El genoma humano tiene 20 años. Mejor dicho, el día 15 de febrero del 2001 (hace 20 años) se publicó en la revista Nature el borrador completo del genoma humano y su análisis inicial, en primer lugar, el realizado por un consorcio público de muchos países del mundo. El día siguiente, el análisis realizado por una empresa privada se publicó en la revista Science. Hay que decir, sin embargo, que la secuencia del genoma ya era pública y accesible para todo el mundo –al menos la que realizó el consorcio público– porque el año 1996, en un congreso en las Islas Bahamas, los genetistas de todos los grupos internacionales que estaban implicados vieron claramente que un esfuerzo colectivo sólo puede avanzar de forma sinérgica si todos los datos obtenidos son accesibles a todo el mundo.

Hoy día, siguen siendo accesibles para todos los investigadores, y claramente hay un antes y un después de este hito histórico. La revista Nature ha elaborado un volumen especial en abierto que contiene 8 artículos muy ilustrativos –y también reflexivos– de la presentación en sociedad del genoma humano. Creo que ningún genetista se lo puede perder, pero sobre todo os quería recomendar que accedáis al enlace que lleva a la maravillosa inmersión divulgativa sobre los hitos conseguidos en este camino de los genomas. Muy recomendable para personas interesadas, y claro está, estudiantes y profesores de todo tipo, porque además de tener un breve texto divulgativo de explicación, las imágenes que lo acompañan son espectaculares y encontraréis enlaces para profundizar en los temas que os llamen la atención.

Yo viví este bautizo inicial del genoma humano. Y todos los que trabajamos con enfermedades minoritarias podemos dar fe que tener al alcance de un clic de ordenador toda la secuencia del genoma humano, más la potencialidad de las técnicas de secuenciación masiva a partir del 2012, ha cambiado la vida de los que nos dedicamos al diagnóstico genético y, sobre todo, a los pacientes y sus familias. Todavía nos queda por aprender, pero ya podemos diagnosticar y dar nombre y apellido a muchas enfermedades; este es el primer paso para ofrecer consejo genético, diagnóstico prenatal y postnatal, y diseñar una medicina de precisión para estos pacientes y familiares.

Os podéis imaginar que los inicios no fueron nada fáciles, intentar poner de acuerdo investigadores de tantos países diferentes, el elevadísimo coste de miles de millones de dólares (si lo convertimos todo a esta moneda)... pero es que como os he comentado, en el 2001, el genoma no era completo, había agujeros (gaps, en inglés) considerables. Eso es comprensible, al fin y al cabo, cuando alguien quiere hacer un mapa de un lugar desconocido, es más fácil ir por la parte llana que por las zonas montañosas o por el medio de la selva, y el genoma humano tiene zonas relativamente inaccesibles y llenas de trampas, con secuencias repetidas o de difícil acceso para las metodologías de finales del siglo XX. Ahora podemos decir que tenemos el mapa básico completo del genoma humano. ¿Pero es eso suficiente para estar contentos y satisfechos?

La respuesta es que no, y que todavía nos falta mucho. En primer lugar, no es un genoma humano equitativo, no nos representa a todos a los humanos en la misma proporción. Hay muchos genomas de humanos secuenciados, pero más del 90% pertenecen a personas del mundo occidental. Tenemos un mapa eurocéntrico del genoma humano, básicamente porque en los Estados Unidos o en Europa es donde se han hecho más esfuerzos de secuenciación, y el DNA analizado corresponde a humanos de origen genético europeo (para que nos entendamos, aunque sean términos incorrectos genéticamente, personas de piel blanca). Falta muchísima información sobre el genoma de humanos de otros orígenes genéticos. China y Japón están acumulando datos propios, pero hay que remarcar que los genomas de comunidades indígenas de todo el mundo y, también, de africanos están absolutamente infrarrepresentados. El genoma humano actual no es representativo de todos los humanos, y los análisis genéticos e inferencias genotipo-fenotipo (relación entre la secuencia del DNA y las características físicas, metabólicas y comportamentales de los individuos) está claramente sesgado. Nos hace falta hacer un gran esfuerzo en este sentido y, por eso, se está intentando implementar la secuenciación de genomas en África, por ejemplo, que es donde radica la mayor diversidad humana (actualmente, menos de 2% de todas las secuencias de genomas humanos son de origen africano). Sólo para que os hagáis una idea, análisis preliminares indican que hay más de un 10% del genoma humano que es desconocido, son secuencias que podemos encontrar en individuos africanos que, o no están presentes en otros humanos o son muy diferentes, y no sabemos qué codifica. Hay proyectos que se proponen secuenciar al menos 3 millones de genomas de personas africanas de diferentes zonas geográficas, culturales y etnolingüísticas para hacer un mapa más completo de lo que somos como especie. ¡Lo que todavía nos queda para aprender de nosotros mismos!

Podéis pensar que este es un ejercicio poco relevante, pero es crucial para poder diseñar la medicina de precisión preventiva y terapéutica que deseamos. En conjunto, el DNA de los humanos es 99,9% idéntico, pero también tenemos muchas diferencias que explican nuestras características diferenciales. Sólo si conocemos nuestras variantes genéticas en profundidad podremos averiguar cómo diseñar medicamentos más eficientes, que no sean eficaces sólo para unos cuantos humanos, sino que este conocimiento sea beneficioso para todos. Es lo que tiene estudiar la diversidad genética, nos permite identificar las correlaciones genotipo-fenotipo con una visión más amplia y profunda, e identificar vías metabólicas y dianas terapéuticas, que sin esta diversidad genética, nos pasaría desapercibida durante muchos años.

El genoma humano (lo que nos comprende a todos, en nuestra diversidad) es un bien común que hace falta preservar y estudiar. Por eso también hace falta que todos tengamos acceso a esta información. La convención bermudeña prometió que todo lo que se obtuviera con dinero público sería público. Pero ya os he comentado que uno de los borradores del genoma humano publicado en el 2001 era de una empresa privada, y sólo los que pagaban tenían acceso. Ahora hemos superado esta época inicial, pero otras dificultades impiden el acceso libre a todos los datos del genoma que se generan. La ciencia abierta, con accesibilidad a todos los datos genómicos es todavía un objetivo que no se ha alcanzado. También tenemos que decir que no es tan fácil como obligar a todo el mundo a compartir su DNA y sus datos genéticos. Los hay que proceden de empresas privadas a las cuales los clientes "regalan" su DNA a cambio de un análisis genético directo al consumidor, y las empresas quieren proteger sus derechos "de uso" o comercialización de esta información. Pero es que, incluso en hospitales o centros públicos, hay que considerar la privacidad y la confidencialidad de los datos genéticos (las muestras de DNA van unidas a características personales, como enfermedades), y muy importante, tienen que ir acompañadas de un consentimiento informado adecuado. No se puede pedir a la gente que dé su DNA sin explicarle bien a cambio de qué, cuáles son los objetivos, como se protegerán los datos y su intimidad. Todos podemos ser generosos y dar lo más íntimo que tenemos, nuestro DNA, pero hace falta que haya confianza con los investigadores, que expliquen exactamente qué objetivos, cómo y por qué, se usará esta información. Estas consideraciones bioéticas no siempre son tenidas en cuenta y son esenciales en referencia al genoma humano. La investigación no puede pasar por encima de los derechos personales, pero podemos avanzar hacia objetivos que nos beneficien a todos.

El genoma humano tiene 20 años. Hemos avanzado mucho. Sin embargo, todavía nos queda mucho para alcanzar los objetivos esperados. Hemos descubierto que tenemos en torno a 20.000 genes que codifican por proteínas (se pensaba que eran unos 100.000); hemos descubierto que estos genes no llegan ni al 2% de todo nuestro genoma y nos queda un 98% restante que contiene secuencias necesarias para la estructura y regulación del genoma, la "cara oculta" de nuestro genoma; también sabemos que nos hemos dedicado sobre todo a estudiar unos pocos genes y buscar medicamentos específicos para unos poquitos de estos. Si miráis la portada de la revista y el artículo de análisis de Big Data en el interior, estamos en medio de la revolución genómica pero también veréis, con una sola mirada, como de sesgados todavía estamos los investigadores, que preferimos hacer investigación por caminos sudados que descubrir y explorar nuevos genes. Hay que salir de la zona de confort, todavía queda mucho trabajo por hacer.

Sin embargo, no me digáis que estudiar el genoma humano, averiguar aquello que nos hace humanos, no es increíblemente apasionante.