Intenté seguir el debate de investidura y no pude. Bueno, hubiera podido obligarme, pero me pareció que me estropeaba los dos días de vacaciones que me quedaban. Aun así lo fui escuchando a trozos. La magia de la Navidad se desvanece pronto y más todavía cuando lo tienes que compaginar con un espectáculo como el que se produjo en las Cortes españolas. Cierto es que la política no acostumbra a traer buenos regalos, da lo mismo que sea Navidad o Reyes, pero, ciertamente, últimamente trae peores.

De la impresión fragmentada que saqué quedó, sin embargo, una idea clara, que no tiene que ver con los contenidos sino con las formas: España se ha roto realmente. ¡Y de qué manera se hizo evidente con los gritos, insultos y amenazas de todo tipo ―en tuits añadidos y con espectáculo en la calle― que se pudieron ver en el hemiciclo por parte de una masa importante de sus señorías! Quizá si mañana fallan dos votos no acabará pasando nada, pero si no es el caso, me parece que las veremos hacer muy gordas.

Que se prepare el PSOE, porque ahora se ha convertido en un traidor. Y no en un traidor cualquiera, se ha convertido en un traidor a España

La derecha ya no tiene freno, y entiendo una buena parte ―nunca la más grosera― de la crecida indignación de estos días ante el giro del PSOE. Yo como ellos pensaba ―y todavía pienso― que el partido socialista apoyaba una a una todas las tesis de la derecha española; ha dado tantas pruebas de ello que ni hay que consultar la hemeroteca. No sólo con respecto a Catalunya, sino también con la excusa de Catalunya, con respecto al marco constitucional, a una determinada interpretación de la ley ―de hecho, para ellas y ellos, el imperio de la ley― y el papel que tienen que jugar y de hecho juegan en España las instancias jurídicas y administrativas. Todo para conseguir un solo objetivo: corregir todo aquello que las urnas estropean; es decir, no dejar avanzar o cambiar nada, no permitir nada que contravenga la herencia franquista. Ha sido con la defensa explícita del PSOE, o con su carta blanca, que se ha podido sacar adelante en una democracia formal un golpe de estado a la misma democracia. De otra manera, sin uno de los principales partidos en el terreno de juego político, hubiera sido imposible implantar el relato de normalidad democrática ante la flagrante vulneración de la separación de poderes, vulneración de todo tipo de derechos y de la vulneración de la misma constitución española en cualquiera de sus versiones interpretativas.

Por lo tanto, que se prepare el PSOE, porque ahora se ha convertido en un traidor. Y no en un traidor cualquiera, un traidor a la verdad, o a la palabra, o a la fe; nada de eso, mucho peor: a España. Tanto da que Pedro Sánchez pronunciara un discurso no sólo del todo aguado, sino en el que ha seguido hablando ―entre muchas otras cosas envueltas con la bandera y la Constitución― de la violencia de los catalanes y catalanas y de la sacrosanta unidad territorial. Según Fernando Aznar Ladrón de Guevara, el inspector general del ejército español en Catalunya, una unidad, la de España, “indisoluble”, cosa que me permito poner en duda. Y no lo digo por el independentismo, sino porque los hay que no saben ―más todavía si lo dice un organismo internacional― qué está haciendo ya y qué hará todavía más la subida del nivel del mar con las costas de toda la península Ibérica, la nuestra incluida.