Ni en Mauthausen. El homenaje del domingo no fue bien, a pesar de que sí que parece que acabó bien; de hecho, que aparezcan invitados no esperados siempre puede ser un factor que estropee la fiesta. La Generalitat hacía un acto en recuerdo de los republicanos represaliados por el nazismo, ante una placa que hace dos años puso Raül Romeva cuando era conseller de Exteriors del Govern. Romeva realmente se tomó muy seriamente ―y, por lo tanto, trabajó para enmendar los años de olvido y de inacción política― el tema de la memoria histórica. Gemma Domènech, la directora general de Memòria Democràtica de la Generalitat, se refirió al conseller, que ahora está en prisión, como preso político en su discurso y aquí la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, y su séquito se marcharon, supongo que ofendidos por el uso del concepto.

La puedo entender, tiene que ser muy ingrato que te gastes ―bien, el gobierno al que perteneces― millones de euros en campañas, no ya para limpiar imágenes sino para negar una realidad, y que dos pequeñas palabras, comunes, bien sencillas pero bien claras, te deshagan el montaje. A pesar de que también puede que me equivoque, y que haya bastantes socialistas que se lo estén pasando muy mal; cada vez estoy más convencida. Tiene que ser pesado de compaginar los ideales democráticos con la aprobación de un 155 irregular, con la negación del derecho a votar, con un gobierno legítimo encerrado en prisión de manera preventiva o exiliado centenares de días, y además avalar un procedimiento judicial claramente poco ejemplar, por más de una y de dos razones de peso. Es quizá, no lo he acabado de entender, de eso de lo que habla Grande-Marlaska cuando utiliza la expresión “indecencia intelectual”.

Los presos políticos no incomodan, pero que se los mencione sí; si nadie no hablase de ellas y ellos, habría mucha gente mucho más tranquila

Sí, los presos políticos no incomodan, pero que se los mencione sí. Si nadie no hablase de ellas y ellos, habría mucha gente mucho más tranquila; de aquí la gran campaña en contra de la etiqueta “preso político”/”presa política” y de aquí la gran importancia que tiene cada vez que la pronunciamos. Ahora bien, no estamos en este mundo para tranquilizar conciencias, y menos las de las y los políticos, estamos en este mundo para sacudirlas tanto como podamos; cuando menos, a mí me lo parece. Más todavía en Mauthausen, donde no pude aguantar la visita cuando fui hace años, aunque que yo sepa, a no ser de otra vida, no tengo responsabilidad directa; pero sí la vinculación de saber cuántas barbaridades podemos llegar a hacer como colectividad en contra de otras colectividades.

Todo el mundo que ha estado en un campo de concentración, sea cuál sea la razón oficial que se haya esgrimido, sabe que están allí por pura política. Y los que los encierran también saben que es por eso, por el poder; aunque lo disimulen, tanto como puedan, bajo ideas varias y supuestamente altos objetivos morales o patrióticos, para poder convencer señalando como comunidades excluyentes las otras. Talmente como ha hecho la ministra.