Algunos apuntes sobre la marcha de la campaña de las elecciones generales del 23-J y los posibles escenarios posteriores, con la pretensión de no aburrir mucho al lector.

¿Puede ganar Sánchez el 23-J, como sostenía el último sondeo del CIS? A pesar del revolcón que le propinó en el cara a cara de hoy hace ocho días, inmisericorde, el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, el actual presidente, Pedro Sánchez, no ha tirado todavía la toalla. Sabe que puede ganar a los puntos, en la última curva. Un superviviente nato de la política como él, un renacido, podría lograr la hazaña. En 1993, José María Aznar ganó el cara a cara a Felipe González pero el líder del PSOE se impuso en las urnas y gobernó con la CiU de Jordi Pujol y Miquel Roca y el PNV de Xabier Arzalluz. Sánchez fue defenestrado por la vieja guardia del partido a raíz del su "no es no" a investir a Mariano Rajoy cuando España se iba al garete por la debilidad del bipartidismo, asediado por los ahora fantasmagóricos Ciudadanos y Podemos, y el procés; ganó las primarias para la presidencia a Susana Díaz y a Patxi López cuando nadie daba un duro por él —excepto el PSC, que siempre lee hábilmente las corrientes más subterráneas de su "partido hermano"— y echó a Rajoy con una inédita moción de censura en 2018; desahuciado como presidente por ERC a la hora de votar los presupuestos, Sánchez convocó elecciones generales para abril del 2019 y, al no poder ser investido, las repitió en noviembre, consiguiendo formar gobierno esta vez con el Podemos ya declinante de Pablo Iglesias, quien se acabaría yendo del Ejecutivo español. ¿Con estos antecedentes sin parangón en la política española, sería extraño que el soldado Sánchez, a pesar de la mala cara que hace, saliera adelante de alguna manera el domingo que viene?

La respuesta —segunda cuestión— hace falta buscarla en las expectativas del aspirante favorito a la Moncloa. ¿Puede Alberto Núñez Feijóo ser presidente sin Vox? El líder del PP necesita una victoria cuanto más holgada mejor para evitar depender de los neofranquistas de Vox, a pesar de los pactos autonómicos, si bien, sabe que la única posibilidad que tiene en estos momentos de conseguir el triunfo es sumando 176 escaños con los de Santiago Abascal. Es una paradoja diabólica. Ningún otro partido se puede sumar a una alianza PP-Vox, cosa que debilita las opciones de Feijóo. No sería sorprendente que el expresidente de la Xunta, que tiene las maneras suaves de Rajoy pero en el terreno de las alianzas supera a Aznar por la derecha, ganara las elecciones en votos y diputados pero Sánchez estuviera en condiciones de reunir una nueva mayoría Frankenstein con Podemos, ERC, Bildu, el PNV y algún otro que superara el bloque de la derecha y la extrema derecha. La otra vía al alcance de Feijóo para acceder a la presidencia es la gran coalición con el PSOE que, de hecho, insinúa cada vez que ofrece a Sánchez un pacto para respetar al candidato más votado. Un acuerdo con el PSOE, si bien exigiría el sacrificio de Sánchez, le permitiría prescindir de Vox, es decir, le evitaría el trágala de tener que ceder a Abascal la vicepresidencia —quien la reclamaría como a su día la reclamó Iglesias— y, no menos importante, le permitiría tranquilizar a los socios europeos, alarmados por la pujanza del ultrapopulismo de derechas.

¿Tiene Junts algún plan —más allá del humo discursivo, la épica de la confrontación y la gestualidad exagerada — ante la eventualidad, real, que tenga que decidir el próximo presidente del Gobierno?

Y tercera cuestión: ¿puede decidir el independentismo catalán quién mandará en España después del 23-J? La mayoría de los sondeos conocidos hasta ahora apuntan que la ERC de Gabriel Rufián-Oriol Junqueras podría sufrir un serio descenso e incluso podría ser superada por la Junts de Míriam Nogueras-Carles Puigdemont, que aguantaría o mejoraría los resultados anteriores, ahora en solitario, sin el PDeCAT. La CUP podría quedar fuera del nuevo Congreso de los Diputados. Veámoslo.

ERC, a pesar de los intentos de Rufián por desmarcarse del PSOE y de Sumar-comuns, ha acabado convergiendo con los objetivos de la campaña socialista: parar a la derecha y la extrema derecha. Con este planteamiento a) las fugas de una parte de sus electores al PSC están cantadas (teoría del original, la copia y/o el voto útil) y b) las posibilidades reales de forzar a Sánchez en una negociación de investidura en clave del conflicto Catalunya-España serían poco menos que cero. Por su parte, Junts está jugando relativamente bien la carta de no asumir el guion oficial de la campaña en clave española y de la izquierda, es decir, el llamamiento a parar a los "fascistas" y, en consecuencia a impedir un gobierno PP-Vox o, lo que es lo mismo, a no hacer nada que pudiera dificultar la elección de Sánchez. Con la retórica del bloqueo y la confrontación total con España, Junts seguramente puede aspirar a retener una parte del independentismo cabreado que llama a abstenerse en los comicios no tanto para ir contra el Estado sino para ajustar las cuentas con los partidos independentistas. Sin embargo, la matemática electoral a menudo es diabólica y Junts se podría encontrar ante la tesitura que, efectivamente, dependiera de sus diputados la elección o no de Sánchez como en su día dependió de una ERC ahora a la baja.

Aparte del objetivo del sorpasso a ERC, que, en caso de producirse no sé si superará la categoría de pírrico, ¿tiene Junts algún plan —más allá del humo discursivo, la épica de la confrontación y la gestualidad exagerada— ante la eventualidad, real, que tenga que decidir el próximo presidente del Gobierno? En la medida en que dé respuesta a esta pregunta durante lo que queda de campaña podrá aspirar a atraer otro segmento del electorado, el que está por la independencia pero no es idiota. Ese al que no le da la gana ceder espacios de poder a los partidos estatales en nombre de no se sabe exactamente qué después de todo lo que ha pasado. Este electorado también existe; a diferencia de lo que sucede con los sectores más pragmáticos de ERC no quiere votar PSC o comunes, y es más clave de lo que parece para movilizar el voto independentista que quiere votar pero todavía está indeciso. ¿Y si Sánchez gana el 23-J? Esta es la pregunta que se tendría que hacer el independentismo.