Vivir es cambiar. Las personas imperfectas, los espíritus que se van forjando a golpe de disgustos y de maravillas acumuladas, comparten la característica de ser personas en gerundio. Se van haciendo. Los dogmáticos, los perfectos, los puros (los “puretas”, como dicen mis estudiantes), esos ya están hechos, y no se dejan moldear por la realidad. Son bloques de cemento. Hay un personaje de estos en gerundio constante al que llaman “el gigante de Oxford” que ahora ocupa páginas de diarios porque el papa León XIV ha querido declararlo doctor de la Iglesia (un gesto que no se intuía). Se trata de uno de los intelectuales más finos y fascinantes del siglo pasado, de pensamiento ordenado pero no por ello encerrado. En su tumba han esculpido la frase “de las sombras a la verdad”. Es Henry Newman, el enorme pensador británico que llegó a cardenal y que fue canonizado por el papa Francisco en 2019. Como todo hombre coherente que abrazó el cambio cuando lo vio como una mejor opción, las acusaciones de infiel fueron su pan de cada día. Lo criticaron por decidir hacerse católico, y llegaron a cuestionar que se pudiera ser buen británico sin ser anglicano. El rey de Inglaterra, hace pocos años, en su canonización, lo reparó, y lo elogió como un buen ciudadano de Gran Bretaña. Hacen falta años para recomponer el daño.

La Iglesia Católica le confiere ahora un título llamado “doctor de la Iglesia” que ostentan solo 37 personas (cuatro de ellas, mujeres). ¿Qué hace un doctor de la Iglesia? Son personas ya fallecidas (y santas) que han dejado un legado útil para entender y vivir mejor la fe cristiana y cuyo pensamiento ha dejado poso en el tiempo. Santa Teresa de Ávila o Santa Catalina de Siena son doctoras, como también lo es Gregorio de Narek, el obispo armenio que el papa Francisco declaró doctor hace diez años.

No estábamos acostumbrados a estos nombramientos, y hay que leer el movimiento del papa León XIV como una advertencia interna dentro del catolicismo. Primero, la Iglesia necesita doctores. Anclas de pensamiento. Y no puede ser solo doctor Santo Tomás de Aquino (impresionante, docto e inspirador). Se necesitan más. Gente que haya vivido turbulencias diversas. Newman dejó de ser anglicano para hacerse católico. Lo menospreciaron. Se defendió. Fue impulsor de obras y dejó un pensamiento muy útil sobre qué es la universidad, pero también sobre qué significa creer. Y para hacerlo no usó solo teoremas intelectuales, sino que habló de su vida. Porque a él, hechos dramáticos vividos lo hicieron darse cuenta de que la razón no le resultaba suficiente. Aun teniendo un enorme respeto por ella, porque si alguien es razonable, ese es Newman.

El cardenal Newman ha influido directamente en escritores como Chesterton, Evelyn Waugh o Tolkien (que también se convirtió al catolicismo, como él), y que participó en el Oratorio de Birmingham, fundado por el cardenal que será doctor. El Papa aún no ha concretado cuándo ni en qué ceremonia será declarado doctor. Newman es el fundador de la Universidad Católica de Irlanda —llegó a ser rector— y es conocido por sus reflexiones sobre la idea de la universidad como lugar que cultiva la mente, pero también forja carácter.

León XIV empieza a hacer cosas emulando a León XIII. El hecho de fijarse en el cardenal Newman no es accidental. Fue León XIII quien lo nombró cardenal, y quien le concedió no ser obispo. Su lema fue "Cor ad cor loquitur", el corazón habla al corazón. Era un intelectual del corazón, y el nuevo Papa es un pontífice muy proclive a hablarnos del corazón. Newman, como san Agustín (recordemos que Robert Prevost es religioso agustino) fue también un pensador que hablaba del corazón, y que descubrió la fe ya con uso de razón. Seguro que el Papa ve en Newman un nuevo san Agustín y lo quiere proponer como espejo.

Newman era un intelectual del corazón, y el nuevo Papa es un pontífice muy proclive a hablarnos del corazón

Newman fundó el Oratorio de san Felipe Neri en Inglaterra, pero esta no es su gran hazaña. Había nacido en Londres en 1801 y murió en Edgbaston en 1890. Su Apologia Pro Vita Sua es considerado un texto clave para explicar por qué dejó de ser anglicano para abrazar el catolicismo, y cómo esta decisión no lo hacía menos británico. Una lección interesante desde la perspectiva de la libertad religiosa y de conciencia: independientemente de dónde hemos nacido, la libertad para decidir seguir o no una convicción o una religión debería ser siempre un hecho posible y libre.

Newman, de naturaleza más bien tímida y reservada, pero de pluma ágil y polémica si era necesario, fue ordenado sacerdote anglicano en 1825. Dos años después sufre un colapso físico y mental. Ese año muere su hermana. Unos años más tarde, cuando lo destituyen del Oriel College, se va de viaje por el Mediterráneo y enferma estando en Sicilia. En el momento de su paso al catolicismo, existían dos tendencias contrapuestas. Una era el racionalismo, y la otra el fideísmo. El racionalismo rechazaba la trascendencia. El fideísmo vivía ajeno a la historia y al mundo. Él veía una combinación ideal en el catolicismo, ni alejado de la razón ni enemigo del mundo.

Cuando lo canonizaron en 2019 surgió una polémica sobre su supuesta naturaleza homosexual. A raíz de la relación que tuvo el cardenal con otro sacerdote, Ambrose St John, se ha visto al cardenal como un eclesiástico en el armario. No solo tuvieron una excelente relación en vida, sino que Newman dejó escrito que quería ser enterrado con él. Y así fue. De hecho, estaban enterrados juntos hasta que, con motivo de hacer santo a Newman, decidieron exhumar su cadáver para llevarlo a Birmingham, al Oratorio que había fundado. Son conocidas las palabras de Newman para describir el dolor que sufrió al morir Ambrose: “Nunca he pensado que ningún duelo pueda ser igual al de un esposo o una esposa, pero siento que es difícil creer que haya uno más grande, o que el dolor pueda ser mayor que el mío”. No se ha aclarado si el cardenal era homosexual. Ahora, con su doctorado, volverán a aparecer informaciones sobre su vida afectiva. Los más apologetas que lo quieren un hombre inmaculado, ni lo mencionan. Los más activistas a favor de su vida homosexual, desdibujan su rectitud teológica. Newman, en tierra de nadie.

Huxley, en Un mundo feliz, incluye los libros de Newman en la lista de los prohibidos, lo que aún le confiere más prestancia e interés a un hombre fascinante. Sus sombras y sus verdades, ciertamente, pueden ser un faro, como querría el Papa con el gesto de hacerlo doctor. Hombres que hagan pensar, además de rezar. Es una tendencia muy del papa León.