En algún momento de todo esto, alguien pensó que, muerto el perro, se acabó la rabia. Que, como llegó a verbalizar la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en un míting en Girona en la campaña del 21-D, una vez “descabezado” el liderazgo del independentismo, unos en prisión, otros en el exilio, donde continúan, todo volvería a su cauce. Sobre ese esquema, tan simple, y tan zafio, Catalunya fue una vez más “sujetada”, ahora, con las “armas” del Estado de derecho, o sea, las porras y el 155. Lo llamaban  pura “ingeniería constitucional” para no llamarlo  (auto)golpe de Estado parte II -el episodio uno fue la poda del Estatut del 2006 por el TC-. Nada les detuvo. El mismísimo jefe del Estado, el que “arbitra y modera”, se puso de parte contra la otra parte. En el por algunos llamado sin rubor “23-F de Felipe VI” en realidad se invirtió la (supuesta) historia: el Rey, en vez de ponerse de frente contra los golpistas, lo hizo contra los  demócratas: los independentistas catalanes, eran solo la primera línea. Justo lo contrario de lo que hizo -o hizo ver- su padre, el actual rey emérito, Juan Carlos I. En el otoño del 2017 era el “a por ellos”, desde luego, pero sobre todo, el todo: el todo por la patria. Hasta donde hiciera falta. 

En algunos ambientes “progresistas” estarían ahora de celebración grande, se nota -por fin han conseguido el gobierno de coalición de izquierdas, ciertamente un hito histórico-, sino fuera porque Oriol Junqueras -el desbloqueador final de la investidura de Pedro Sánchez- está en la cárcel. En otoño del 2017, el PSOE compró la burra entera so pena de quedar descabalgado en la carrera del todo por la patria con el PP y Cs. No se percataron de que, en realidad eran cuatro los que competían, de que tenían en el cogote el caballo de Abascal, el aliento gélido de Vox. Hasta el PNV la compró, la burra, ante el riesgo de que todo -también su concierto económico, la joya de la corona de su independencia práctica vasca- se fuera al carajo. Todos corrieron a salvar sus muebles mientras Catalunya era masacrada políticamente e institucionalmente bajo la ofensiva coordinada de los poderes del Estado. Todo por la patria. Y ahora, algunas gentes “progresistas” están cayendo en la cuenta que la carrera del todo por la patria frente al procés se convirtió en la alfombra para el regreso triunfal de los muertos vivientes. Ahora son ellos, ahora es “España”, la que está partida por la mitad, dividida, fracturada, al borde de la ruptura. Ahora es “España”, no Catalunya, la que está abierta en canal, inmersa en un clima guerracivilista en que se dispara a quemarropa. Porque esto no solo iba de Catalunya, la recentralización extrema, el cierre y la aniquilación política y institucional; era también la contrarrevolución ultra: los pins parentales contra el satisfyer; la glorificación del macho y el patriarca ultrajado frente al empoderamiento de las mujeres y los colectivos LGTBI. Esto iba contra todas las resistencias y todas las disidencias. Nunca va solo de Catalunya por mucho que lo quieran disfrazar de "monotema".

Ahora es “España”, no Catalunya, la que está abierta en canal, immersa en un clima guerracivilista en que se dispara a quemarropa   

Entre el original -Vox- y la copia -el PP y C’s-, ¡la copia compulsada por el PSOE!, la derecha extrema política y sociológica, votó a los de “por Dios y por España”, pobre Dios y pobre España. De acuerdo: no estamos en 1939. La diferencia es que los del “por Dios y por España”, son, también, ahora, los del “por el Rey”. Quien calla, otorga, dice el refrán. Y Felipe VI calla ante el intento de apropiación de la Corona por parte de la derecha extrema y de la extrema derecha. La cara del monarca durante la toma de posesión de Iglesias y el resto de ministros del gobierno de coalición de Sánchez lo dice todo y arroja más que sombras sobre el inquietante interrogante de dónde está el Rey en esta partida. La duda, ¿de parte de quién está el Rey?, blanquea a Abascal ante el conjunto del electorado y da alas a Lesmes, el jefe de la cúpula judicial, para plantar cara al reinvestido Pedro Sánchez y su nueva fiscal general del Estado. Aunque no esté muy claro de qué "Estado" hablamos. ¿Cuántos “estados” -incluidos el llamado deep state y la no-nacida República catalana del 1 de octubre hay ahora en el Estado español?

La duda, ¿de parte de quién está el Rey?, blanquea a Abascal y da alas a Lesmes para plantar cara a Sánchez y su nueva fiscal general del Estado

El otro día fuimos a Madrid, convocados por un grupo de colegas, varios periodistas catalanes para debatir sobre qué habíamos hecho mal en los últimos tiempos, los unos y los otros, pero sobre todo, para imaginar qué podríamos hacer mejor a partir de ahora. “Tenemos que desinflamar”, se convino sin demasiado convencimiento. Pero son ellos, los políticos, los que deben solucionarlo, zanjamos. Diálogo, desjudicialización, y no mirar atrás. Si no lo hacen, “esto terminará mal”, “estamos despertando las dos Españas”, diagnosticó un veterano ex-político catalán que se incorporó al debate, conocedor como pocos de las entretelas del Estado, y muy crítico con el proceder del independentismo. “¿Crees que los indultos podrían mejorar la situación?”, me preguntaron ya en el AVE de regreso a Barcelona. “¿Cuándo, ahora?”, devolví. “Cuanto más pronto, mejor; Sánchez puede hacerlo”, me aseguró mi interlocutor. El “tenim pressa” ha cambiado de bando, me dije.