Vayamos al grano. Ya me perdonarán si les aburro con las cifras pero ya que el dataísmo, es decir, el culto al dato, numérico (esto no ha cambiado desde Galileo) es lo que se lleva ahora como caja de herramientas de cualquier disciplina, también en el análisis político y el periodismo, voy a someter la renacida mesa de diálogo entre los gobiernos de España y Catalunya a esta nueva ciencia, ultimísimo paradigma, al parecer, de la objetividad más pura.

En las últimas elecciones catalanas, celebradas el 14 de febrero pasado, y según los resultados definitivos, el PSC, el partido de Salvador Illa y referente catalán del PSOE de Pedro Sánchez, fue la primera fuerza en número de diputados y porcentaje de voto válido ―que es el que se traduce (o no) en escaños―, un 23,03%. Le siguió ERC, el partido de Oriol Junqueras y el president Pere Aragonès, con un 21,30%. En Comú Podem, referente en Catalunya de Podemos, fue sexta fuerza, con un 6,87% de los votos. Siendo esos tres los espacios políticos presentes en la reunión de Palau del martes pasado, la primera consecuencia es que la mesa de diálogo de Sánchez y Aragonès representa solo a la mitad de los votantes catalanes de las últimas elecciones al Parlament: para ser exactos, un 51,20%, que es prácticamente tanto o tan poco como el 51,11% de los votos obtenidos por el conjunto de los partidos independentistas.

Es decir: la legitimidad de la mesa de diálogo, en términos de representación política, con el 51% de los votos, es la misma que se niega al bloque independentista para llevar a cabo su programa. Con la diferencia de que  el bloque participado por las fuerzas del Gobierno español -PSOE/PSC y Podemos/En Comú- puede imponer sus políticas y propuestas de solución al conflicto y el otro bloque no. A Sánchez empiezan a salirle los números con un tripartito 3.0 (socialistas, ERC y comunes) que, qué duda cabe, quisiera trasladar algún día de la mesa de diálogo al Govern de la Generalitat. Pero esa es aún una pantalla en construcción.

La legitimidad de la mesa de diálogo, con el 51% de los votos, es la misma que se niega al bloque independentista para llevar a cabo su programa

Sigamos con los datos. Lo que hemos apuntado, que la mesa solo representa la mitad de los votantes, es así porque la tercera fuerza en el 14-F y socio de ERC en el Govern, Junts per Catalunya, el partido de Carles Puigdemont, Laura Borràs -candidata efectiva- y Jordi Sànchez, con un 20,07% de los votos, quedó fuera de la Mesa. Como se sabe, el motivo fue el rechazo -el veto y/o gesto de autoridad, como prefieran- del president Aragonès ante los nombres propuestos por Junts para asistir a la reunión, 3 de los cuales no eran miembros del Govern. Es obvio que Pedro Sánchez no habría estado en la Generalitat el martes -dudó hasta el último momento- si en la mesa se hubieran sentado los indultados Sànchez y Turull. A Junqueras ya lo vetó en junio. Sea como sea, la segunda consecuencia, es que, sin Junts, la mesa de diálogo solo representa a otra mitad, la mitad del gobierno de Catalunya. Y la tercera es que el independentismo, solo presente en ella a través de ERC, está francamente en minoría. Veamos hasta qué punto.

Partiendo de la base que PSC, ERC i comuns reunen el 51,20% de los votos, los partidos no independentistas representan el 68,39% del bloque del diálogo frente al 41,60% de los partidarios de la amnistía, el referéndum y la independència -de todo el paquete-. De nuevo, hay que reconocer que Sánchez es un campeón de las matemáticas. Lo que no pudo conseguir en las urnas, frustrar una mayoría independentista, lo ha logrado en la mesa de diálogo, donde el independentismo está en minoría frente a socialistas y comunes. La foto con Sánchez sentado unos instantes en la mesa junto a las delegaciones, subraya la goleada: 7 miembros del Gobierno español y 3 del catalán, incluidos los presidentes. O sea, una mesa “de govern a govern” más que coja y desequilibrada aunque a la medida de los intereses de Sánchez, quien, según El País, no iba a sentarse en la Mesa pero accedió -como quería Aragonès- al ver cómo de bien iban las cosas en Palau.

Sánchez es un campeón de las matemáticas. Lo que no pudo conseguir en las urnas,  frustrar una mayoría independentista, lo ha logrado en la mesa de diálogo, donde el independentismo está en minoría frente a socialistas y comunes

Pero aún hay más. Con la luz del dataísmo siempre se puede ir más allá en pos de la verdad desnuda, limpia de polvo y prejuicios. En las últimas elecciones al Parlament, los partidos independentistas consiguieron por primera vez cruzar el Rubicón del 50% de los votos válidos, como ya hemos apuntado, un 51,11%. Es la suma final del porcentaje obtenido por ERC (21,30%), JxCat (20,07%), CUP (6,68%), que forman la mayoría en el Parlament, con 74 de los 135 escaños, y tres fuerzas que quedaron fuera de la Cámara: PDeCAT (2,72%), FNC (0,18%) y PNC (0,16%). Ergo, he ahí la cuarta consecuencia, no solo el independentismo está en minoría en la mesa de diálogo, sinó que el partido que lo representa, ERC, también lo está en el conjunto del independentismo. Lo primero queda evidenciado en la relación socialistas-comunes versus ERC en la mesa, como ya se ha apuntado. Lo segundo se deduce del peso electoral de ERC en el conjunto del bloque independentista: aunque es la opción con más apoyos solo reunió un 41,67% de todos los votos de esa orientación. El resto del pastel electoral independentista en las urnas se lo repartieron Junts (39,26%), CUP (13,06%), PdeCat (5,32%), FNC (0,35%) y PNC, (0,31%) Por lo tanto, un 58,33% de los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya que votaron independentista está fuera de la mesa de diálogo. En ese bloque de ausentes está el 39,26% que lo hizo por Junts, el segundo partido del Govern, y el 13,06% que apostó por la CUP, el tercero que conforma la mayoría en el Parlament y apoya al Ejecutivo.

Y si se leen esos números en clave de estrategia independentista, los que quedan fuera son los partidos más reacios o abiertamente contrarios a la mesa, que, mira por donde, son mayoritarios en el bloque electoral independentista, Junts i la CUP, con un 52,32%, frente al 41,67% de ERC. Todo lo más, un 52,32% frente a un 47,30%, si sumamos al de ERC los porcentajes de los extraparlamentarios PDeCAT y PNC, mutación de la antigua Convergència y su escisión, partidarios del diálogo sí o sí.

Un 58,33% de los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya que votaron independentista está fuera de la mesa de diálogo

La mesa de diálogo ha obrado el milagro de girar como un calcetín la mayoría parlamentaria que arrojaron las últimas elecciones: los independentistas (74 de 135) negocian en ella con los 33 diputados de ERC frente a los 41 del PSC y los comunes. Con esa relación de fuerzas, no hay que ser un Einstein para vislumbrar cuál puede ser el resultado del diálogo, la negociación y el acuerdo. Por el momento, el acuerdo limitado a que todo ello se realice sine die. La mesa de diálogo no solo es una máquina de devaluación del conflicto sino de neutralización de la fuerza política y parlamentaria del independentismo en el momento en el que cuenta con más apoyos. Bravo por Pedro Sánchez y su cuadratura del círculo. En cuanto a los demás, les convendría repasar los números antes de la próxima topada.