Españolito que vienes en el mundo, té guarde dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón.

Así sentía su tiempo, sus Españas, Antonio Machado. Es uno de los versos memorables del poeta sevillano. Ochenta años después de su muerte en el exilio republicano en Cotlliure (Rosselló, Catalunya Nord), la pregunta es si, finalmente, hay alguna España que no hiele el alma.

Extraño domingo de febrero, picasiano, de cuadro de Picasso sobre la tragedia española con tintes grotescos. Inés Arrimadas, Pinocheta —le crecerá la nariz de tanto mentir—, ha abierto en Waterloo, en la residencia del president en el exilio, Carles Puigdemont, su campaña electoral externa (la de las generales, como cabeza de lista de Barcelona —pronto la oiremos decir que se ha tenido que "exiliar" de Catalunya—) e interna (el futuro liderazgo de Cs). Lo ha hecho al grito de "La República no existe". Arrimadas ha trasladado su show tabarniano al sanctasantórum del exilio republicano, catalán, del siglo XXI. Arrimadas encarna como nadie lo ha hecho hasta ahora en la política catalana la mentalidad conquistadora, tan estrechamente ligada a la victoria franquista en la Guerra Civil. Carlos Carrizosa y los comandos de "limpieza" de lazos amarillos son exponentes de ese estilo chulesco, malote, de macarra falangista.

De Amer, el pueblo de Puigdemont, a Waterloo, la provocación pancartera ante la Casa de la República —"La República no existe"— opera también como un aviso a toda tentación republicana en el escenario español para reencajar la Catalunya rebelde. Pero atención porque Cs, y Arrimadas, mienten a menudo, trumpean demasiado como para tranquilizar a la monarquía española sobre su futuro.

Cs, y Arrimadas, mienten a menudo, 'trumpean' demasiado, como para tranquilizar a la monarquía española sobre su futuro

También este domingo Pedro Sánchez ha empezado su campaña electoral externa (para repetir en la Moncloa) e interna (para garantizarse el liderazgo del PSOE de una vez por todas) en el exilio republicano. En este caso, el español. Sánchez ha ido a Montalban (Occitania), a rendir homenaje a la tumba del presidente de la II República Española Manuel Azaña. Y después, a la tumba de Machado en Cotlliure, para acabar su periplo en la playa de Argelers, donde se ubicaron los infames campos de concentración de republicanos españoles y catalanes. Detrás del inédito gesto de Estado, de reconocimiento a dos grandes figuras del exilio republicano español, late una operación de mucho más calado.

La apuesta de Sánchez es la recuperación por parte del PSOE de su identidad histórica republicana para consolidar la primera posición que le otorgan las encuestas a costa de un Podemos en plena crisis interna y de proyecto, y alejar así el fantasma del tripartito de derechas. En el mismo marco se sitúa la exhumación del cadáver del dictador Francisco Franco del mausoleo de la vergüenza del Valle de los Caídos. Y todo ello es también una advertencia al independentismo catalán de que es más fácil que España vuelva a ser republicana que Catalunya independiente.

Sánchez advierte al independentismo de que es más fácil que España vuelva a ser republicana que Catalunya independiente

La presencia de independentistas catalanes en Cotlliure este domingo recordando a Sánchez que la autodeterminación no es delito y que en la España actual también hay presos políticos y exiliados subraya la clave republicana de la evolución del conflicto Catalunya-España. “Azaña y Machado esperan por fin a un presidente español para darle sus últimos versos, tan alejados en su sonoridad y en su contenido de las prédicas de odio que hacen Pablo Casado y Santiago Abascal junto a Quim Torra”, escribía Jorge M. Reverte el viernes pasado en El País. Atención porque Albert Rivera, el otro posible socio del PSOE, ha sido borrado de la serie de los malos y sustituido por el president Quim Torra.

La gran paradoja es que la república catalana es la única oportunidad que les queda a los "españolitos" de buena fe, no solo los republicanos, para deshelar un poco su corazón. Pero eso ya lo sabíamos. La novedad es que el impacto del movimiento independentista catalán puede empujar a los partidos y el deep state español a tener que escoger algún día entre monarquía o unidad de España, justamente como hace 80 años. La novedad es que no solo los republicanos clásicos y (auto)reprimidos (IU-Podemos y el PSOE) se lo plantearán, sino que, tiempo al tiempo, también lo acabará haciendo la nueva derecha antimonárquica, neofalangista: el PP, Cs, Vox.

El impacto del movimiento independentista catalán puede empujar a los partidos y el deep state español a tener que escoger algún día entre monarquía o unidad de España

El debate que se dibuja en el horizonte con trazo picasiano es la salida republicano-federalista o la república autoritaria, siempre con Catalunya como objeto de referencia. Todo ello remite al pánico y el vértigo que evidencia cada movimiento del monarca, Felipe VI, en relación con la crisis catalana. El último, la irrupción en pleno juicio contra el procés para advertir que es la democracia la que se tiene que someter a la "ley" y no al revés. La Corona española tiembla porque la campaña electoral más republicana de los últimos 80 años ya ha empezado. Y lo ha hecho en los exilios de entonces y de ahora que hielan el corazón de la gente de buena voluntad.