De momento, no hay ninguna manera de que Salvador Illa y yo nos pongamos de acuerdo. Leía sus palabras tan complacientes sobre el 40 congreso del PSOE y no podía de ningún modo llegar a la misma conclusión.

Ciertamente, han mostrado una unidad de cabecera, especialmente con respecto a los barones disonantes, que hacía tiempo que no exhibían. Queda por ver cuánto tiempo se mantendrá o podrán disimular, pero, en todo caso, nada nuevo bajo el sol. Y no lo digo sólo porque las propuestas sean las mismas que hace 5 años ―lo he leído y lo doy por bueno―, sino porque el PSC está allí mismo donde estaba justo antes de empezar este congreso. Es decir, perdiendo importancia y significación, tal día hará un año.

En cambio, Illa considera que "han salido reforzados", aunque "los catalanes ya tenían una posición importante en el seno del partido". Si repasamos el número de cargos ―donde tampoco salen los números―, ¿de qué hablamos? O, dicho de otra manera: ¿qué es fundamental de un buen posicionamiento? Nunca he formado parte de un partido político y por eso quizás no lo sé y alguna cosa me chirría.

Considero que alguien me tendrá que explicar cómo, teniendo el PSC tan buena situación dentro del partido, los intereses de los y las ciudadanas de Catalunya salen tan mal parados cada vez que el PSOE gobierna en España, incluso también cuando el PSC ha gobernado simultáneamente en Catalunya. No entraré ahora en si es o no mejor que cuando lo hace el PP.

¿Cómo es posible que los y las votantes del PSC que viven, trabajan y pagan impuestos en Catalunya no reciban un trato de igualdad en relación con el resto de votantes del PSOE del estado español?

Ni tan sólo estoy hablando de lo que pasa con el Tribunal de Cuentas o con Puigdemont, temas en los que las contestaciones del hasta hace nada candidato a president de la Generalitat de Catalunya han dejado mucho que desear desde el punto de vista de la solidez y fundamentación de la respuesta. El "podría mejorar" o el hay que "rendir cuentas a la justicia", es decir, algo para no decir nada o por lo menos nada que en democracia tenga un valor democrático, en el sentido de construir y proteger la democracia. Desde mi perspectiva, lo único posible.

Me refiero a qué ha pasado con la aportación del Estado a Catalunya. No una aportación en el vacío de la existencia y la discusión filosófica, sino en las migajas que nos muestran los presupuestos del Estado y, lo que es más importante, la ejecución final. Que se haya conseguido que no se diga que "el Estado nos roba" no quiere decir que eso no sea verdad y, aunque no me pondré de parte de Isabel Díaz Ayuso, sí que tengo que decir que hay muchas maneras de robar a la ciudadanía. A veces, es a unos y a otros no; y en el caso de los y las ciudadanas que viven y trabajan y tributan en Catalunya eso hace mucho tiempo que está más que demostrado. A veces es a prácticamente a todo el mundo, quiero decir, independientemente del territorio que ocupas dentro del Estado ―quitando a los propietarios o los que están en los consejos de administración o hacen de asesor después de ser políticos, como nos pasa, en España, con el recibo de la luz―. Hasta ahora, porque ya veremos qué nos pasa de ahora en adelante con el resto de recibos. Ciertamente, cobra quien cobra, pero hay que ver quién les ha puesto en bandeja la oportunidad.

Pero volvamos al punto central: ¿cómo es posible que los y las votantes del PSC que viven, trabajan y pagan impuestos en Catalunya no reciban un trato de igualdad en relación con el resto de votantes del PSOE del estado español? ¿Por qué los representantes del PSC permiten que esto pase y, lo que es peor, nieguen la mayor? ¿Cuándo sus mismos votantes les pedirán responsabilidades sobre este hecho? ¿De verdad os parece bien que cobren su sueldo mientras nos vamos empobreciendo, mientras las condiciones materiales de existencia son cada vez peores para capas más amplias de la población?

Illa pasará a ser, si no pasa nada, en diciembre, el nuevo secretario general del PSC. No creo que cambie nada. Ojalá me equivoque.