tan intimidatorio como indeseado, a la redactora del programa, recriminándole el trato que la presidenta había recibido. Por lo visto, esperaba una sesión, para decirlo deportivamente, de baño y masaje. Pese a ello, efectivamente, no fue así. Porque no podía ser así.

En efecto, debido a la que está cayendo y en puro ejercicio del periodismo, se preguntó a la presidenta por los complicadísimos temas en los que se encuentra involucrada, respecto de los cuales respondió lo que y como quiso, sin ningún tipo —faltaría más— no ya de censura, sino de molestia. Que las preguntas podían ser incómodas, sin duda. El asunto es espinoso. Pero el FAQS es un programa informativo, no una fábrica de publirreportajes, concebido, dirigido y puesto en práctica por periodistas, además, de una televisión pública. Ciertamente, Laura Borràs corría un riesgo de ser incomodada; pero no sólo en el FAQS. En efecto, no hay periodista que se precie que no la haya entrevistado sin remover el caso que está en boca de todos: su implicación en la tramitación de dieciocho contratos sin concurrencia, otorgados siempre al mismo adjudicatario, amigo suyo, para más señas. Y ya en puertas de juicio.

El Sr. De Dalmases, periodista él mismo y portavoz de JuntsxCat en la comisión de control de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, haciendo uso de sus prerrogativas, ha negado los hechos. Y además ha pedido que se le abra un expediente informativo por parte de su partido con el fin de dejar claras dos cosas. Una, "con el fin de aclarar y poder rebatir y defenderse de las acusaciones" aparecidas estos últimos días. Segunda, De Dalmases ha pedido que se abra este expediente ante unas informaciones que son "claramente lesivas para su reputación".

Estamos una vez más, dada la cantidad de testigos que presenciaron los hechos, ante un ataque como defensa. Por una parte, rebatir, y por la otra, presentarse como la víctima. Un viejo truco que no merece ninguna consideración más.

Lo que sí, sin embargo, merece alguna consideración más es reiterar la permanente confusión entre propaganda e información. Principalmente, cuando el reseñado es el protagonista de los hechos: si la descripción es negativa para él, aunque sea ajustada a la realidad, pasa a ser propaganda negativa, seguramente proveniente del enemigo; manipulación, en una palabra. La información bien trabajada es inexistente bajo este prisma: solo papeles o imágenes a favor o en contra. Una pizca de objetividad ni está ni se la espera. La otra consideración es imaginar que determinados medios son afines o lo tendrían que ser. De este modo uno se lleva la sorpresa, bien desagradable, que ni lo son ni lo tenían que ser. Hay que recordar a quien así piensa que los tiempos en los que se enviaban a los diarios las entrevistas (auto)elaboradas desde el Palau de Generalitat han pasado a la historia. Tanto era así que, si encima la (auto)entrevista se titulaba, el atrevido director podía pasar a mejor vida, periodísticamente hablando.

No me meto en qué tiene que hacer el Parlament, si no lo hace decididamente el partido al que pertenece el protagonista de los hechos, ya bastante difundidos a fecha de hoy. La explosión de contradicciones nos estalla, una vez más, ante los ojos: la inmensa diferencia entre un código ético, de mínimos, y la realidad que practican los mismos que lo tienen que cumplir.

Ejemplar, sí, pero no del buen ejemplo.