“Lo que le hicieron a Alcarràs, por qué fue?” Se lo preguntaba este domingo en Twitter el escritor gallego Suso de Toro y me indigné al conocer los cero premios Goya con que la película de Carla Simón se fue de la gala de Sevilla. Cero premios Goya pese a la nominación en 11 categorías, pese a haber sido propuesta para los Oscar por los mismos académicos y pese al Oso de Oro en la Berlinale, siendo la primera película en catalán en lograrlo. Cero premios Goya pese a los obtenidos en los Gaudí con críticas en las que se llegó a calificar la película catalana de “milagro maravilloso que merece todos los premios del mundo”. Cero premios Goya para Alcarràs, pese a ser una muy buena película, una gran película, de cine en tiempo real, en el aquí y ahora, que proyecta lo local, lo familiar, lo personal, en el más rotundo universal, el de nuestro destino como especie en una tierra que nos empecinamos en maltratar.

Cero premios Goya pese a ser un testimonio del presente de una parte de nosotros mismos, de ese patio trasero donde habitan nuestras gentes del campo, al borde de ser derribados por una excavadora, como los melocotoneros de la familia Solé, sus árboles fulminados y sus tierras convertidas en un erial para instalar placas solares; una cosa mucho más rentable, o sea, a mayor gloria de los intereses de las grandes compañías de explotación de la energía de todos a precios de usura y del tecnocapitalismo global que todo lo engulle y tritura, incluída tu historia y la de todos los tuyos. No hace falta ser comunista ni ecologista ni no sé qué para caer del caballo. En Alcarràs todos somos ese melocotón a punto de ser abrasado por el sol facturado en cómodos megavatios. Cero premios Goya y, por el contrario, un total de 9 estatuíllas o bustillos o cabezones, para el film As bestas, del madrileño Rodrigo Sorogoyen, a decir de mis amigos que la han visto, incluído alguno que también ha visto Alcarràs, que se trata de un muy buen western ambientado en la Galicia rural que revisita la España negra. Mi modestísima y más sincera enhorabuena.

Pero volvamos a la pregunta. “Lo que le hicieron a Alcarràs, por qué fue?” Y entonces es, cuando, y ya me perdonarán, uno empieza a pensar en lo peor. Así, uno se plantea si los académicos españoles se equivocaron cuando propusieron a Alcarràs para los Oscar —en lugar de optar por la, al parecer, extraordinaria As bestas— o la mandaron a propósito a un viaje a ninguna parte. Y tirando del hilo, uno sospecha que, para acabar de rematarla, y ya prácticamente olvidado el Oso de Oro en Berlín con el portazo de los Oscar, qué mejor que un cero total, absoluto, aplastante, en los Goya. Un cero absoluto bendecido por Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en la tregua de los Goya, con el ministro de Cultura, Miquel Iceta, de testigo. Y uno no puede dejar de darle vueltas al hecho de que el gallego —uno de los idiomas en que se ha rodado As bestas junto al castellano y el francés— no ofende a sus muy progres pero españolísimas señorías de la Academia a diferencia del catalán de Alcarràs, idioma único y vehicular del film y que —¡ay¡— fue exhibido con subtítulos en la lengua del grandísimo Cervantes. Cosa que indignó a algunos aquí, en Catalunya —incluso por motivos totalmente opuestos—, y a bastantes más allí, en España, ante lo que consideraron un nuevo desafío lingüístico de los indepes, ahora a través del cine de éxito internacional.

Nada más lejos de la intención de quien esto firma de dibujar una especie de conspiración españolista contra Alcarràs. No me gustaría que esa fuera la conclusión que se extrajera de todo lo apuntado aquí. Entre otras razones, porque no hace falta tamaño esfuerzo. Basta con recordar cuántos actores o directores del cine español, el templo de la progresía por antonomasia, rompieron una lanza por los catalanes no digo ya durante el procés sino en apoyo de sus represaliados; y no digo ya en favor de los políticos, sino de los simples ciudadanos que fueron apaleados por el hecho de votar en lo que, a la postre, era un, eso sí, gigantesco referéndum-protesta. En Alcarràs, la villa del Segrià que da nombre a la película, también sucedió. Cuando los catalanes se desmandan, la mayoría de los progres españoles, muchos de los cuales nos han hecho y nos hacen disfrutar con fantásticas películas, o novelas, o fantásticas obras de arte, suelen ponerse de lado o manifiestamente en contra. Es cierto que no todo el mundo lo ve así. Pero en esas coordenadas, era cuestión de tiempo que Alcarràs, esa exitosa película catalana y en catalán con proyección global, recibiera la estocada de la querida Academia de las Ciencias y las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Era cuestión de tiempo que Alcarràs, esa exitosa película catalana y en catalán con proyección global, recibiera la estocada de la querida Academia de las Ciencias y las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España

“Lo que le hicieron a Alcarràs, por qué fue?” Y uno piensa que lo que cuenta esa película en la que no hay actores sino gente de carne y hueso que vive y sufre el fin de una era, de su tiempo, en este caso en el occidente agrícola catalán, no encaja en el tópico progre español que definió al procés como una revolución fake de ricos: de pijos y burgueses decadentes e insolidarios. Alcarràs no encaja en el manual progre español de lo catalán porque los payeses de las tierras de Lleida que aparecen en el film deberían ser aldeanos avaros e insensibles con la barretina incrustada en el cerebro, y no arquetipos de lo universal, de la lucha por el derecho a la historia y las raíces que cada uno tenga, haya recibido, asuma, o buenamente quiera procurarse e incluso rechace. Y no encaja Alcarràs, en el reduccionismo progre español de lo catalán porque media España no sería un desierto demográfico vendido a las eléctricas, sembrado de placas solares y molinos eólicos, si sus gentes hubieran plantado cara a la bestia como lo hacen en Alcarràs. O como aquel Ingenioso Hidalgo que alanceaba gigantes no tan imaginarios, los monstruos del sueño de la razón que pintó el propio Francisco de Goya. Y no les encaja Alcarràs porque para eso está As bestas, claro. Como corresponde.