Aunque poder, tiene poco, la presidencia de la Generalitat puede cambiar a las personas. Más que la cárcel o el exilio. Estar al timón de la nave asegura la adrenalina de las grandes aventuras y, sobre todo, una sobredosis diaria de realismo, de panóptica, de comprensión y, con un poco de suerte, hace crecer el buen criterio y la humanidad de nuestro jefe de grupo, del primero de los catalanes. Isaac Rabin, el héroe de las guerras contra los árabes, aprovechó que volvía a ser primer ministro de Israel para entenderse de verdad con los palestinos, mucho mejor que ningún otro dirigente sionista. Porque había cambiado y era más persona, más adulto, más entero. Por eso lo asesinaron los enemigos de la paz. También la experiencia del poder cambió a aquel pequeño burócrata, a aquel pobre intrigante, oportunista y mafioso hasta girarlo como un calcetín. Mijaíl Gorbachov pasó de negar la realidad hasta el ridículo, pasó de esconderse la mancha que tenía en la calva en la foto oficial y retocada de secretario general del PCUS, para acabar convirtiéndose en el principal protagonista de la democratización de Rusia y del fin de la dictadura soviética. En un determinado momento comprendió que el sectarismo y el control abusivo de las voluntades es siempre un pésimo negocio. Que el principio de libertad no se explica como una fantasía capitalista sino como una necesidad humana, como un bien de primera necesidad, como el pan. En un determinado momento se dio cuenta. Y decidió utilizar su inmenso poder a favor de sus conciudadanos, a favor del planeta entero ya que consigue acabar con la amenaza nuclear de la guerra fría. Durante unos días de reposo junto a su esposa Raisa en el castillo de Cormatin, como huésped de honor de François Mitterrand y de Danielle, se produjo una anécdota interesante. El jefe de Estado de la Unión Soviética, hecho un machote, se pierde irreparablemente dentro del famosísimo laberinto de los jardines del castillo. No hay manera de salir de allí, y eso que el seto te deja sacar medio cuerpo para que te fíes de las apariencias, para que pienses que podrás marcharse sin demasiados problemas. Al final, Mitterrand, que camina como puede porque el cáncer se lo come por dentro, tiene que rescatar al amigo ruso de la trampa. “Ay, muchas gracias, François, ya pensaba que no saldría nunca de ahí. Parece la estructura cerrada de una reunión del Comité Central del PCUS. Qué horror”.

La estructura cerrada de los partidos, la abusiva simplificación de los problemas, la demagogia, el frentismo, el sectarismo, la demonización y la difamación del adversario son tan útiles para llegar al poder como inútiles para gobernar. Y mucho más inútiles si se quiere organizar, como dicen, un gobierno de unidad nacional catalana, abierto y diverso, donde estén los tres partidos independentistas y quizás esas criptoespañolistas de las Comunas. Abracémonos también con las del partido de Jéssica Albiach, la diputada que se toma la libertad de darle en el culito al vicepresidente Pere Aragonès con lo que parece una carpeta. Qué bonito. También es una excelente noticia que Oriol Junqueras proclame que ERC no es un partido identitario, porque imagino que quiere decir algo diferente de la diputada Eva/Eva Granados/Magraners (PSOE/PSC) ayer en la teletrés: “Debemos abrir una nueva etapa política y dejar las identidades. A los partidos independentistas no les une nada”. Porque internacionalmente las identidades son la gran cuestión de nuestra época. Las identidades de género, las identidades culturales, las identidades económicas, las sentimentales. ¿Y quiénes son los políticos para decir a los votantes que mi vecina no busque su identidad cambiando de sexo? ¿Quién ha decidido que la identidad catalana debe ser perseguida y ridiculizada como hace el españolismo? ¿Por qué la identidad de la izquierda nacional debe ser cuestionada por el presidente de la PIMEC, Josep González, que pide un pacto entre el PSC y ERC como si estos dos partidos estuvieran a las órdenes del Ibex 35? Cuando la idea del mestizaje es un eufemismo para hablar del españolismo y cuando el constitucionalismo es sinónimo de españolismo. Cuando la justicia es sinónimo de españolismo y la monarquía también es sinónimo de españolismo debemos restituir el valor del diccionario. Esquerra Republicana de Catalunya, como partido mayoritario y con más posibilidades de formar gobierno, debe rescatarnos de esta pesadilla llamada España, donde todas las palabras significan España, donde España es la única realidad que se quiere aceptar. Porque nuestra verdadera identidad es la diversidad, la democracia, y la convivencia. Y no habrá convivencia si nos siguen obligando a ser españoles. A golpes. Con la cárcel. No habrá diversidad si se continúa borrando la identidad catalana.